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Opinión - 16.12.2018

…Y Draghi tenía razón

El BCE certifica la vuelta a la normalidad monetaria a pesar de los pronósticos de desaceleración

El Banco Central Europeo (BCE) ha cerrado 2018 como se esperaba: su presidente, Mario Draghi, anunció la suspensión del programa de compra masiva de deuda, aunque mantendrá el stock de endeudamiento durante un tiempo prudencial. La política monetaria excepcional, que tantos enfrentamientos le costó con el Bundesbank, el Gobierno alemán y los partidarios de la ortodoxia, llega a su fin. La interpretación de Draghi, compartida por los mercados, es que la excepcionalidad monetaria aplicada desde 2015 ha inyectado 2,6 billones de euros en la economía europea, ha reducido las primas de riesgo de las economías nacionales, ha conjurado la amenaza de deflación y ha contribuido a recuperar el crecimiento en la eurozona. La sugerencia en el aire es que los tipos volverán a subir en el otoño de 2019.

Los hechos han dado la razón al presidente del BCE. Es inevitable felicitarse por la vuelta a la normalidad monetaria. En primer lugar, porque la vuelta será gradual, como prueba la promesa de Draghi de que el BCE seguirá reinvirtiendo los vencimientos de los bonos. Después, porque la clausura de la excepcionalidad supone reconocer que las consecuencias de la crisis financiera se han superado. Aunque en el terreno social la brecha se ha hecho enorme, hoy resulta difícil reproducir los intensos temores que recorrieron los mercados en 2014 y la inquietud que provocó la amenaza de deflación.

La situación de la economía internacional no permite detenerse demasiado tiempo en las complacencias. La normalidad monetaria se hace necesaria hoy porque si el BCE prolongara las medidas excepcionales y en un plazo corto previsible, por ejemplo 2020, rebrotara una recesión, el euro carecería de instrumentos monetarios para combatirla. Hay amenazas ciertas para el crecimiento de la eurozona. Las previsiones apuntan a una desaceleración en 2018 y 2019. La guerra comercial declarada por Trump y los conflictos tecnológicos abiertos con China pueden agravar esa desaceleración. Es prudente tener los instrumentos monetarios afinados en un área económica que apenas dispone de mecanismos fiscales.

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