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Opinión - 22.05.2019

Peor lo tiene la oposición

La legislatura va a ser complicada. Tal vez hasta reemplazar el vacío de ‘Juegos de tronos’

Hay una máxima canónica de Andreotti, autor de tantas: “el poder desgasta, sobre todo a quien no lo tiene”. Ayer se pudo comprobar. Sánchez tiene problemas, desde luego, pero de momento se le adivinan más problemas a la oposición. Sánchez lidera el Congreso con una aritmética ajustada pero no desesperada. La oposición, dentro y fuera de su partido, le ha hecho fuerte. En definitiva, él ya ha experimentado ese viejo prontuario de la Cámara de los Comunes británica: Ningún Gobierno se hace sólido sin una oposición temible. No va a tener una legislatura fácil, pero parece que será llevadera, desde luego más llevadera que hasta ahora.

Albert Rivera tiene prisa por representar que es el líder moral de la oposición. En el estreno de la legislatura, ya ha escenificado una performance de furia patriótica para visibilizar ese liderazgo del bloque de la derecha. El problema es que tiene menos diputados que el PP; y aunque la psicología no se ciñe a la aritmética, en el parlamentarismo a todo lo que no esté sostenido en aritmética se le acaba viendo el truco. «Personas que han pisoteado la dignidad de España hoy han venido a volver a humillar a los españoles… Esta Cámara, señora presidenta, merece que nos defienda a todos los españoles», sobreactuó abusando del argumento de España en peligro. Si todos esos juramentos más o menos chuscos le parecen una amenaza para España, ¿por qué en la anterior legislatura, cuando el PP dependía de ellos, nos legislaron para que se jure bajo una fórmula cerrada? ¿Tal vez porque sería dudosamente constitucional para quienes se arrogan la autoridad constitucionalista?

Aunque en la prensa de derecha se haya reaccionado ante la sesión como un escándalo irreparable, una vergüenza que humilla a España ante el mundo, incluso vaticinando que la escena saldría en todos los telediarios del planeta como un episodio de factura norcoreana, la realidad es que apenas ha tenido el menor eco. Es posible, por el contrario, que ese escándalo que dicen temer, no sea más que un deseo íntimo: ver a España en el barro, para nutrir su discurso. La oposición debería cuidar el riesgo de que esto se les note demasiado. De las urnas del 28-A les quedan algunas lecciones por repasar para afrontar esta legislatura con mayor solvencia y más éxito.

Casado ha optado inteligentemente por aguardar al domingo para sintonizar mejor su fuerza. De momento evitó un dueto con Rivera, a quien espera que las urnas devuelvan al plano de actor secundario. Claro que si el domingo los resultados fallan, quizá oiga en Génova algo de ruido de sables, al menos el rumor de las cuchillas afilándose. De momento tener que repetir constantemente que sus antecesores perdieron hasta dos veces le debilita. Sea como sea, Casado evitará caer en la melancolía de dirigir un grupo parlamentario de 67 escaños; y con eso ejercerá la condición de segunda fuerza. O fuercilla, según las ironías que ellos le despachaban a Sánchez al caer a 84 y que ahora tanto les pesan.

El independentismo ha exhibido en el Congreso un amplio catálogo de sus contradicciones. El espectáculo de cara a la galería, más cercano al onanismo propagandístico que a ninguna satisfacción real, resultó baldío; e incluso la réplica de Vox, tanto en el ruido como en el “Por España” como juramentados de Covadonga, solo enfatizaba la vaciedad de quienes tensan la normalidad. En definitiva, estaban en el Congreso de España, donde reside la soberanía nacional, y lo hacían como diputados españoles, tras concurrir a las elecciones generales… Lo del ‘imperativo legal’ es, incluso, el extremo de lo ridículo. ¡Pues claro! No se les pide que amen la tortilla de patatas o que celebren los goles del Madrid, solo que acepten el imperativo legal para todos los ciudadanos en un Estado de derecho. Es lo que no hicieron el 1-O y por eso se les juzga.

La legislatura va a ser complicada. Tal vez hasta reemplazar el vacío de Juegos de tronos, ahora que los fans de ese gran teatro de poder, traiciones, deseos y venganzas, han quedado huérfanos. Desde luego en las sesiones de control van a tener buena ficción del género. Pero no hay que confundir teatralidad con dramatizar en exceso. Ni este es un Estado opresor ni España se rompe ni hay que reconquistar España. Algo de normalidad estaría bien. El Gobierno tiene margen para la estabilidad, y a la oposición plural no le faltarán argumentos.

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