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Economía - 04.07.2019

Muere Arturo Fernández a los 90 años

  • El actor asturiano llevaba ingresado varios días en un hospital de Madrid
  • Fernández había interrumpido la gira de la obra Alta seducción por problemas de salud

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Imagen de archivo del actor asturiano Arturo Fernández

El actor asturiano Arturo Fernández ha muerto a los 90 años. Fernández se encontraba hospitalizado en la clínica Ruber por problemas de salud por los que tuvo que interrumpir su actuación en la obra Alta Seducción en el Teatro Amaya de Madrid, donde compartía escenario con Carmen del Valle.

El intérprete de teatro, cine y televisión estaba de gira con esta comedia y había tenido que suspender en Zamora, donde estaba programada para el pasado mes de marzo, y posponer la prevista en Valencia para abril, para ser operado de urgencia del estómago. La capilla ardiente será instalada este jueves en el tanatorio de La Paz en la localidad madrileña de Tres Cantos.

Eterno galán de la escena española y muy querido por el público, el actor protagonizó series como La casa de los líos y películas como un Un vaso de whisky. 

El gijonés, que presumía de "porte", "elegancia" y "glamour" se mantuvo profesionalmente en activo durante 68 años. Arturo Fernández tenía su propia compañía teatral con la que ha girado por todo el país, cosechando numerosos aplausos entre los espectadores entre los que popularizó la expresión "chatín".

“Recordamos una de las obras más exitosas de Arturo Fernández en televisión. ‘Yo soy Brandel’, un ‘Estudio 1’ de 1973 �� https://t.co/Hx3dcaHf5X #DEP pic.twitter.com/NmjuPzZ1pO“

— Archivo RTVE (@ArchivoRTVE) 4 de julio de 2019

““

La montaña rusa, Pato a la naranja, Smoking o Los hombres no mienten son otros de sus títulos más conocidos en el teatro, en televisión vivió el éxito con series como Truhanes, derivada del mismo título que en el cine y por la que obtuvo el Premio del Círculo de Escritores Cinematográficos. Participó en más de 70 películas y la comedia era su medio natural.

El artista, nacido en Gijón, el 21 de febrero de 1929, era hijo de un trabajador de la estación ferroviaria de Langreo, tuvo que abandonar España en 1939 por su militancia en el sindicato Confederación Nacional del Trabajo (CNT).

Muy aficionado al fútbol, fichó por un club de Tercera División, pero su meta era viajar a Madrid para ser actor. Llegó a la capital en 1949 y en 1951 ya debutó en el cine, en la película de Rafael Gil La Señora de Fátima, en la que tenía un papel secundario.

La vida de Arturo Fernández en imágenes


10 Fotos

1 / 10

    Retrato de Arturo Fernández

    04.07.2019

    Desde los inicios de su carrera profesional, a finales de los 50, el actor compaginó cine y teatro

    04.07.2019

Hasta 1954 no hizo teatro, en el que debutó con Modesto Higueras, y después trabajó en las compañías de Conchita Montes y Rafael Rivelles.
Cuatro años después llegaría la película Las chicas de la Cruz Roja, de Rafael J. Salvia. Su suerte cambiaría con Distrito 5 (1957), una cinta de Julio Coll en la que debutó de protagonista.

Entre sus representaciones más aplaudidas figuran La herencia, Dulce pájaro de juventud, La tercera palabra, Todo empezó por una manzana, Pato a la naranja, Sencillamente un burgués, Lecciones de amor, o La bruja en zapatillas.

Fernández recibió los títulos de hijo predilecto de su Gijón natal y adoptivo de Oviedo, además de premios como los del Sindicato del Espectáculo al mejor actor (1961 y 1968), Nacional de Interpretación (1962), Nacional de Teatro Pepe Isbert (2002) o la Medalla del Ministerio de Cultura al Mérito en Bellas Artes (2004).

El artista estuvo casado entre 1967 y 1978 con la aristócrata María Isabel Sensat Marqués, con quien tuvo tres hijos. Desde 1980, su pareja es Carmen Quesada.


Transcripción completa

¿Quién me iba a decir a mí
que iba a tener por vecino

al hijo del hombre clave
de la transición.

Al hijo del primer presidente
de la democracia

tras 40 años de dictadura.

Tan parecido a él que por momentos
he sentido que con quien hablaba

era con el padre y no con el hijo.

A mí en un momento determinado

mi padre me llama a su despacho,

me enseña una carta

en la que hay una amenaza

y es…

Bueno,
le van a secuestrar a su hijo.

Me la enseñó, no la leí

y me lo contó.

Y me dijo:
"Adolfo, ¿eres consciente de esto?"

Y yo: "Sí, sí,
sé perfectamente lo que significa".

Y me dice: "No permitas jamás

que te lleven vivo,

porque
yo no podré hacer nada por ti".

Joder.

A mí,
lejos de ponerme triste aquello,

me enorgulleció.

Dije: "Coño, ya tengo mi misión,

mi padre
me ha encomendado una misión.

Me tengo que proteger".

¿Cuántos años tenías tú?

Más o menos.

Debía tener unos 14 o 15 años.

Joder.
Más o menos por ahí.

De nuestra conversación
me quedo con varios momentos.

Algunos entrañables,
como la inquebrantable fe

en sus padres
y en la concordia entre paisanos.

Mi padre era un genio.

Y mi madre eran dos.

Mi madre es un ser extraordinario.

Y me cuesta,

pero la verdad es que…

hubiera sido imposible
todo lo que hizo mi padre

si no hubiera tenido la mujer
que tenía al lado.

Imposible.

Pero te digo,
es imposible que un hombre

sea capaz de hacer todo eso
si no tiene una mujer

permanentemente detrás
que le apoya.

¿Ella era
una mujer de Estado, tú crees?

Absolutamente.

Yo, a lo largo de una noche

pasé de ser Adolfo en el colegio
al hijo de puta de Suárez.

Así, de buenas a primeras.
Legalizar el Partido Comunista,

legalizar a Carrillo era…

Aquello era como una herejía, sí.
Era una cosa asombrosa.

Y bueno, tuvo que asumir mi padre

la legalización.
Pero en tu propia familia

también hubo problemas.
Sí, bueno…

La gente también
ha desbordado ese asunto

que si mi madre, no sé cuantos…

A mi madre Carrillo
no le gustaba nada,

pero no le gustaba
nada ideológicamente.

Y a mí me sigue sin gustar.

Y yo soy
o he sido amigo de Carrillo

y he tenido la oportunidad
de charlar con él

y tomarnos muchos cafés.

Y su mujer,
Carmen, que es adorable,

todavía me sigue
hoy en día llamando,

y desde aquí
le mando un beso enorme.

Una cosa es la política

y otra cosa es…
Las relaciones personales.

Las relaciones personales,
e incluso el sentido de Estado.

Yo creo que es bueno
que los españoles

seamos capaces de reconocer
a próceres de la patria.

Suena un poco grandilocuente,

pero es necesario
tener gente a la que imitar.

Todos tenemos defectos,

Adolfo Suárez los tenía enormes

y seguramente que él
conocía algunos que nosotros no.

Pero es un hombre
que hizo cosas grandes,

olvidémonos de los defectos,

no es que haya que olvidarse
y decir que es perfecto, no,

pero hay que centrarse
en lo que hizo bien.

En lo que hizo bien Santa Teresa,

en lo que ha hecho bien
Felipe González,

en lo que ha hecho bien Torcuato,
Santiago Carrillo,

Jaime Lamo de Espinosa,
en lo que ha hecho bien

Perico de los Palotes,
todo el mundo.

Y si tenemos…

la capacidad de señalar

qué es lo que ha hecho bien
cada uno, jalearlo

e imitarlo,

seremos cada día un poquito mejor.

Me da igual que sean del PSOE,
del PC o del PP.

Otros tiernos, como su congoja
al ver al Suárez hombre

ya mermado, emocionado
por el calor de la gente.

Y otros curiosos,

como que detrás
de esa última foto con el Rey

estaba Julio Iglesias.

El Rey me comunica unos días antes

de concedérselo que lo va a hacer,
el tema del Toisón.

Y bueno, que alegría me da,
no sé qué, no sé cuántos…

Dice: "Adolfo,
tenemos que organizar algo

para ver cómo lo hacemos,
cómo se lo entrego

y quiero tener una foto,
un recuerdo".

A mí en aquel momento
me dio como un repelús

una foto de mi padre…

No sé. Total, que pasó el tiempo,

casi un año,

y entonces, hablando con otro amigo

muy conocido,
que es Julio Iglesias,

me dio la idea de hacer
una foto de espaldas.

O sea, es idea de Julio.

Es idea de Julio,
él me dijo textualmente:

"¿Por qué no le hacemos
una foto de espaldas

caminando en un sendero
con palmeras y tal?"

Y dije: "Julio, te has pasado
con lo de las palmeras".

Y de repente
mi padre le dice al Rey:

"¿Y tú quién eres?"

Y digo, Dios,
la que se va a liar aquí,

a ver qué pasa.

Y al Rey,
que tiene más tablas que…

que el Teatro Real, por decir algo,

le dice:

"¿Quién coño voy a ser, idiota?
Tú amigo, el Rey, Juan Carlos".

Y le echa el brazo por encima.

El jefe
echa una sonrisa extraordinaria,

se siente feliz
y se van charlando los dos

hacia la esquina esa de casa

y le digo yo: "Para allá, siga".

Y me tiro al suelo con la cámara

y cuando me doy cuenta
estaba en manual la cámara.

Y digo como ahora no salga…

Hice lo que pude
y disparé cuatro o cinco fotos.

Y las veo en la pantalla
y veo esta.

Esta es y le hago al Rey así.

Y ya siguieron charlando y tal.

Pero lo que sin duda
supera a todos ellos

es el honor
de que me hayan narrado

casi en primera persona
y en mi propia casa

uno de los capítulos
más apasionantes

de nuestra historia reciente.

