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Opinión - 06.10.2019

Repliegue y orgullo

Almeida sabe bien lo que pregona: aislacionismo, autenticidad, la Europa-fortaleza

Sin duda conocerán ya ese interesante vídeo en el que Daniela, una pequeña estudiante, pregunta al alcalde de Madrid qué haría si tuviera que elegir entre donar dinero a la catedral de Notre Dame o para replantar el Amazonas. “A la catedral de Notre Dame”, contesta veloz José Luis Martínez-Almeida, ante la sorpresa mayúscula y elocuente de su infantil audiencia. ¿Por qué, si es el pulmón del mundo y está ardiendo?, preguntan los niños. La respuesta del alcalde a este falso dilema es clara: Notre Dame “es el símbolo de Europa, y nosotros vivimos en Europa”.

El contraste entre la imaginación infantil, capaz de proyectarse más allá de nuestro estrecho mundo, frente a la de Almeida, anclada en lo local, quizá haya sorprendido a algunos. Aquella obedece a la lógica de la empatía, mientras que el alcalde se adhiere a ese provincianismo kitsch tan nuestro, siempre agarrado al enaltecimiento de lo propio. Sin ser conscientes de ello, los niños plantean una argumentación más sofisticada, pues son capaces de identificar lo que compartimos a pesar de la distancia: el valor de una biodiversidad que necesitamos, pues el Amazonas es el amortiguador de emisiones de carbono más importante del planeta. Al hacerlo una preocupación nuestra, mostramos el amor y el cuidado por la humanidad.

La respuesta del alcalde no es inocua, pues sabe que, defendiendo una catedral cristiana como símbolo de Europa, activará el sentimiento de arraigo y orgullo de mucha gente. El alcalde utiliza el monumento como frontera para resignificar la idea de Europa: en su formulación conservadora, ya no destaca por su vocación universalista, sino por ser expresión del particularismo, aun disfrazado de pseudocosmopolitismo. Proteger nuestro famoso “estilo de vida” es el mantra conservador ante el vértigo que nos genera que el orden global desplace su centro de gravedad hacia Asia. Cómo respondemos a este redimensionamiento explica nuestra mirada hacia el mundo, toda vez que hemos dejado de reclamar la mímesis con nuestro modelo, como ocurrió tras la caída del muro de Berlín, aunque sigamos sojuzgándolo desde la jerarquía moral de quien se sabe en el espacio más libre e igualitario del globo. Este contraste entre repliegue y orgullo llevó a Trump a la Casa Blanca, y es el discurso que explota Almeida. El vídeo ha generado risas en las redes, pero Almeida sabe bien lo que pregona: aislacionismo, autenticidad, la Europa-fortaleza, una política identitaria con la religión como base del repliegue reaccionario, la fórmula mágica para identificar y negar al contrario. No nos engañemos: es un agarradero en tiempos de incertidumbre, y se necesita algo más que la carcajada para desarticular un mensaje tan poderoso.

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