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Opinión - 04.10.2019

Retaguardias

El odio ya no está en los cimientos de la sociedad. España ya no odia a España

La Guerra Civil española aún tiene muchos rincones que alumbrar, observar y limpiar. Desde luego, no es el único el de los muertos mal enterrados, como tantos republicanos, o sobreenterrados, como es el caso de Francisco Franco, el canalla que lo empezó todo.

Poco a poco, pero con tesón digno de los empeños que valen la pena, algunos historiadores van sacando de la triste realidad española de los años treinta del siglo pasado conclusiones e informaciones que tienen gran utilidad para el presente.

Acaba de publicarse Retaguardia roja (Galaxia), de Fernando del Rey, un libro que dedica sus páginas a lo que sucedió en algunos pueblos de Ciudad Real después de que los militares franquistas y sus seguidores dieran la señal para que empezara la gran matanza. Lo que sucedió allí, contado con una precisión estremecedora, fue que se produjo una matanza sistemática, metódica y cruel de personas consideradas “de derechas”. El libro de Del Rey es la continuación de otro también suyo, Paisanos en lucha (Biblioteca Nueva, 2008). Y entre los dos se llega a una conclusión feroz: cuando comenzó la guerra en España, en los pueblos todo el mundo sabía a quién quería matar cuando se diera la posibilidad.

La Guerra Civil española provocó más muertos en la retaguardia que en el frente. Murió más gente en las cunetas que en las trincheras. No fue muy heroica. Fue más parecida a una guerra carlista, en las que había más fusilados después que muertos en las batallas, que a las guerras europeas del primer tercio del siglo XX, en que se contaban por decenas de miles los soldados caídos en cada batalla.

Más allá del número de muertos, que ya se va conociendo, interesa mucho a los historiadores y, por tanto, a todos los ciudadanos, saber la “calidad” de esas víctimas. Y resulta, gracias a trabajos como este, que casi todos los muertos lo fueron por el odio. Más aún, que la Guerra Civil fue producto del odio. La gran responsabilidad de Franco y sus adláteres fue darle a eso una salida homicida.

Uno de los grandes efectos que pueden tener estudios tan sistemáticos como el de Del Rey es justamente ese: España no corre más riesgos de una nueva guerra civil porque la gente no se odia, pese a que algunos políticos xenófobos lo busquen.

Es preciso evitar el odio. Porque ya no está en los cimientos de la sociedad. España ya no odia a España.

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