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Opinión - 19.04.2020

Ensayo general antes de la catástrofe

El coronavirus nos ha llegado como un aviso, quizás el último, antes del desastre climático global que nos aguarda

Cuesta aceptar que de una calamidad surja una oportunidad. Los fallecidos y los enfermos, la angustia y el miedo, los puestos de trabajo y la riqueza perdida, todo nos lleva a considerarla como un castigo sin remisión. Si nos levantamos de esta, todo será peor. Que nadie pretenda consolarnos con buenas palabras. Derramadas sobre las heridas, escuecen casi tanto como los dedos acusadores, los agravios y el resentimiento que circulan en todas direcciones. Por arriba: de Washington a Pekín, de Bruselas a Roma, de Barcelona a Madrid, y viceversa. Y por abajo: con los señalamientos como infecciosos o como culpables, de profesiones y grupos sociales o étnicos.

Y, sin embargo, lo es. Lamentablemente. Lo saben quienes buscan el provecho político, para ganar elecciones, imponer sus ideas, e incluso establecer nuevas hegemonías, tanto en los mapas geopolíticos como en los económicos y financieros. El hundimiento de las Bolsas es el gran momento de los saldos, cuando salen de compras grandes fortunas y fondos soberanos, de tanto peso en las autocracias. Suben las farmacéuticas y las tecnológicas se relamen: al salir del confinamiento, el mundo entero será más digital.

La pandemia es la primera crisis sanitaria global y la primera que también se convierte en una recesión global. Cualquier término comparativo se queda corto. No es una guerra, pero es mundial, y en ella la especie humana se ve atacada desde el interior de los cuerpos. Como todo en la vida, el único significado que puede tener un cataclismo de tales dimensiones es el que podamos darle nosotros mismos, los seres humanos.

Encontrar algo de sentido en mitad de una desgracia que todavía sigue creciendo no está al alcance de todos, especialmente de quienes solo buscan su provecho inmediato. No es el caso de Emmanuel Macron, el presidente francés, que ya avizora detrás de esta crisis la siguiente que nos amenaza. Si hemos hecho lo impensable con nuestras economías para mitigar la pandemia, también podemos hacer lo mismo para frenar el cambio climático, ha declarado al Financial Times.

El coronavirus nos llega como un aviso, quizás el último. Primero hay que doblarle el brazo, y luego atrapar la oportunidad. Esa humanidad frágil y vulnerable está demostrando que tiene reservas para enfrentarse a la siguiente y todavía más fuerte embestida. Hemos participado en un ensayo general antes de la catástrofe climática global que nos aguarda.

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