Manolo ya está en prevengan.

Se ha puesto de pie…

(TELEVISIÓN)
"¡Quieto todo el mundo!"

Y se va hacia Tejero.

Y mi padre le intenta sujetar.

Se levantan, empiezan a forcejear
con un anciano.

Es un acto de cobardía absoluto.

(Disparos)

Y se queda tan tranquilo
oyendo los disparos.

Estas imágenes…
Ojo, están pegando tiros.

Para chavales
que hoy en día tengan

15, 16, 18, 20 años,

que seguramente
no las habrán visto enteras,

esto es un ejemplo,

primero, de lo que no debe pasar.
Es un ejemplo de dignidad.

Y después de dignidad,

es una parte importante
de la historia de España

que además,
la gente de nuestra edad

la vivió muy consciente

porque éramos ya conscientes

de saber lo que estaba pasando

y la verdad es que no hay
palabras de agradecimiento

para expresar lo que pasó,
cómo pasó y lo bien que pasó.

Pues en su nombre
y en el de mis hermanos, gracias.

Y bueno, y que todos sepan también

que eres un dignísimo hijo
de tu padre.

Bueno, eso es difícil,

pero tampoco me lo planteo.

Querido Adolfo,
¿cómo no echar de menos a su padre?

No sé si el hábito hace al monje,
pero sí que el traje

hace al actor,
al menos a mi anfitrión de hoy.

El hombre más presumido
que jamás haya conocido.

Leches, va a venir el Bertín este.
¿Cómo vendrá vestido?

Voy a acabar con él.

A ver qué me pongo yo.

Está bien de pelo,
está bien, joder.

¿De qué te quejas?

Rey de la elegancia,
la comedia y el enredo.

El rey Arturo,
caballero sin armadura

de la cara dura
y el pañuelo en el cuello.

Eterno don Juan Tenorio
que hasta a mí

ha conseguido llevarme
al dormitorio.

No me ves bien
como voy a los programas, ¿no?

Vas de pena,

pero lo que pasa
es que eres simpático.

¿Qué quieres que te diga?
Eres simpático y entonces…

Estás mal asesorado,

seguro que te asesora
algún amigo tuyo

que te tiene envidia.

Mi padre dice lo mismo que tú.
(RÍEN)

La distinción ha sido su marca,

aunque no fuera
una marca de nacimiento.

Hijo de limpiadora y sindicalista

se reveló al destino
y dijo aquello de:

"Mamá, quiero ser artista".

A una madre que lo que quería
era un hijo oficinista.

Mi padre era mecánico ajustador

y llevaba el mono
todas las semanas,

¿sabes lo que es el mono, no?
Sí, sí.

Bueno, y lo tiraba en la cocina,

se cagaba
en la madre que parió al mono

unas 70 veces al día.

Entonces mi madre no quería…

Veía un mono y que no.

Que no,
tú no te vas a poner un mono.

Seductor nato,
las mujeres se le han dado de cine

en la vida y en el teatro.

Se casó y tuvo tres retoños,

pero lo suyo no es el matrimonio.

Encontró un nuevo amor que perdura
después de 30 años, Carmen,

que acogió a sus hijos
como propios

y no como extraños.

El único defecto que tienen
es que no son mis hijos,

pero también tengo que reconocer

que su madre
es una señora maravillosa.

O sea, yo les adoro y…

Yo estoy feliz
de que el chatín por antonomasia

me haya invitado a su casa.

Aunque me reciba en batín,
me lleve a la cama

y se meta conmigo.
Feliz, aunque esto acabe

como "La casa de los líos".

¿Y tu mujer Fabiola?
¿Qué tal, cómo está?

La he llamado, le he dicho
que Carmen iba a hacer fabada

y dice que viene ahora.
Ah, ¿viene?

Viene a comer con nosotros.

Bueno, yo también llamé a Mariló

para que viniera a comer
o a tomar café.

Ojú…

Chatina, soy Arturo.

Oye, Mariló,

el otro día
te vi en la televisión,

en el programa este fantástico
de Bertín.

Me encantaste, de verdad
que me gustaste muchísimo

y ahora vienen a hacerme
a mí también una entrevista.

Dime, ¿son muy pesados o no?

Son gente muy simpática.

Sí. No, yo…

Bueno, a mí me parece muy bien.

Sobre todo, han venido
unas chavalas guapísimas.

La maquilladora es impresionante.

Sí,
se ha pasado tocándome la cara.

Oye, dime una cosa,

¿por qué no vienes a tomar café
aquí con nosotros?

Primero, les va a encantar verte.

Ah, ¿vienes?

Vale, pues te espero.

Vale, muy bien.

Eso, un besín para ti.

Hasta ahora, chatina.

¿Qué tal, Carmen?
Hola, ¿cómo estás?

Aquí te salgo a recibir yo.
Qué bien.

Oye,
muchísimas gracias por recibirme.

A vosotros.

Arturo está todavía haciendo
sus abluciones matinales.

(RÍEN)
Qué raro.

Qué raro, ¿verdad?

(RÍEN)

Oye, muchas gracias por invitarme.

De nada, estás invitadísimo,
estás en tu casa.

Vengo, a lo mejor…
Vienes maqueado, te has pasado.

Me he pasado, sí.

¿Cómo voy a venir a casa de Arturo
con unos vaqueros y una camisa?

Yo creo que ha mirado
por alguna rendijita.

Siéntate, Bertín.
Me echa de aquí.

(RÍEN)
Y ha dicho: "Corcho, qué guapo".

Seguro que se está cambiando
para ponerse más guapo él.

¿Tarda mucho en cambiarse o no?
¿Sí?

Ahí va, la leche.

Como dice Arturito:
"Joder, joder, joder".

La leche.

Por mucho que haga
no me puedo quitar años.

¿Quién tarda más, él o tú?
Él.

¿Tarda más él?

Joder, madre mía.

Bueno, entonces tenéis
una guerra por el cuarto baño

todas las mañanas de miedo.
No, que va,

nos hemos separado los espacios
porque es la única manera.

¿Quién usa más cremas?

Eso yo.
Tú, ¿no?

Lo suyo es natural.
Pero no las compartís,

usáis cada uno la suya.

No, no, yo, él es poco de cremas.

¿Ah, sí?
Se mira mucho al espejo,

lo que más tarda
es en el tiempo que se recrea

mirándose al espejo.

Me han dicho
que hay un tipo en el Amazonas

que tocándote la cara
te quita diez años.

Voy a ir dos veces
a ver si me quita 20.

A mí me hace muchísima gracia

porque
yo me acuerdo un día hace años

que me llama
con mucho misterio y dice:

"Oye, chatín,
¿cómo llevas tú lo del pelo?"

(RÍE)
Me tuvo media hora de conversación

por teléfono
por una preocupación con el pelo.

Digo Arturito,
me echo una cosa muy buena y tal.

Muy gracioso, muy gracioso.

Lo del pelo es…

Es que es genial
porque siempre dice:

"Se me está cayendo
mucho el pelo últimamente".

Los 30 años que llevo con él
le llevo oyendo eso.

Si se le cayera el pelo
tanto como dice,

no tendría nada.
No tendría ni uno.

Leches, va a venir el Bertín este.

¿Cómo vendrá vestido?

Voy a acabar con él.

A ver qué me pongo yo.

Estoy bien de pelo, está bien.

Joder, ¿de qué te quejas?

Te voy a tener que dejar solo.

Tengo que ir a hacer la fabada
que os voy a dar de comer hoy.

¿Nos vas a meter una fabada?
El día lo pide.

Y te traigo un vinito, ¿vale?
Joder, joder, joder.

Te dejo.
Dile que se dé prisa.

No, díselo tú,
a mí no se me ocurre

entrar a interrumpirle.
Ah, ¿no?

No, no.
Esperaré un poquito.

Qué fenómeno el tío.

Pues no lleva más tiempo…

Parece una folclórica.

Tardará…
Yo qué sé el tiempo que tarda.

Esta rosa,
como hay tantas chavalas

ahí de maquillaje,
les voy a dar una.

Bueno, luego más tarde.

Me pondré otra bata,
yo creo que esto me favorece.

No sé.

Cualquiera sabe
lo que tiene aquí metido.

Esto ni se abre.
Dios mío, Arturín.

Chato.

Joder, lo tuyo es demasiado.

Bueno, yo voy a ir a buscarle
porque esto es un cachondeo.

Va a estar
todo el mundo esperando.

A ver…

(Puerta)

Arturín.

Art…

Pero, chaval,
que llevo ahí media hora.

Coño, y yo tres cuartos de hora.

Pero…
Esperándote.

Yo pensé que ibas a estar ya
con corbata y todo preparado.

Pero, chato,
¿cómo vienes así vestido?

Porque no puedo venir a tu casa
de otra manera.

Entro con vaqueros
y camiseta y me echas.

No me he puesto así para nadie.
No, ya, ya.

¿Y por qué no te has puesto
las camisas que llevas?

Que parece
que te las regaló tu padre.

(RÍE) Algunas son de la época.

Son de la época.

Yo necesito sentarme
porque después de darme un masaje

esta cara necesita reposo.
Descanso. Ah, ¿sí?

Siéntate.

¿Aquí?
Sí, en la cama.

Quítate la chaqueta,
no me arrugues la chaqueta

porque me da algo. Siéntate.

Tú tranquilo.

Vamos a charlar un poco,
¿de dónde vienes?

Vengo de casa ahora.
Sí.

He estado… Joder.

¿Tú sabes una cosa?

Con los boleros
yo he conquistado muchísimo.

Con las frases de los boleros.

Sobre todo antes,

tú sabes lo bonito que es…

Lo cantas bien,
yo te he oído cantarlos.

Sí, los canto muy bien.
(RÍE)

No bien, exageradamente bien.
No, que no.

