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Opinión - 29.07.2019

La hora de Zelenski

El nuevo presidente de Ucrania, exactor de series televisivas, cuenta con el apoyo de la UE y el FMI para conseguir la paz

Ni el más optimista de los guionistas hubiera imaginado para Volodímir Zelenski un guion tan afortunado. Después de haber interpretado el papel de un profesor que, por sorpresa, es elegido jefe del Estado en la serie de televisión Sluga Narodur (El siervo del pueblo), emitida asimismo por Netflix, el pasado abril el excómico fue coronado presidente de Ucrania también en la realidad. Esperando capitalizar su popularidad, este actor de 41 años disolvió un Parlamento fiel a su predecesor, Petró Poroshenko, y convocó elecciones anticipadas. Y ganó también esa apuesta.

Decepcionados por una clase dirigente juzgada corrupta e ineficaz, cansados de la prolongada crisis económica y agotados por el conflicto separatista del Este filorruso que en cinco años se ha cobrado 13.000 vidas, los electores entregaron al neófito de la política la mayoría absoluta de la Rada, el Parlamento ucranio: un poder que ningún otro presidente había tenido nunca desde la independencia de Kiev en 1991. El mensaje de las urnas fue claro: Ucrania quiere un cambio. Sin embargo, es un misterio cómo piensa aprovechar Zelenski esa doble victoria sin precedentes.

Sin un pasado político a sus espaldas al que poder referirse —como no sea en la ficción—, “Ze” ha presentado a sus electores una posibilidad de futuro sobre la que cada cual ha proyectado sus propias aspiraciones. No obstante, los dos primeros meses de presidencia no han aclarado las dudas de la comunidad internacional sobre sus relaciones con el oligarca Ígor Kolomoiski o sobre su círculo de colaboradores. Hasta ahora, el presidente neoelecto tenía las manos atadas por una mayoría parlamentaria hostil. Ahora ya no tiene coartada. Los números de la Rada le dan la posibilidad de llevar a término las promesas de cambio y, en particular, la lucha contra la corrupción, la reforma judicial y la resolución de la guerra en el Donbass. No solo está en juego el futuro de Ucrania, un país estratégico encajonado entre el voluminoso vecino ruso y el flanco europeo de la Alianza Atlántica, sino también el de la Unión Europea.

El éxito de las reformas será un banco de pruebas para la credibilidad del Partenariado Oriental, el programa de integración de la UE con sus vecinos del Este, y del Acuerdo de Asociación con Bruselas firmado por Kiev en 2014, a resultas de la revuelta del Maidán. Mientras que un cese del fuego en el este de Ucrania, además de poner fin a un sangriento goteo de vidas, podría interrumpir el deletéreo pulso de sanciones y contrasanciones entre Rusia y la UE.

El nuevo incidente en el mar Negro demuestra que el recorrido hacia la paz es accidentado, pero hay señales que hacen albergar esperanzas. Archivado el revanchismo militar de su predecesor, Zelenski ha llamado al presidente Putin para hablar de un posible intercambio de prisioneros. Y militares ucranios y separatistas filorrusos se han retirado a un kilómetro de la “línea de contacto” en Stanitsia Luganska, en el frente de guerra del Este: primer paso concreto tras la firma de los acuerdos de “Minsk II” hace cuatro años y medio.

Además de con la confianza de los electores, Zelenski puede contar con el crédito de la UE y del Fondo Monetario Internacional. En ambos casos se trata, sin embargo, de un apoyo no incondicional. Los embajadores del G7 condenaron su propuesta de purgar a los funcionarios que hubieran trabajado para su predecesor, mientras la comunidad internacional observa con aprensión la investigación a una acería de ArcelorMittal acusada de contaminar la ciudad natal de Zelenski. Tampoco los ucranios hacen concesiones. La experiencia de los llamados “eurooptimistas” nos lo enseña.

Inmediatamente después de la revuelta del Maidán, los ucranios llevaron al Parlamento a una veintena de jóvenes reformistas que se habían batido el cobre en la calle a favor de la UE. Al vencimiento de su mandato, sin embargo, los electores no han tenido inconveniente alguno en deshacerse de ellos, puesto que no habían llevado a efecto las promesas hechas. Un modelo y una advertencia para el cómico elegido presidente y para los centenares de caras nuevas que ocuparán las bancadas del Parlamento. Las elecciones parlamentarias le han dado a Zelenski el poder; no le queda sino utilizarlo.

Rosalba Castelletti es periodista de La Repubblica

Traducción de Juan Ramón Azaola

 

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