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Opinión - 30.08.2019

Terciarización

Es necesario asumir que la política industrial sigue teniendo importancia

La economía española lleva tiempo desindustrializándose. El sector servicios no deja de ganar peso en la composición del PIB, a costa fundamentalmente de la industria, que apenas representa el 15%. Esa transición no es especifica de nuestro país. Tampoco sería alarmante si coexistiera con aumentos en el valor de la producción del sector, aunque fueran inferiores al de los servicios y al conjunto del PIB español. Pero no es el caso.

La industria española es altamente dependiente del entorno internacional y este lleva meses evolucionando desfavorablemente. Una parte muy importante de la elevada apertura al exterior de nuestra economía la explican las exportaciones e importaciones de bienes industriales, que son los que más están acusando el daño que ejercen las guerras comerciales y el horizonte abierto por el Brexit. Además, existen empresas industriales españolas que forman parte de las cadenas de producción transfronterizas en sectores igualmente afectados, entre otros factores, por esas tensiones comerciales.

El más representativo de ese debilitamiento es el sector del automóvil. Es el segundo más importante en la industria española, tras el de alimentación, y es también uno de los que depende en mayor medida de sus ventas al exterior, Reino Unido incluido. Al igual que el conjunto del sector industrial, los últimos meses dan cuenta de un inquietante debilitamiento de su actividad, así como de las exportaciones e importaciones y de los índices de confianza de las empresas del sector.

El panorama en la siderurgia no es mucho mejor, anticipando en general la contracción del resto de los subsectores. Aunque menores, los descensos en el valor de la producción afectan igualmente al sector químico. Capean muy aceptablemente el temporal el sector papelero y el farmacéutico, aunque su importancia relativa no les permite compensar el pobre comportamiento del resto.

Son señales que deberían obligar a un análisis en profundidad, más allá de esa pérdida de peso relativo, de las debilidades específicas de los principales sectores españoles. Junto a esto, es necesario asumir que la política industrial sigue teniendo importancia. El ministerio ha dado pasos en la dirección correcta, pero es necesario disponer de actuaciones consecuentes con ese declive a medio plazo y, en todo caso, aglutinar las hoy dispersas competencias entre ministerios y comunidades autónomas.

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