¿Ves? Si te hubieras venido
sin corbata y sin nada,

estarías más cómodo.

Joder, es que no vengo preparado
para estar en tu casa.

Da igual, no te preocupes.

Le preguntaba
hace un momento a Carmen

porque estamos todos
con la curiosidad.

Cómo demonios…
¿Lo tuyo es genético

o es que estás así…

bien porque estás bien?
¿Tienes algún secreto o algo?

Tengo secretos,

pero hay mucha competencia,
no lo voy a dar.

(RÍE)
Como comprenderás.

Cuando haga el gran viaje
dejaré una carta.

Dejaré una carta diciendo:
"Haced esto".

Que va a ser todo lo contrario.

Para joder.
Para joder.

Oye, lo que te veo
es fenomenal de pelo.

Te veo muy bien.
Sí.

Te veo más pelo ahora
que hace dos o tres años.

Me pongo por la noche caracoles.

(RÍEN)

Que sí, joder.

Ahí salgo…
Te pones siete u ocho caracoles

y te van caminando, ¿comprendes?

Dicen que la…
La baba del caracol.

La baba del caracol es buena

para la cara,
yo la usé para la cara

y vi que estaba igual.

Y dije: "¿Y para el pelo?"

¿Lo probaste?

Joder, te pega una mata de pelo.

¿Y pastillas tomas de algo o no?

Sí, para no pensar.

Para no pensar.

Para no pensar.

Pero ¿de algún color especial?

Siempre blanco.

(RÍEN)

Siempre blanco.

Me cago en la leche, Bertín.
Lo tuyo es una cosa…

No, no, preguntas que…
Curiosidad general.

Yo creo que es una curiosidad…
¿A que estás bien en la cama?

Encantado, pero no vamos a hacer
todo el programa aquí.

Vístete,
que estás con media pierna fuera

que pareces una folclórica.
Ya.

Dando una impresión
de que estamos…

No,
pero mientras te estoy hablando,

estoy pensando
qué coño me voy a poner.

Mira, yo si quieres,
estoy agobiado.

No me he puesto corbata…
Yo antes…

No, no.
Yo antes vivía con corbata,

pero decidí un día quitármela
y no sabes lo cómodo que es.

No.
Y he venido a tu casa

un poco maqueado
para que no dijeras…

No, no.
Para que no dijeras.

Has venido a fastidiarme.
Sí.

Has venido a hundirme.
Pero me la voy a quitar.

No, no te la quites.
Ponte camisa sin corbata

porque la mía me la voy a quitar.
No puedo más.

No puedes más. Menos mal
que esa camisa está bien,

no está mal.
Es de nuestro camisero.

Sí.
Bueno, te voy a decir una cosa.

Verás, como siempre vas vestido
para que te den un par de euros,

eso en el programa.
(RÍE) Sí.

He llamado a nuestro sastre.

Ah, ¿sí?
Sí.

Porque al menos…
¿Va a venir luego?

Además, te voy a pagar un traje.

Te voy a pagar un traje.
No, no hagas eso.

Si es por dinero, no lo dejes.
No es necesario.

Sí, sí, te doy un cheque.
Arturo, de verdad.

Te doy un cheque.
¿No me ves bien?

Para no humillarte.

No me ves bien
como voy a los programas, ¿no?

Vas de pena,

pero lo que pasa
es que eres simpático.

¿Qué quieres que te diga?

Eres simpático y entonces, bueno.

Estás mal asesorado.

Seguro que te asesora
algún amigo tuyo

que te tiene envidia.
No, no.

Mi padre dice lo mismo que tú.
(RÍEN)

Bertín, por nosotros.

Eso es.

Por cierto, ¿y tu mujer Fabiola?

¿Qué tal, cómo está?

La he llamado,
le he dicho que Carmen

iba a hacer fabada
y dice que viene ahora.

Ah, ¿viene?
Viene a comer con nosotros.

Yo también llamé a Mariló.

Para que viniera,

si quería venir a comer
o a tomar café.

Ojú.

Sí, ¿por?
No, no.

Se te ha cambiado la cara.

Tú eres admirador de ella.

Bueno.
Ya lo sé.

Pero a morir. Con Mariló a morir.
Me lo habían dicho.

Y tienes una mujer guapísima.
Sí.

Sí.
Y muy inteligente.

Sí.
Que es importante.

Sí, y no te la mereces.
Y no… (RÍE)

No te la mereces.

No se lo digas, por favor, a ella.

Yo soy un amigo.
Por eso.

En cuanto entre por esa puerta,
ya se lo estoy diciendo.

(RÍEN)

Vámonos a Asturias.

¿Qué recuerdos tienes de ese Gijón
comparado con el de ahora?

Bueno, todo ha cambiado,
qué duda cabe.

Mis padres vivían,
aunque mi padre,

como sabes, se marchó
por problemas de la guerra.

Estuvo 20 años
exiliado en Francia, entonces…

Yo me quedé con mi madre.
¿Por qué se exilió?

Bueno, pertenecía a la CNT,

era un hombre significado
en ese partido

y que los que…
¿Tú qué edad tenías cuando se fue?

Cuando… Nueve años.

Yo tenía nueve años.

Hasta los 18 no lo volví a ver.

Era una peregrinación

que salía de Bilbao a Lourdes

y entonces sí te permitían salir.

Y claro, de nueve años a 18

yo ya era un hombre.
Un zagalón.

Qué duda cabe.
Nunca se me olvidará el recuerdo

de mi padre que íbamos
en un autopullman

que salía de Bilbao

y entonces yo lo vi

que me saludaba…

Y cuando me apeé…

Me duele hablar de esto.

Estoy muy sensible.

Cuando se toca
el tema de mis padres…

Y bueno, vi a mi padre

que estaba llorando,
que me abrazó. Imagínate.

Yo le decía: "Padre, no llores".

Estuvimos 48 horas
porque te daban permiso

y cuando subí al autopullman…

¿Para volverte?
El que lloraba era yo.

Es triste.

Te digo que…

Date un buche.

Sí, el problema…

Te pido perdón.

Y yo recuerdo perfectamente

que mi padre me dio 9.000 pesetas.

9.000 pesetas.
¿En aquel viaje?

En aquel viaje
para que se las diera a mi madre.

Mi madre era una obrera.

Trabajaba lavando botellas,

ganaba cuatro pesetas diarias.

Me acuerdo
que eran 28 pesetas a la semana.

Mi padre recuerdo que me dijo:

"Hazme caso, gasta 300 pesetas,

no le digas nada a tu madre
y gasta 300".

Y yo: "No, padre".

Aparte, que quería no gastarlas

porque mi obsesión
era dársela a mi madre.

Pero claro,
no contaba que Bilbao era Bilbao.

Había un sitio
que se llamaba Pumanieska.

Pumanieska era una "boite"

donde iba
todo lo mejorcito de Bilbao.

Con dos orquestas,
unas mujeres bellísimas,

el champán…
Porque Bilbao era así.

Un chaval con 17 años, guapo,
para qué te voy a contar,

fíjate esta cara,

quítame 50 años.

(RÍE)
O 60.

Es que ya no sé la edad que tengo.

Para hacértelo corto,

estuve como unos 15 o 17 días.

Llegué con 2.000 pesetas.

No me lo puedo creer.
Te lo juro.

Cuando le di 2.000 pesetas
a mi madre

por nada se desmaya.

Porque 2.000 pesetas para ella…

Dije yo:
"Coño, pues he hecho bien.

Si le doy nueve, muere".

(RÍEN)

Joder, muere.

Entonces el señor me ha iluminado.
(RÍE)

Bien gastadas
están aquellas 7.000 pesetas.

¿Disfrutaste mucho de ella o no?
De mi madre sí.

Y es una cosa curiosa,
no es un problema de edad.

Fíjate que yo tengo 86 años, ¿no?

Bueno, a esa edad…
¿Que tienes qué?

86.
¿Tienes 86?

Si quieres, cambia
el seis por el ocho y tengo 68.

Te admito.
Tienes 86, macho.

Sí.
No me digas.

Yo voy para 87.

Me cago en la leche.
(RÍE)

Tienes la edad de mi padre.
Sí.

Sois de la misma edad,
qué curioso.

Yo pensé que tenías
diez menos por lo menos.

Sí, o 20.

No. Pero es así

y mira, cuantos más años tienes,

que sería lo lógico,

dejarías de recordar a tus padres
o a tus seres queridos

que tanto has disfrutado de ellos.

Los íntimos amigos
que ya se fueron

y en cualquier momento lloro.

Y digo: "¿Por qué estoy llorando?"

No sé.

O voy en el coche
y escucho una canción

y de verdad, soy sensible.

Cada día
me acuerdo más de mi madre.

Mi madre murió en mis brazos.

Aquí en Madrid,
murió en mis brazos.

¿Cuándo empezaste a trabajar?
A los 12 años.

12 años.
A los 12 años yo empecé a trabajar

en unos talleres
que se llamaban…

La viuda de Juan Ramón, eran de…

de electricidad.

Electrotécnicos.
¿Y qué hacías allí?

Tres años, es el día de hoy
que no sé poner una bombilla.

(RÍE)

De verdad, porque mi vida
estaba en otro lado.

A mí… Lo que quería era cantar.

Y cantaba como los perros.

(RÍE)

Lo que quería era…
Porque mi madre era muy limpia

y me llevaba de punta en blanco,
igual que todos los obreros.

Cuando salían de trabajar…

Cuando salían de trabajar

y se ponían una camisa
mejor de las que te pones en…

Ya, vale.

Una camisa fantástica y estupenda.

Era así porque la estética

la llevábamos dentro.

Mi madre sabía más que nadie

de cómo había que vestirse

porque era intuitiva.

Era así.
Y entonces yo lo que quería

era llegar a los veranos
para comprarme un traje.

Y trabajabas para eso.
Sí, trabajaba para eso.

Mi madre quería
que fuera oficinista.

