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Opinión - 20.04.2020

Las nuevas reglas del juego

Sustituir los jurados y comités de artistas por funcionarios, militantes y políticos convertiría los apoyos del Fonca en lo que se les acusaba, erradamente, de ser: prebendas de coacción

Mucha tinta (virtual) y bilis (real) se han vertido en el debate en torno a la decisión del gobierno de disolver los fideicomisos culturales. Entre ellos el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (Fonca), que desaparecerá tal y como lo hemos conocido hasta ahora, es decir, como una suerte de chipote legal extraordinario, y que será fijado en el organigrama y presupuesto de la Secretaría de Cultura.

Los más aviesos (esas personas que creen que el arte no tiene importancia; o que no cuentan con producción artística alguna pero hablan como si fueran maestros consagrados; o que la tienen, pero no les interesa ni a sus familiares cercanos) festejaron anticipadamente la muerte de los apoyos del Estado a la creación artística, a los que reputan como injustos (porque no alcanzan para todos, igual que pasa con cualquier beca del tipo) o porque se reparten “entre los mismos” (infundio que se desvanece al consultar los resultados históricos de las convocatorias, pues los beneficiados han sido miles). El pasado viernes 17 de abril, el gobierno aclaró que no, que los apoyos no desaparecerán sino que “serán fortalecidos”. Y la inquietud saltó, entonces, del lado de creadores y observadores que defendieron al Fonca durante las semanas de incertidumbre y alertaron del error que sería liquidarlo.

En pocas palabras, el temor de estos creadores es que, con el cambio administrativo, desaparezca lo que identifican como “autonomía” del Fondo y sus reglas de operación y que las decisiones sean tomadas, ahora, por funcionarios en vez de, como se ha hecho, por jurados y equipos técnicos de artistas y especialistas. Aquí cabe aclarar que el Fonca no ha sido una suerte de INE autónomo sino que, desde su fundación, han sido las autoridades culturales quienes lo han operado. Pero sus decisiones sí que han estado al margen de la voluntad de los funcionarios que, cabe suponer, en muchísimos casos habrían sido diferentes…

Aún no se sabe con claridad cuáles serán las nuevas reglas del juego o si el esquema anterior continuará. Pero la alarma está justificada porque el gobierno ya habló, en su habitual tono rijoso, de “acabar con la opacidad y la corrupción” de los apoyos. Ningún sistema es perfecto y el Fonca tiene y tuvo limitaciones y errores históricos. Sin embargo, sustituir los jurados y comités de artistas y especialistas por funcionarios, militantes y políticos convertiría los apoyos en lo que se les acusaba, erradamente, de ser: prebendas de coacción. En fin: quizá esa sea la intención del gobierno, pero, a la vez, queda claro que la comunidad artística va a defender con todo los criterios independientes que, a través de críticas, reformas, debates y mejoras, se establecieron a través de los años y que evitaron que los apoyos mutaran a dádivas.

Hay entre los artistas, sin embargo, un pesimismo extendido y fácil de comprender. Sí, los apoyos se mantuvieron, pero numerosos funcionarios del actual gobierno se han visto, una y otra vez, torpes y miopes al momento de hablar de creación. Comenzado por el presidente López Obrador, cuyo concepto de cultura son los festivales patrios, siguiendo con legisladores oficialistas como Jesusa Rodríguez (multibeneficiada por becas en su faceta de artista, pero a la que ya no le gusta que existan) o hasta la secretaria de la Función Pública, Irma Sandoval, quien se las arregló para convertir una buena noticia (la decisión de mantener los apoyos) en un regaño a los artistas (y hasta para saludar con sombrero ajeno, porque vindicó la conversión del viejo Conaculta en secretaría de Cultura, una medida que fue tomada por el gobierno anterior).

A los gobiernos, lo sabemos, lo que les gusta son la incondicionalidad, los aplausos y las porras. Por eso, la comunidad artística tendrá que seguir vigilante y movilizada: para impedir que la mudanza administrativa de los apoyos a la creación intente convertirlos en premios para las mascotas que hagan trucos al gusto de los funcionarios en turno.

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