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Opinión - 16.02.2019

Retos mayores, líderes menores

¿No será que este es el momento más delicado de la historia reciente de España porque tenemos los políticos más mediocres?

En víspera del naufragio presupuestario que abocaba a elecciones, aceleradas de aquí a diez semanas para que no se le descomponga el relato al Gobierno —victimizado por la pinza nacionalpopulista de la derecha montaraz y el independentismo cerril— tal como Sánchez ya ha formulado en el minimitin de La Moncloa, una voz de cierta autoridad se lamentaba:

—“Lástima, en el momento más delicado de la historia reciente de España, tenemos los líderes más mediocres…”.

Claro que eso suscita otra pregunta: ¿Y no será que este es el momento más delicado de la historia reciente de España porque tenemos los líderes más mediocres? No por casualidad, sino por causalidad.

Ya se sabe lo estéril que es debatir si fue antes la gallina y el huevo, aunque se haga desde Aristóteles o Plutarco. No hay que enredarse en debates bizantinos sobre el sexo de los ángeles, que en realidad es una metáfora histórica del escaso sentido de la realidad en Bizancio mientras los turcos asaltaban la orgullosa capital del viejo Imperio romano de Oriente aquel día de mayo de 1453. Más o menos como la orquesta del Titanic. Claro está que este es un momento delicado, con la tensión de fuerzas nacionalpopulistas en la dinámica de bloques, el procés en el Tribunal Supremo, la sombra de una recesión en ciernes… Se han acumulado casi todos los errores desde el cesaraznarismo y el cordón sanitario del Tinell. La baja política, claro, suelen hacerlas políticos de baja talla.

La precampaña arranca en un clima desalentador, con poca confianza en quienes han de pilotar la salida. Sánchez, que quiso construir una legislatura con el valor del diálogo a partir del éxito de su no es no; Casado, persuadido todavía de que basta decir “centroderecha” mientras se mimetiza con Vox no solo en el matonismo verbal; Rivera que ha acabado renunciando a ser Macron para unir su suerte a la extrema derecha bajo la lógica de bloques tras vetar a Sánchez pero admitir a Abascal en la foto; Iglesias, que ha dilapidado el patrimonio de la ilusión transversal de la izquierda imponiendo un verticalismo bolchevique; Abascal, el agitador del nacionalpopulismo español; y por supuesto Torra, léase Puigdemont, en sus delirios. No son los mejores mimbres para inspirar confianza. Hay demasiado Schettino a los mandos.

Tampoco se trata de caer en el pesimismo noventayochista de una España irreparable. Este es un momento delicado aquí y en todas partes. El auge del nacionalpopulismo es generalizado, y de la extrema derecha, incluso en Alemania con AfD; surgen liderazgos, de Trump a Salvini, de una fractura moral inquietante; las campañas adulteradas restan crédito a la verdad; estallan respuestas confusas a la desigualdad como los chalecos amarillos, ese “mar de fondo” que no se vio venir, como dice Rosanvallon, o no se quiso ver… y sin ideas ni dirigentes, como advierte Orsina, autor de La democrazia del narcisismo. Breve storia dell’antipolitica, capaces de inspirar confianza en el futuro. En España acaba una legislatura desmoralizadora, y se regresa a las urnas con pocos incentivos.

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