Quería que fuera de corbata,
la que llevabas tú.

Sí.
¿Comprendes?

La corbata y vestido,
no quería que fuera un obrero.

Porque todos los obreros
capaces y sagaces

lo que quieren
es llegar a ser burgueses.

Y si no lo consiguen ellos,
quieren que lo consigan sus hijos.

Porque es así, aquí cuentos no.

Entonces, mi madre no quería.

Mi padre era un mecánico ajustador

y llevaba el mono toda la semana.

¿Sabes lo que es el mono, no?
Sí, sí.

Y lo tiraba en la cocina,

se cagaba en la madre
que parió al mono

unas 70 veces al día.
(RÍE)

Y entonces, mi madre en la cocina,
que era de carbón,

cogía esto y lavaba el esto.

Entonces mi madre no quería,

veía un mono y que no.

Que no,
que tú no te vas a poner un mono.

Pero claro,
lo que no sabía mi madre

es que el que había inventado
las faltas de ortografía era yo.

¿Tú sabes que yo no aprobé nunca
una asignatura?

Nunca. Aprobé dos,

una vez Religión
y otra vez Flauta.

¿Cómo Flauta?
Sí, tocábamos la flauta, coño.

(RÍE)

Los hermanos
de la Trinidad Cristiana

era un colegio
para hijos de obreros

en Cimadevilla, en Gijón.
Sí.

Y había una clase
que había que tocar la flauta.

¿Y tú tocabas la flauta?
Como nadie.

(RÍE)

¿Por qué te fuiste de Gijón?
¿Por qué te viniste a Madrid?

El destino.
¿Sí?

Sí.

El destino y…

Y conocí a una mujer.

Conocí a una mujer
en el verano aquel,

una mujer magnífica, estupenda.

Nunca se me olvidará.

Porque se portó, francamente,
muy bien conmigo,

tenía diez años más que yo,
yo tenía 20 y ella tenía 30.

Estaba casada.

Y entonces…

Ella se venía para Madrid

y digo: "Coño, yo me voy a morir
si dejo a esta mujer".

¿Y yo por qué me voy a morir?

Entonces, ella vino primero.

El tren, en aquel entonces,
salía a las seis de la tarde

y llegaba
a las nueve de la mañana.

Eran 15 horas.

Y me cago en la leche.

Durante el trayecto
me enamoré tres veces en el tren.

Pero…
Sí, lo que sea,

que me enamoré tres veces.

Da igual,
pero no te habías marchado…

¿De tres distintas?

Sí, y cada vez que se apeaba una,
yo lloraba como un loco.

(RÍE)
Porque se apeaba en la estación.

De verdad
que lloraba como un loco.

Pero lloré tres veces.
(RÍE)

De verdad, así.

Y cuando llegué a Madrid…

Me acuerdo, con 300 pesetas,

300 pesetas te daban para vivir

pues un mes y medio.

Nada más.

¿Y qué hiciste
cuando llegaste a Madrid?

Hay momentos que…

Que no sé de qué viví.

Hay una época en mi vida

que no sé de qué viví.

De verdad, en serio.

No lo sé.

Pero ¿tu objetivo era ser actor?
No.

Era ser cantante.

Era ser cantante de boleros.
Lo mismo, sí, sí.

Y tú sabes que…
Pero ¿para ligar o qué?

No, no,
porque estaba medio chiflado.

Yo quería ser alguien en la vida.

No lo sé, sobre todo,

para demostrarle a mi madre,

que mi madre
se sintiera orgullosa de mí.

Y estuve como cinco meses,

cinco meses haciendo figuración

hasta que un jefe…

Digo un jefe, un ayudante
de dirección asturiano.

Porque todos los asturianos

nos hemos ayudado mucho

fuera de nuestra tierra.

Nos queremos mucho,
no lo sé, hay algo.

Sobre todo en aquel entonces.
Sí, sí.

Y me dijo: "¿Tú serías capaz
de decir una frase?".

Digo: "El Quijote".

Y la frase era:

"Pero ¿todavía no has dicho en casa
que te alistas hoy?"

Se lo decía al protagonista.

Era "La señora de Fátima",
una película

que había tenido muchísimo éxito.

Solamente decía esa frase.

En aquel entonces,

no equivocarte en la frase,

porque el celuloide
costaba cualquier cosa

y como te equivocaras,
te caían unas broncas

que para qué te voy a contar.
(RÍE)

Y entonces lo dije a la primera.

Y pues muy bien,
y como tenía muy buena pinta

pues coño,
este chaval, este chaval…

Y entonces este me recomendó
a otro ayudante de dirección.

"Oye, este muchacho
dice bien la frase".

Y es así como…
¿Y así empezaste?

Así empecé.
Fíjate.

"Tú eres una persona
demasiado modesta,

demasiado sencillo,
pero ahora conmigo

tú vas a ser mi brazo derecho.

Qué digo mi brazo derecho,
mi izquierdo, mis manos,

mis piernas…".

¿Cuándo empezaste tú
con lo de chatín?

Pues en "La casa de los líos".

"En la casa de los líos".

Chatín es un diminutivo,

digamos, asturiano,

a las personas
que verdaderamente aprecias.

Pero ¿eso es una cosa tuya
o era del guión?

No, no, qué guión, una cosa mía.

"Chatín" y "te voy a canear"

y todo esto me salió.

Y entonces…

"La casa de los líos",
por ejemplo,

fue una de las series más…
Más divertida que yo he visto.

Exacto.

Yo la veía todos los días.

En cuanto a comedia…

Yo me quedaba sin salir para verla.

El tema era precioso.
Y el personaje era impresionante.

Era genial.

Tienes una fama
de conquistador enorme,

pero, sin embargo, yo creo…

que tienes una vida
de los más ordenada.

Totalmente.

Cuando yo he salido con una mujer,

en aquel entonces,

no se me ocurría cogerle una mano.

No sé cómo explicártelo,
hombre, sí,

pero nunca me he propasado
con una mujer.

Es lo que menos me importó.

De verdad.

Sí, sí, te creo.
En serio.

Es lo que menos me importó.

Ir a la cama.

Y después, ¿qué?

Si no existe algo
verdaderamente importante.

Y después no.

Lo bonito
es salir con esa persona.

Estoy aprendiendo muchísimo
contigo yo.

¿Sí?
Sí.

Hay cosas que no puedo contar,
ya te las contaré.

(RÍE)
Pero vas a fracasar.

Bueno, ¿y entonces?
Entonces he tenido esa fama

no sé por qué. Tal vez, bueno,

por el aspecto, que alguien dice
ese debe tenerlas así.

Yo tenía un amigo, que se murió,

se llamaba Pedro Beltrán,

e íbamos a casa y estábamos
hasta las siete de la mañana

charlando los dos.

Era un hombre cultísimo.

El más vago del mundo,
pero el más culto del mundo.

Era un deleite escucharlo
y era un deleite discutir.

Era comunista perdido

y yo lo llevaba,

porque a mí no hay nada
que más me guste

que entrar en una iglesia.
Y estuvo siete días conmigo

y me dijo: "Arturo,

yo he venido aquí a vivir contigo

porque dije:
'Eso debe ser unas bacanales.

Unas bacanales de Somorra,
vete tú a saber.

Este debe tener…'. ¿Dónde están?
Riquitas, sal."

Y le metías en la iglesia.

Medinaceli.

Por eso digo.
Me dijo: "Arturo,

como el partido me vea".

Coño, qué te van a ver.

¿Y como padre cómo eres?

Es que la gente tampoco sabe,
yo no lo sabía.

Y te conozco de toda la vida,
pero nunca he sabido cuántos hijos

ni niños.
Tengo tres hijos.

Uno es abogado, Arturo,

esta soltero, guapo,
no puedo ir con él

porque me elimina.
(RÍE)

No quiero,
no voy contigo por la calle.

Tengo dos chicas ya casadas.

Y ninguno siguió tus pasos.
No.

Me hubiera disgustado muchísimo.
Ah, ¿sí?

Porque esta es una…

Si a mí me preguntaran,
yo diría lo mismo.

Esta es una profesión…
O te quedas en jornalero

o eres una estrella, una de dos.

Y entonces se sufre mucho.

Es terrible y no quiero.

En todas las profesiones
yo pienso.

Sí.
Es igual, pero bueno.

Yo conozco esta.
Algunas más ingratas que otras.

Pero es así.

¿Y cómo te consideras como padre?

No lo sé,
habría que preguntárselo a ellos.

Creo, sinceramente,

que…
Te has visto bien

en el papel de padre.
Que mis hijos

están muy por encima
de todo en la vida.

Es decir, el darles todo,

el haberles dado la carrera,

el haberles dado todo,

a lo mejor eso no encierra
que haya sido un buen padre.

No he sido, digamos, un padre…

¿Eres cariñoso?
De una disciplina brutal.

No, no lo he sido. Muy cariñoso.

¿Eres cariñoso?
Sí, mucho.

Muchísimo.

¿Le dijiste muchas veces
a tu padre o tu madre

que les querías?

Verás, no he sido…

A mi padre no.

Y no se lo he dicho

por ese estúpido machismo absurdo

hacia un hombre, ¿no?

Y sin embargo,
cuando voy al cementerio

pues sí le digo:
"Padre, te quiero".

Eso sí, pero en la vida no.

Y lo echo mucho de menos.

Daría ahora cualquier cosa

por ir al fútbol con él,

por charlar con él,

ir a comer con él.

Cosa que no hice
en aquel entonces.

Porque estás ocupado
en tu trabajo, en algo.

Mi madre,
siempre he sido muy cariñoso,

pero tampoco he sido muy zalamero.

No sé cómo explicarte.

No eres de achuchón.
Yo quiero a la gente.

Sí.
Le demuestro que la quiero,

no con palabras, no,

lo demuestro con hechos.

¿Y cómo eres como abuelo?

Verás…

¿Te gusta que te llamen abuelo?

