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Opinión - 09.02.2019

La España hemipléjica

La voluntad de recordar resiste a cualquier prohibición

Lo dijo hace poco Santiago Abascal, el líder de Vox: “A los españoles no se les puede imponer una memoria sobre la Guerra Civil, la República o la Transición”. Y añadió, para justificar su intención de derogar la Ley de Memoria Histórica si llega al poder, como ya ha ocurrido en Andalucía: “Somos la voz de aquellos que tuvieron padres en el bando nacional y se resisten a tener que hacer una condena de lo que hicieron sus familias. De aquellos que no quieren que se cambie el nombre de su calle por fanatismo político de quienes quieren una España hemipléjica”.

Como hijo de una persona que hizo la guerra con los nacionales, lo que no le impidió condenar las barbaridades que hicieron los suyos ni dejar de buscar a un hermano del otro bando desaparecido y querer por igual a los otros independientemente de la trinchera en la que combatieron, me sorprendió la declaración de Santiago Abascal, no solo por su contundencia sino porque lo que yo entiendo por España hemipléjica es precisamente la que él defiende. Y no solo él, para desgracia de los españoles. La senadora popular que declaró en el Senado estos días que los restos de los más de cien mil compatriotas que continúan aún enterrados en fosas comunes son solo “unos cuantos huesos” es un ejemplo de que no solo en Vox, el partido de la ultraderecha, hay quien considera que reivindicar la memoria de los perdedores de la Guerra Civil después de medio siglo en el que la única memoria que se permitió por ley fue la de los vencedores es hemiplejia ideológica.

Juan Pablo Fusi, historiador tan poco hemipléjico como respetado por sus compañeros, ponía el dedo en la llaga de la cuestión en una entrevista en este periódico al hablar de si memoria e historia podían ser antagónicas. “La memoria está hecha de mitos, impresiones, evocaciones. La historia es un cuerpo sustantivo de conocimiento y la escriben los historiadores”, dijo. El problema para él es que en España mucha gente confunde historia y política, lo que lleva a afirmaciones como las de Santiago Abascal o la senadora popular, impropias de nuestros tiempos y que en algún país europeo como Alemania podrían ser incluso materia de persecución penal. Querer imponer un relato de la historia es grave, pero descalificar la memoria de la mitad de la sociedad además de grave es inútil, puesto que esta va a seguir recordando lo que conoció o vivió y la prueba es que después de décadas de prohibición franquista de esa memoria millones de españoles siguen haciéndolo.

Conocí a un hombre, hijo de un paseado en la Guerra Civil, que en la vejez se puso a escribir sus recuerdos de esta con el fin de dejar constancia de ellos. El ejercicio de recordar le sirvió de entretenimiento y consuelo, tanto que, ante el temor de sufrir un ictus que le afectara al hemisferio cerebral del que depende la capacidad de escribir, aprendió a hacerlo con las dos manos. Si alguien quiere una prueba de que la voluntad de recordar resiste a cualquier prohibición sería esta. Así que pretender derogar la memoria de la mitad de la sociedad a estas alturas de nuestra historia indica un grado de fanatismo solamente equiparable al de cinismo que delata el hecho de que quienes califican de hemipléjica la memoria de la mitad de los españoles sean precisamente quienes durante décadas impusieron al resto la suya o aceptaron en silencio que se hiciera, si no ellos sí sus padres, esos de los que ahora se erigen en defensores.

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