Opinión - 10.07.2019

Libra

Estamos ante una concentración de poder excepcional, la red social y la financiera; así como de la ausencia de una autoridad externa que regule sus acciones

Libra, la nueva criptomoneda anunciada por Facebook, se podrá comprar con dinero nacional y utilizarse para realizar pagos por Internet. Será gestionada por medio de un organismo independiente ubicado en Suiza, la Asociación Libra, que cuenta a día de hoy con 28 miembros. Se espera que lleguen a 100 en 2020, fecha prevista para su lanzamiento. Ahora bien, y aquí radica la novedad, Libra estará respaldada por una reserva de activos reales formada, entre otros, por los depósitos en moneda local que se realicen al adquirirla. Es decir, tiene un alcance mucho mayor que las criptomonedas actuales, es una moneda digital con un soporte material. La creación de moneda, un bien público por excelencia, ha sido históricamente una prerrogativa del Estado por constituir este garantía de su validez. Al adoptar la asociación esta función de alguna forma está asumiendo una capacidad propia del Estado, hecho que legitima la organización desde la óptica del interés común. El blog y el Libro Blanco de Libra presentan la iniciativa como un proyecto de profundo carácter social: “bien público”, “el progreso de la inclusión financiera”, o “empoderamiento económico” son algunas de las expresiones que utiliza para resaltar sus objetivos. Pero bajo este envoltorio subyace un léxico cargado de connotaciones políticas que alude a “formas de gobierno descentralizadas”. Incluso emite una llamada a la acción comunitaria global para “formar un movimiento real en torno a este objetivo”. Estamos ante una estructura supranacional con atributos de Estado, de dimensión planetaria, pero sin territorio, o en todo caso, con un territorio sui generis, el de la red que domina: “El mundo necesita una moneda global y nativa del entorno digital”.

Desde su anuncio han surgido numerosas voces advirtiendo de los riesgos sistémicos que plantea esta operación y que derivan de una concentración de poder excepcional, la red social y la financiera, así como de la ausencia de una autoridad externa que regule sus acciones y frente a la que rendir cuentas. Martin Wolf considera la posibilidad de que se convierta en una entidad prestamista, y que el mundo acabe por tener un único banco dominado por Facebook. Para Katharina Pistor, cabe imaginarse un escenario de gran default y se pregunta qué ocurriría si cayese un sistema de pago de 2.600 millones de usuarios, ¿quién lo rescataría? Si el impacto sobre la estabilidad financiera es evidente, la influencia sobre la vida política de las personas no es menor. El cofundador de Facebook Chris Hughes avisa de que Libra debilitará a los Estados nación con economías débiles. No se trataría de una descentralización a favor de los más necesitados, como proclama el gigante tecnológico, sino de un trasvase de poder hacia los actores existentes, es decir, los socios fundadores de Libra, entre los que destacan corporaciones de peso como Mastercard, PayPal, Visa, Vodafone, y por supuesto, el propio Facebook.

@evabor3

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