Sí, me da igual.
Mi padre no.

Mi padre, Enrique.
(RÍEN)

Me da lo mismo,
pero ¿sabes qué ocurre?

Ese problema que dicen
que se quiere más a los nietos

que a los hijos. No.

Yo he querido más a mis hijos.
Sí.

Que a mis nietos,
me dan mucha ternura

y cómo no los voy a querer.

Claro que sí, pero…
Los hijos son los hijos.

Los hijos son los hijos.

Por mucho que te hagan,
no me han hecho nada,

nunca me han dado un disgusto.

Es posible
alguna pequeña discusión.

Pero nunca he tenido…

Nunca he recibido un disgusto.

Bueno…
He tenido suerte.

Has tenido mucha suerte.

Posiblemente, eso se lo debo,
qué duda cabe,

a su madre.
Yo digo lo mismo que tú,

a mí me pasa lo mismo
gracias a Dios.

(Puerta)

¿Eso es la puerta?

Sí, debe ser el perro que llama.

(RÍE)
Porque debe estar aburrido.

Pero ¿abrimos o qué?

Bueno sí, chatín, vámonos.

Bueno, vale.
A lo mejor puede ser tu mujer,

o…
Me dijo que iba… No lo sé.

O Mariló, ¿no?

¡Hombre!
¿Qué pasa, Mariano?

Encantado de veros.
¿Qué tal, chatín?

Que se me ha caído la petaca esta.

¿Cómo estás?
Bien, ¿y vosotros qué tal?

Muy bien, aquí charlando.

Bonita chaqueta.

Sí, es de los años 20.

(RÍEN)

Pasa por el pasillo.
Dale tú, que es tu casa.

Bueno, mira,

aquí a la derecha.

Pasa, pasa. No te preocupes.

Pasa por aquí.

Aquí tienes tu cama

para lo que desees.
(RÍEN)

¿Qué traes?
Pon la maleta ahí.

¿Qué traes, Mariano?

Pues traigo unas muestras

para que veas si…

Este patrón es tuyo.

¿Este es mío?
Sí.

Este de Anthony Queen.

¿Y el mío dónde está?

Aquí, mírale.

Es que el tuyo está por aquí.

¿Tú llevas mucho tiempo
haciéndote camisas con Mariano?

Sí.
40 años.

¿40 años, de verdad?
Cuando estabas en…

¿Sabes la primera camisa
que te hice a ti?

No.
Fue cuando estabas haciendo

una obra
en el teatro Infanta Isabel,

"¿Quién soy yo?"
¡Ah!

Que hacías de diplomático.

La camisa de frac que llevabas.
Sí.

Ahí es cuando empezamos
a hacerte camisas.

¿Cuántas camisas
se habrá hecho este?

Pues 200 por lo menos.

¿Cuántas?
200.

200 sí, o más, yo qué sé.

Es imposible de decirlo.

Se ha hecho muchas.

¿Y aguanta la misma medida?

Igual, igual.

Siempre lleva la misma medida.

Quiero
que le hagas un traje a este.

Bien.
Me tiene amargado.

¿Comprendes?
Dice que voy desarrapado.

Sí.
Voy hecho un desastre me dice.

Además tú, con la percha que tienes

es fácil,
cualquier cosa que se te ponga

te tiene que quedar bien.
Ponte en medio y saca el metro.

Venga.
(RÍE)

Pero que tú
no tienes nada que envidiar.

Qué coño, me envidian a mí,

que voy a envidiar yo a nadie.
Exactamente.

Tienes las mismas medidas
que Julio Iglesias.

Ese está más delgado que yo.

Este es el patrón de Julio.

Te voy a chequear la medida

porque seguro…

Mira, por ejemplo,

¿ves esto de aquí?

¿De pernera cómo anda?

(RÍE)
Son 100 centímetros de contorno.

El tiro.
No, de… Julio.

100, a ver, mídeselo a él.

Yo creo que tienes un poquito más.

Yo qué coño voy a tener más.
(RÍE)

Pero de pecho, eh.

Pecho tienes más que Julio.

Está más fuerte que él.

¿Cuánto tiene?
104.

No aprietes,
que has apretado demasiado.

Déjame respirar.
(RÍE)

No, pero está perfecto.
¿Ciento qué?

104.
Tienes cuatro centímetros

más que Julio, está bien.

¿No le hiciste
una más larga de la cuenta

para una obra de teatro?

Sí, aquella de:
"Una percha para colgar el amor".

¿Por qué se la hiciste más larga?
Porque salía desnudo.

¿Salías en bolas?
Sí.

Salía desnudo con una percha.

"Una percha para colgar" no,

era
"La chica del asiento de atrás".

Ah, bueno.

Pero ¿salías en bolas o qué?

¿Se la hiciste muy larga
o larguita?

(RÍEN)
Más bien larguita.

Era una camisa corriente.
Un poquito más larga de faldón.

Estuve dos años y medio
con esa función.

Ese es el público
y yo salía por un lateral.

Con una percha en la camisa.

Con una pecha.
Sí.

Salía con una percha,
ese es el público.

Desnudo, eh.

Sí.
¿En bolas de verdad?

En bolas.
Todo, y entonces, esto…

La percha aquí.

Y había mujeres que se sacaban…
En la esquina.

En las esquinas.
(RÍEN)

A ver si había
una corriente de aire.

Cualquier cosa.
(RÍE)

Yo sentía un ruido y me ponía ahí

y todo…
El trasero para el público.

"Creo que acabo de decir
una tontería.

Tengo una prima que cuando cree
que ha dicho algo gracioso

siempre dice después: 'Ja, ja'.

¿Puedo hacerle una pregunta?

Ya ve que estoy
a su entera disposición.

¿Está usted desnudo?

O estoy desnudo

o en este despacho hace un frío
que se mea la perra."

¿Tú los has visto
alguna vez despeinado?

Sí.
Bueno, no.

Porque no lo he visto despeinado
en mi vida.

Joder,
si yo siempre llevo un peine.

Yo hay veces, esto es verdad.

Si hace viento,
yo no salgo de casa.

(RÍEN)

Porque me despeino

y pillo un disgusto de la leche.

Yo no tengo ese problema.
No.

Y muchas veces
yo voy por la calle,

voy por la calle

y me paro a ver un escaparate
y la gente dice:

"Ese está viendo trajes".
Qué coño trajes,

estoy viendo
a ver si estoy despeinado

o no estoy despeinado.

Oye, entonces las medidas
ya las sabes.

A este tienes…
Pero traes un motón.

Tienes un motón ahí de…

¿A quién le haces ropa?
Ya por curiosidad.

Yo, la verdad
es que con muchos personajes.

Pero para mí,
cualquier cliente es lo mismo.

Sí, sí.
El mismo interés.

Es por cotillear, joder.

Mira, este es del Juli.

Del Juli.
Torero.

Este, Jesús Quintero.

Ah, Jesús.

Cayetano Rivera.
Cayetano.

Alessandro Lequio.

Pedro del Hierro.
A este se lo hacía.

¿Has hecho también
a gente de fuera?

Sean Connery. Sí.

¿A Sean Connery tienes aquí?
Sí, le he hecho muchos.

Cuando estaba aquí en Marbella.
Este es el tuyo.

Ese soy yo, sí.

Bueno,
nosotros vamos a ir a papear

que yo estoy canino.

¿Tienes hambre?
¿Para qué quieres comer?

Porque me ha dicho Carmen
que está haciendo una fabada.

Hombre, eso…
Despedimos a Mariano

que es un fenómeno.
Pues nada.

Que le vamos a ver enseguida.
Me da mucha alegría veros.

La factura mía sigue guardándola,
no te preocupes.

Esa la dejo ahí que descanse.

Cuando lleguen los míos
ya pasaré por ahí.

(RÍEN)
Venga.

Mariano, nos vemos.
Me alegro mucho de veros.

Encantado.
Igualmente.

A ver
la que estarán liando estos dos.

(Puerta)

Hola, qué guapo.

¿Y esta mujer
tan bella quién es, por favor?

Es mía.
Ah, sí.

¿Es tuya?

Yo creo que yo soy suyo.

Hombre, qué buen momento.

¿Cómo estás?

Qué bien huele.

Además, una fabada.

Dale, dale.
Vamos a pasar.

Esto de llegar y ya…
Bueno.

Y la mesa puesta, es un lujo.

Bueno, me vais a permitir…
Gracias.

Pero ¿qué haces con vaqueros?

He visto a Arturo
y ya lo hago yo también.

¿Queréis poneros de pie,
por favor?

¿Qué pasó?
No, poneos de pie.

Lo que tú digas,
que para eso eres el jefe.

Ponte ahí, eso.

Cuando se come una fabada
en mi tierra

se empieza a cantar.

(TODOS) # Asturias, patria querida.

# Asturias de mis amores. #

Basta ya, ya está.

Ya nos podemos sentar.
Sí, ya está.

Hay que hacer honor a mi tierra.
Me parece una buena idea.

Este olor…
Qué buena.

Este olor…
Trae, trae.

Qué cantidad de tropezones, ¿no?

No hemos querido traer sidra

porque yo sé que a ti, Bertín,
te gusta mucho el vino.

No, no, por favor.

Mira qué vino.

Tú que entiendes de vino.

La botella me parece preciosa

y es un Ribera del Duero
fantástico.

Es un gusto veros así juntitos,

porque nunca se os ve…
Espera, para no manchar el mantel.

Sí.
Sois muy discretos.

Escúchame, no, discretos
vais a tener que ser todos

cuando os enteréis
que hemos estado en la cama

Arturo y yo.
No.

Sí.
Sí. Ha sido un desliz.

Son de esas cosas.
Más que nada

porque llevaba
media hora esperando

a que se terminara de vestir

y he tenido
que ir a sacarlo de la oreja

del cuarto de baño.
¿Sabes qué ocurre?

