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Opinión - 05.02.2019

Toma de rehenes

Los indepedentistas catalanes amenazan con tumbar el Presupuesto sin discutirlo

En el lenguaje diplomático europeo, “tomar un rehén” es condicionar tu apoyo a una medida que interesa mucho a tu interlocutor (y que a lo mejor compartes) a cambio de sacar provecho en otro asunto que nada tiene que ver. Es una práctica ventajista mal vista, propia de actores poco fiables. Es exactamente la táctica que aplican los partidos independentistas catalanes en la negociación de los Presupuestos del Gobierno de Sánchez. Ayer anunciaron sendas enmiendas a la totalidad, amenazando así con tumbarlo sin discutirlo. Con un obsceno cálculo tacticista: las dejarán decaer si se cobran a cambio una injerencia del Ejecutivo en el juicio a los líderes del procés, que empieza el día 12. Algo inaceptable para cualquier Estado de derecho, cuyo primer pilar es la separación de poderes y algo que les consta perfectamente que no ha sido ni remotamente considerado nunca por el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.

La otra condición —no se sabe si sucesiva o alternativa— es crear una “mesa de diálogo” sobre el futuro de Cataluña, con presencia del Gobierno, del Govern, de varios partidos y de unos indeterminados “mediadores”. Tal como se formula, carece de sentido. Quienes la proponen podrían haber apoyado la comisión del Congreso que evaluaba el balance del Estado autonómico, como primera fase de su replanteamiento. Desistieron.

Y además, la idea de un totum revolutum de Ejecutivos y partidos nada bueno promete. Nadie con dos dedos de frente aceptaría a esos “mediadores”. Amén de que ya hay una “mesa de diálogo” de partidos catalanes con ese fin, que se reúne justamente hoy.

Lo que Esquerra y el mundo posconvergente pretenden es meter presión en torno al inicio del juicio del llamado procés para congraciarse con sus bases más ruidosas. Es una muestra más de seguidismo, no de liderazgo. Se comprende que los partidarios de los presos estén atribulados. Pero pena e indignación no son materiales de políticas sólidas y serenas. De modo que poner condiciones imposibles o extemporáneas a la negociación del Presupuesto es infantil. Otra cosa es que discrepasen de su contenido, lo que les legitimaría para combatirlo, como hace la derecha.

Pero no es el caso, porque resulta que los propios analistas de esos partidos consideran que el proyecto de Presupuestos puede ser muy beneficioso para los catalanes en su conjunto, y para el resto de los españoles, sobre todo en el campo de las mejoras sociales, que tanto dicen anhelar. En el fondo, sería más lógico condicionar el apoyo a los Presupuestos del Estado a una actitud simétrica sobre las cuentas de la Generalitat. Chirriaría por razón del diverso ámbito de gobernanza, pero no por razón de materia. El resto es politiquería. 

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