Que tarde
o temprano teníamos que hacerlo.

(RÍEN)
No podíamos estar ocultando

al personal esta historia.
Vuestro amor.

Oye, cuéntame una cosa.
Sí.

¿Ha roncado como cuando…?

Pero, tienes que hablar de eso.
¿Qué pasa?

Sí, claro.
¿Por qué no?

A ver si es solo exclusividad mía.

Es desagradable.

¿En qué aspecto? ¿Roncar cómo?

Roncar en el amplio sentido
de la palabra roncar.

De esto que retumba.

¿Qué necesidad
hay de hablar de eso?

Es que Bertín canta
de día y de noche.

¿Tú no roncas?
Yo soy perfecto.

Arturo no ronca, por Dios.
Es que yo soy perfecto.

Es de terciopelo por dentro,
no es humano.

Carmen, por favor.

Deja, por favor, que siga Carmen.

A ver, mírame a los ojos y dime…

que no ronca este señor.
Es que no ronca.

¿De verdad?
Es verdad que no ronca.

No ronco.
No me lo creo.

Pues cuéntale el secreto a Bertín.

Yo en este momento.
Es la perfección hecha hombre.

Y no estás nada enamorada, ¿no?

No, no.

Lo que me va a costar eso a mí,

lo que me va a costar…

Tengo un trancazo.
Siendo tan perfecto

es difícil encontrar
eso que te enamora,

pero seguro que hay algo especial

que te ha enganchado
que has dicho…

Voy a cantar un bolero.

(RÍEN)

No, la verdad es que yo reconozco

que Arturo es mejor ser humano…

Todavía mejor ser humano
que actor.

Y creo que es un grandísimo actor.
Esto sí que está bueno.

Es un pedazo de ser humano.

Sigue, que no te va a interrumpir
en la vida.

(RÍE)

Eras muy jovencita
cuando os conocisteis, ¿no?

No, el joven era yo.

De espíritu siempre, lo sabemos.

El joven era yo.

Pero tenías veintipocos, ¿no?
La fabada impresionante.

Tenía 21.

21.

Veías al actor y te…

A mí es que me pasaba, eh.

Yo he crecido viendo a mi marido
en un póster

hasta que por fin
lo he tenido delante.

Impresiona.
¿Tú tenías 21 años?

Pues sí.
Macho, tú eres un asaltacunas.

No, ya era mayor de edad.

(RÍEN)

Sigue exactamente igual de guapa.

¿Cómo la conquistaste?

Tiene un pico.
El pico de oro.

Que lo cuente ella,
que lo cuente Carmen.

Yo ya iba conquistada de casa.

Ah, ¿sí?
(RÍE)

Porque tú ya le seguías.
Te gustaba.

Sí, es muy gracioso

porque tenía una profesora
de literatura en el colegio

que decía que el único actor

que era verdaderamente atractivo

y que tenía pinta
de galán internacional, etcétera.

Que era una pena que no…

Era Arturo Fernández.

Y yo…

no sabía
quién era Arturo Fernández

en el colegio.

Y había un actor
que yo creí que se refería a él,

que era un señor, muy buen actor,

pero que tenía el pobre la cara…

picada de viruela y no sé qué.

Entonces llegué a clase y le dije:

"Señorita María Rosa,
es que me parece que ese señor

es muy feo".

Y entonces se incendió
y conseguimos

que en vez de llevarnos
al María Guerrero

a tragarnos todos los clásicos,

nos llevara a ver
una obra de Arturo.

Qué gracioso.
Sí.

Para que yo viera que ese señor
era un pedazo de señor imponente.

Y lo viste.
Y lo vi.

O sea, que eras fan.

Bueno, me llamó mucho la atención.

Y luego fue a través de la madre

de un amigo mío
de mi pandilla de verano

que salía
con un íntimo amigo de Arturo

y una noche
estaban en una discoteca

en la que estaba yo y ella dijo,
que es mentira,

porque Arturo no dijo
que me quería conocer,

pero ella quería conquistar
al amigo de Arturo

y dijo: "Os voy a presentar
a esta niña

y vamos un día a cenar".
Para tener ella una cena más.

Y así nos conocimos.

No le habías echado
el ojo todavía.

Y mira que tienes habilidad.

En la vida
siempre me faltaron ojos.

(RÍEN)

Los dos que tiene
no sabes lo que da de sí.

¿Y no te impresionaba
su fama de galán

y de conquistador?
Porque da siempre un poco de miedo.

Eso me impresionó después
cuando vi los hechos consumados.

(RÍE)
Lo que había.

Nosotros empezamos a salir,

pero como él tenía muchas novias,

pues tenía que hacer caso a todas

y era la cosa muy intermitente.

Bueno…

Terreno pantanoso.
Cuando se fue a rodar

una película a México…

Para él los perros
son importantísimos,

entonces, me quedé aquí
a cuidar a los perros.

Y me lo cobré después.

(RÍEN)

"Bueno, me voy en Navidad,
me voy…".

Nunca más quiso salir de aquí.
Nunca más.

Oye, Arturo.
Más, más fabada.

Tú que has sido muy vivido,
como mi marido.

Menudos dos tenemos.
¿Qué consejos

me podrías dar para aplicarlo?

Porque de estar durante muchos años
con una persona,

sobre todo vosotros,
que estáis muy acostumbrados

a la variedad…
(RÍE)

Oye.

Es que tengo un maestro,
me tengo que nutrir,

tengo que aprender. Yo soy así.

Mira, Fabiola, los consejos

siempre hay que darlos
en metálico.

(RÍEN)

Siempre hay quedarlos en metálico.

Y yo te digo que…

Que Bertín,

no me extraña,

está loco por ti.

¿Cómo te cayó eso?

(RÍEN)

Te digo que está loco por ti.

Y lo entiendo.

Lo entiendo.

Yo antes le he dicho…

Le dicho: "No te la mereces".

Pero, mira…
Me lo gano, eh.

Me lo gano
que no me lo ha regalado.

Esto te lo voy a decir,

cuando entraste y te besó,

ahí había amor, había ternura,

había cariño.

Eso se nota en un beso

de un hombre hacia una mujer.

Cuando… No a una amiga.

(RÍEN)

Eso se nota.

Carmen, ¿a ti te está
todo el día adulando?

No, nunca jamás en la vida.

Es que según creo…
Hay que hacerlo.

Eso que tú acabas de ver.

Mira, Carmen está…
No es tanto verlo

como sentirlo.

¿A qué sí, Carmen?

Carmen es abogada.

Y entonces…
Es una declaración de principios.

Por mucho que hagas,
siempre quiere discutir.

(RÍEN)

Siempre discute,
y yo siempre digo…

Aparte, yo no soy un discutidor,

yo soy muy tranquilo.

Escucho y digo, bueno,
me ha caído un chaparrón.

¿Qué le vamos a hacer?

Ya se le pasará.

Pero ¿cómo puedes discutir
con un abogado?

Si a lo mejor…
Lo bueno no es la discusión,

es lo que viene
después de la discusión.

¿A qué sí, mi vida?

Además, no querrás que empiece

a largar por esta boca,

tienen que volverte a invitar
a otro programa,

tenemos que ir a su casa.
Cuenta, cuenta.

No, no.
Porque no sabes, vamos…

Eso ya lo hablamos luego tú y yo.

Yo tengo anécdotas
para escribir libros.

Me vengo con una agenda
a tomar apuntes.

Ellas discuten
mucho más que nosotros.

Hombre.
Es verdad, es una cosa,

no me mires con esa cara,
joder, come.

Quiero decir,

en realidad, esto es un hecho.

A vosotras os gusta discutir,
sois discutidoras.

Nosotros no.
Y a vosotros os gusta

porque si no…
No.

Nosotras discutimos
porque nos gusta la verdad.

Y vosotros…
Queréis la perfección.

No, la verdad.
Cosa que es imposible.

Queremos la verdad.
Pero ¿la verdad de qué?

De las cosas.
¿La verdad de qué?

La verdad de las cosas.

Ninguna cosa. Por ejemplo,

no hay un hombre más fiel que yo.

Perdón, es el catarro. (RÍE)

Si yo no me defiendo,
ya me explicarás

quién me tiene que defender.
¿Esto es pose?

¿El qué?
Porque a vosotros

se os ve enamorados,
y a veces, les cuesta un poco

renunciar a ese papel
de galán seductor.

Ese es el tema.
Y de repente, decir:

"He estado toda mi vida rodeado
de todo lo que he querido

y ahora ya bajo la guardia,

me entrego
a una señora maravillosa.

Que hace una fabada estupenda".
Eso sí.

Pero, bueno…
Yo creo que el tema es ese,

que en el fondo, yo no sé,

creo que Bertín
se ha asentado de verdad.

Sí, pero lo mío es otra historia.

Se ha sentado en esta mesa.

Pero yo creo
que las personas como ellos,

una cosa es que realmente…

Yo estoy convencida,

Bertín… No estoy convencida,
además, lo ha dicho él.

Pero ellos…

En esa época estaba soltero
y ahora está casado.

Pues ya está.
Y ya está.

A que vamos a salir discutiendo.

Que no.
Ya te digo yo.

Que no, hombre.
Arturo, pero es verdad,

vosotros necesitáis gustar.

Necesitáis gustar
y eso es un espacio

que hay que dejaros.
Y te parece…

Tú nunca vas a dejar
de levantar una ceja

cada vez que llegas a un sitio

y hay mujeres.
Pero eso no quita

que esté enamorado.
No quita,

pero él necesita seguir gustando.

Y seguir confirmando.
A mí, a aquel, al de más allá.

A todo el mundo le gusta.

Claro que a todos
nos gusta gustar,

pero vosotros de alguna manera…

Voy a cantar un bolero.
También es un refrendo del éxito.

Voy a cantar un bolero.
(RÍEN)

Ay, pobre.

Hazme caso,
hay que cambiar de tema.

Bueno, bueno.
Que sale discutiendo.

Ha llegado el momento.

Si os volvéis a casar
como lo vamos a hacer nosotros.

Nosotros sería por primera vez.
Ah, ¿sí?

# Hola, ¿qué tal?
Eso sí que cambia de tema.

Qué bonito, eso me encanta.
# ¿Cómo te va?

# Te ves muy bien.

# Dime que fue de aquel amor

# que te ilusionó.

# Yo, ya lo ves, estoy mejor

# desde que te fuiste. #

¿Me preguntabas cómo me conquistó?
Pues ya está.

(RÍE)

Muchas veces digo
que sé cuál es el secreto

de la juventud de Arturo.

Aquí dentro hay un adolescente.
No lo digas, que hay mucho copión.

(RÍEN)
Adolescente conduciendo.

Hay mucho copión, joder.

(RÍE)

Oye, sería bonito
veros casaros, ¿no?

Niña, no seas indiscreta.

Yo es que soy muy romántica.

No seas indiscreta.
Con tantos años que llevan juntos,

¿y no os habéis casado nunca
por alguna razón?

Nunca ha querido casarse conmigo.

No se ha fiado de mí.
¿Tú?

Nunca ha querido casarse conmigo.

Nunca hemos abordado este tema.
Nunca es tarde, Carmen.

Nunca es tarde, no. (RÍE)

De hecho, nosotros hemos pensado…
En recasaros.

¿Sí?
Sí.

¿Y por qué?
Qué bonito.

Eso sí que es bonito
porque no es recasarse

como el símbolo
de las bodas de plata

o las bodas de oro.
No, no.

Te casas realmente.
Renovar votos.

Ir a la iglesia otra vez,
¿qué chaqué te vas a poner?

(RÍEN)

Hay que hacerse uno nuevo.

Eso es muy importante.
O repetir.

Es que no sabes
la que me formó esta un día.

Porque yo me caso con ella
con un chaqué.

No, me casé
la primera vez con chaqué.

Porque los chaqués aquí
se utilizan nada más que para eso.

Que te estás liando.
No, no.

Después se casó una hija mía
y yo fui de padrino

con otro chaqué
que me hice distinto.

Y entonces,
a la hora de casarme con ella

me caso con el chaqué,
porque yo tengo dos chaqués,

tampoco voy a tener… ¿no?

Y me dice, ¿cómo no te has hecho
un chaqué nuevo

para casarte conmigo?
Pero, coño,

uno tiene un chaqué
para toda la vida.

Algo quería estrenar de ti,
Bertín.

Bertín, yo creo que ella
quería estrenar

por lo menos el chaqué de ti.

Ahí está.

Ya empezamos, Arturo, bebe.
Tú no le hagas caso.

Te digo, cambia de tema.
Tienes razón.

¿Cambio a otro bolero de Machín?

Antes hemos estado,
cuando estábamos en la cama.

Es el momento de las confidencias.
Sí.

Él me ha contado
las cosas que le canta,

las cosas que le dice,
en su momento.

Antes de conocerle yo.

Muchísimo antes de Carmen.
Sí, mucho antes.

Vamos, no había nacido yo,
me cago en la leche.

A una le contaba
y le decía las cosas

y era una letra de Machín.

Pero la otra no lo sabía,
entonces le contaba

una especia de cosa
que las mujeres caían rendidas.

Yo he conocido alguno así también.

Que te cuentan cositas,
pero las que leemos un poco

o escuchamos música
nos damos cuentade que…

Fabiola, chatina,

todos hemos copiado
a todo el mundo,

desde los griegos
llevamos copiando.

Y decir…

Ya no puedo decir que te quiero

ni que tú eres mu felicidad.
Eso es otra de Machín.

(RÍEN)

Eso es la leche.

Sobre todo, cuando ella te dice:
"No quiero verte nunca más".

"Espera, que te voy a decir algo".

"Al recordar tu amor,

mi alma entera se va hacia ti".

Y entonces, vuelve. Y dices:
"Joder, por qué habré dicho eso".

(RÍEN)

¿Por qué habré dicho eso?

Arturo tiene una cosa,
no solo con el tema de la mujeres,

si no es una constante en su vida,

que es que cuando algo no sale,

es porque no tiene que salir.

O sea, a Carmen
no le has insistido mucho.

No,
la que tuvo que insistir fui yo.

¿Sí?
Claro.

Además, colarme.
Te conquistó Carmen a ti.

No, yo no le conquisté,

yo…

insistí, era algo tachina.

O sea, lo tenías clarísimo.

Sí, lo tenía muy claro.

Y lo sigo teniendo.
Y además estoy muy contenta.

¿Cómo te llevas tú con los hijos?

Muy bien.

Fenomenal,
los he conocido de muy niños

y la verdad
que son una buena gente.

Lo siguiente a buena gente.

Para mí
el único defecto que tienen

es que no son mis hijos.

Pero también tengo que reconocer

que su madre
es una señora maravillosa.

O sea, yo les adoro y…

Esas cosas ayudan muchísimo.

Sí, por supuesto.

Es parte
de la felicidad de una casa.

Qué duda cabe.

También en eso
hay que agradecer mucho,

porque yo creo
que cuando existe una madre

que vive es más difícil.

Porque siempre tienes…
Es lógico,

yo me lo imagino en mi caso.

Si hubiera sido mi caso.

Pero yo creo que ahí, y de verdad,

lo digo de todo corazón,

yo creo que Isabel ha sido

en ese sentido…
Sí, magnífica.

Maravillosa, que nunca jamás

me ha puesto la proa

porque si no, esto se complica.

Es muy difícil.

Si no, es muy difícil,
pero yo en eso

he tenido mucha suerte.

Yo me he enrollado
a preguntarles sobre ellos

y no me has contado nada
del mercadillo.

El mercadillo, que por cierto,

yo me voy a tener que ir
casi que ya.

Ah, ¿sí?
Cojo un AVE ahora

porque mañana
abrimos el mercadillo,

el bazar de Cáritas,

que ya es una institución
en Marbella.

O sea, que recaudáis…

Recaudamos, somos el 90%

de la recaudación de Marbella

y de alguna parroquia más
de la provincia.

¿Ah, sí?
Sí.

Y bueno, pues nada,
me tengo que ir para allá.

Y a propósito
de que me tengo que ir para allá,

Bertín,

danos algo.

(RÍEN)

¿Qué nos puedes dar?
Necesitamos de todo,

tenemos ciento y pico puestos,

8.000 o 9.000 visitantes
como te he dicho.

Pero ¿de qué?

¿Tú qué tienes? ¿Tú qué haces?

Donar algo se refiere.
Tú, aparte de guapo,

buen cantante, magnífico…
Actor.

Actor, magnífico todo.

Tú tienes…

Haberme dicho algo.
Es que no sabíamos.

Jamón.
Jamón.

Patas de jamón.
¿Cuántas?

(RÍE)

¿Cuántos cerdos me vas a dar?

Cerdos, con la cantidad que hay.

Sobran.

No, ahora lo organizamos.

¿Sí?
Sí, claro.

Hacemos rifas
en la cena de la paz,

que es el viernes,
que espero que vaya todo el mundo.

A lo mejor le puedes dar algo
para que lo subaste o lo rife.

Si yo lo llego a saber,
traigo algo.

Algo tuyo.

Lo que tengas encima.
No me voy a quitar los pantalones.

No, los pantalones no.

¿Qué hago?

No sé, un cinturón,
¿lo puedes subastar o vender?

Sí.
A mí no se me van a caer

los pantalones.
Caerse no se van a caen.

Te lo firmo por detrás?
Sí, por favor.

Voy a buscar un rotulador.

Momento histórico, Bertín.

Es una chorrada,
pero no tengo otra cosa.

Que no, que sí, otra cosa tienes,
los jamones.

Sí, vale, vale.

Lo tengo en cuenta.

Ya lo vamos a arreglar.

¿Te firmo aquí o qué hago?

Sí, claro.

Te pongo aquí dos firmitas.

Fenomenal.

A ver si algo…

De todas maneras.
Algo se saca.

Sí.

Bertín además, es muy peculiar
con los cinturones.

Siempre lleva cinturones…
Distintos.

Raros.

Sí, es verdad.

Os voy a dejar.
Te vas entonces.

Mariló no ha llegado,
le dais un beso enorme de mi parte

que es íntima amiga mía.

Además la adoro.

Y además, el año pasado
estuvo en el bazar

firmando ejemplares
de su maravilloso…

Me perdonáis, lo siento.

Muchísimas gracias.

El tren es el tren.
El AVE siempre sale bien.

Están tocando.
Me parece que es Mariló.

Perdonadme.
Si quieres, voy yo.

¿De verdad?
Sí, voy.

¿Hola?

¿No te molesta?
Estáis agustito hablando,

yo le abro.
Vale, vale.

Chatín.

¿Cómo lo ves esto?

Toma un pastel,
que te va a hacer falta,

hazme caso.

Hazme caso, toma un pastel.

Hola.
-Hombre.

Pero bueno.

-¿Cómo estás?
-Para comerme.

¿Y tú?
-Qué guapa. Muy bien.

-Tú sí que estás guapa.
-Agustito con Arturo.

-Ya te veo.
-Con tu amigo Arturo.

-Hoy ye ha tocado
en casa de Arturo.

Bueno, bueno, pero qué belleza.

Déjame que me quite.
Joder, joder, joder.

Perdóname, perdóname.

Perdóname.
Como le enseñé el otro día

a ser un caballero.

A Fernando Ramos,
¿cómo estás, cariño?

Es un placer, de verdad.

Hay que ver cómo te has vestido
pare venir a casa de Arturo.

Bueno, ¿os sentáis?

Hombre, sí.

Perdón.

Cuando uno viene con Arturo

hay que venir muy elegante vestido.

Hay que tener un cuidado,

como te equivoques aquí,
no veas este largando.

Es una lástima, te has perdido
una fabada impresionante.

Me lo imagino.
De verdad,

no te lo puedes imaginar.

Carmen se ha tenido que ir,
te ha dejado un beso enorme.

Sí, se marchó a Málaga.
Al rastrillo.

Pero ¿vosotros
por qué sois tan amigos?

¿De qué os conocéis?

Toda una vida empezó en mí.

# Toda una vida.

(RÍE)

# Estaría contigo.

# No me importa en qué forma

# ni cómo ni cuándo.

# pero junto a ti.

Parecemos "Cine de barrio".

# Toda una vida… #

Es de llorar, eh.

Yo escucho esto y lloro.

Porque me acuerdo de mi juventud,

antes se bailaba a lo abrazado.

¿Tú has llorado?

Por una mujer, siempre.

Yo siempre lloro.
¿De verdad?

Tiene una jeta.

Lloro por una mujer.

Tienes una cara dura espectacular.

Arturito, no me jodas.
Te puede mentir perfectamente.

Por las mujeres
que no he podido amar.

Vete a la mierda. (RÍE)

¿Hay alguna mujer
que no hayas amado, Arturo?

Dime una.

Es un jeta.

¿Cuántos habitantes tiene España?

(RÍEN)
47 millones.

Pues, joder,
hay 27 millones de mujeres.

Todas son para amar.

Yo amo a las mujeres,
¿qué quieres que te diga?

Pero no por nada,

sino para admirarlas, para…

¿Tú sabes la envidia
que tenemos en este momento

de todos los españoles
con dos mujeres tan bellas?

Bueno, y más ella
que fue Miss Venezuela.

-No fui, eso siempre
se ha quedado ahí

en las redes sociales.
-Ah, ¿sí?

-En Internet o yo qué sé.

Nunca fui Miss Venezuela.

¿Dónde tenían los ojos?

Participé, pero no fui.

-Bueno, pues…
-No me hizo falta.

-El título ya se te ha quedado.

Podrías haber sido perfectamente.

Vosotros seguid hablando,
que yo me estoy poniendo morado.

¿Quieres un pastelito?
-Sí, ahora me tomo un café.

Por cierto,
tengo una cosa que darte.

¿Qué me tienes que dar?

Te dejaste el otro día en la tele
una cosa que te tengo que enseñar.

¿Sí?
Sí.

¿Qué he dejado?

A parte de mi corazón.

¿Qué he dejado?
(RÍE)

¿Qué he dejado, chatina?
Te dejaste una cosa.

¿Sí?
Sí.

Esto quiero que lo veáis,

esto es lo más delicado,
esto es oro puro.

Esto probablemente,
Bertín, Fabiola,

sea la primera fotografía

que le habrán hecho
a Arturo Fernández

en toda su vida.
No me lo puedo creer.

¿Qué foto es, chata?

Pero, chico.
Y probablemente,

sea, no la primera fotografía
que le hicieron en toda su vida.

¿Este es Arturo?
Sí.

Pero ¿qué me dices?

Mírale el peinado.

El peinado, y parece que tienes
un barrigón.

Parece "Artura" para empezar.
Parece que estás preñado.

Pareces una chavala.

Pero ¿por qué me pones
tantos defectos? Déjame verlo.

La única vez en su vida
que ha tenido barriga.

Es acojonante.

Quita eso de la circulación.

¿Qué coño voy a tener barriga?

Es una jodida luz
que me ha puesto.

(RÍEN)

Mira qué guapo,
mira qué tirabuzones.

Venga acá, chatín.

(RÍEN)

¿Quién te peinó así, mamá?

No lo sé.

Qué cabronada,
eso no se puede traer.

Pero es que es todo,
los zapatitos, ¿no?

Oye, Arturito, una pregunta,

¿tú la quisiste contratar a Mariló

para una obra de teatro?

Totalmente.
¿Sí?

La vi en un…

En los 60 años míos.

Por eso nunca he podido
negar la edad.

Porque… ¿Cómo se llamaba?

Jesús Hermida.
Jesús Hermida

me hizo un homenaje
con los 60 años.

Y a partir de ahí,
ya me explicarás.

Y conocí a Mariló

y yo la vi con un swing
y una forma de interpretar.

Yo iba a hacer una comedia
que se llamaba

"Alta seducción".

Era la protagonista.

Y yo te vi,

dije: "Esta chica…".

Porque siempre me gustó
en mis comedias

sacar a actrices.

Quiero decir, Amparo Larrañaga

salió de mi compañía,

en fin, yo qué sé,

Remedios Cervantes…

Cinco o seis que hoy
son cabeceras de cartel.

Lo cual, pues me enorgullece.

Y entonces la vi, dije yo:

"Esta chica sería perfecta

para la protagonista
de 'Alta seducción'".

Y la llamé…

y me dijo que no.

Una que te dijo que no.

Mira tú por dónde.
(RÍEN)

Me dijo que no, y efectivamente,

lo sentí.

¿Por qué fue?

(RÍEN)
¿Por qué dijiste que no?

¿Por qué le dijiste que no?

De verdad,
no lo he podido… Bueno.

En aquel entonces pues…

Fue una impresión tremenda.

No lo he contado nunca
y siempre me lo has preguntado

y nunca te he contestado
a esa pregunta.

Me impresionó tanto,

eres… Le llamamos el jefe.

Los amigos íntimos
le llamamos el jefe.

Pero entonces
no eras el jefe para mí,

eras Arturo Fernández,
que lo sigues siendo.

Pero claro, una chiquilla como yo,

con 21 años entonces,

que Arturo Fernández

se acercara a mí personalmente
a decirme:

"Pásate porque quiero hacerte
una oferta de trabajo

y quiero que seas la actriz
de mi obra de teatro".

Yo me quedé impresionada,
me podría haber desmayado

en ese mismo momento.

Yo miraba a mi alrededor mareada
y diciendo:

"¿Me está pasando esto a mí?".

-Es una cámara oculta.
-Me están tomando el pelo.

Pero ¿por qué, no lo entendí?
Me asusté enormemente.

Me vi tan pequeña,

tan sola para tomar
en ese momento esa decisión,

que no la consulté
ni siquiera con mis padres.

No tuve valor.

Y lo vi tan grande
y yo tan pequeña.

Pues ya tienes la contestación.

No fui ni al teatro.
Le diste miedo, Arturín.

No.
Vi en el reloj

que se pasaba el tiempo

y yo: "Me estará esperando
en el teatro y no voy".

Estaba yo en mi casa.
¿Y así fue?

Nunca apareciste.
-Esperé y nunca aparecí.

Sí, fue así.

¿Qué papel te gustaría hacer
que no has hecho?

El de Otelo.

Joder.

Pero me tengo
que maquillar de negro.

Entonces, iba a estar
más pendiente

de que el maquillaje
me iba a manchar la camisa.

(RÍEN)

Que la frase.

¿Te queda algo por hacer?

Joder, no lo sé, déjame pensarlo.

Entonces es que no.

Me quedan tantas cosas
por hacer todavía…

Cuando volvamos otra vez a vernos,
algunas de esas cosas

las habrás hecho.
Ya nos las contarás.

Y otras que espero
que las hagamos juntos.

¿Cómo qué?

¿Qué estás pensando?

Disfrutar.

Vaya pareja de dos estáis hechos.

Las veces que nos hemos visto
Arturo y yo

siempre ha sido agradable,

siempre ha sido relajado.
Totalmente.

Siempre ha sido
una comida agradable.

Una conversación simpática.

Y siempre que yo he ido
a algún sitio

donde había mucha gente.
Yo con Arturo al lado.

Porque lo disfruto muchísimo,
es amigo de mi padre,

le quiero de toda la vida.
Sí.

Le he ido a ver cientos de veces

porque he disfrutado muchísimo.

Pocas veces en la vida

se disfruta de los amigos.

No es que te corresponda
con lo que me has dicho, pero…

Yo a ti siempre te he querido.

De verdad, Bertín.

Yo le veía.
No, en serio,

siempre te he querido.

Y eso no es una letra de Machín.

Aunque no te vea.

Hay gente que la quieres
aunque no la veas.

¿Sabes lo que siempre me dice
cuando me ve? Siempre.

¿Cómo está tu padre?

Cuida a tu padre.
Sí, sí.

Cuida a tu padre
porque solo hay uno.

Siempre me lo decía.

Se lo digo a papá y me dice:
"Qué tío más fenómeno".

Porque lo he visto siempre
con soledad.

Y yo sé lo que es la soledad.

Y tu padre
siempre me ha caído muy bien.

Bueno, oye, muchísimas gracias.

A ti y al programa.

Por vernos otra vez.

Gracias, Arturito.

De Arturo me ha dejado de piedra
que cuenta ya 86 primaveras.

Por no hablar de lo bonitas
que tiene las piernas.

Bromas aparte,
me enternece que a su edad

llore recordando a sus padres

y que se haya quitado
ese pudor estéril

que le impidió decirles en vida

lo que hoy les confiesa en muerte.

Sigue siendo
un galán por excelencia,

pero me he encontrado a un chatín
que no hace gala de macho,

sino de Machín,

a cuyos boleros
debe tantas conquistas.

No sabía que no iba para actor,
sino para cantante

y que fue el azar
lo que lo llevó al séptimo arte.

Y que antes muerto
que despeinarse.

Ni que lleve tres décadas
con Carmen, pero sin casarse.

Si no lo han hecho,
será porque ella no ha querido

porque en una mañana
que la he conocido

me ha sacado un jamón, un cinturón
y si me descuido, el abrigo.

Sin duda tiene un buen maestro,

hay que ver lo seductor
que es el asturiano,

que ha conseguido
que Fabiola y Mariló

coman de su mano.

¿Su secreto?
Ser un eterno adolescente.

Sigue así, Arturo,
en cuerpo y también en mente.

En la tuya o en la mía – Arturo Fernández

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