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Opinión - 12.09.2019

Festejos mortales

En lo que va de año, los ‘corre bous’ se han cobrado cinco vidas en la Comunidad Valenciana

El cinturón de seguridad puede ser, después de la penicilina, el invento del siglo XX que más vidas ha salvado. Lo dice el director general de Tráfico, Pere Navarro. El artilugio, que acaba de cumplir 60 años, ha contribuido a que este verano haya sido el que menos muertos en la carretera ha registrado desde que Tráfico contabiliza los siniestros. El asfalto se ha cobrado 220 vidas, lo que supone 40 menos que el año pasado. La cifra global iguala la de 2014, si bien este agosto ha sido el menos trágico de los últimos tiempos.

Mientras decrecen los muertos de tráfico, repuntan los que se producen en los encierros taurinos que aderezan las fiestas patronales de media España. Los encierros se han convertido en una atracción más, como las verbenas o los torneos de guiñote. En lo que va de año, los bous al carrer han sido especialmente mortíferos. En la Comunidad Valenciana han fallecido empitonadas cinco personas: un chico de 19 años sufrió una cogida en la ingle en Xilxes, que le provocó una gran hemorragia; otro joven de 26 años recibió una cornada de 20 centímetros en Pinoso; el Torico de la Cuerda mató a un hombre en Chiva, y otros dos fallecieron al ser embestidos en Alcora y Llíria.

No menos estupor ha causado el correbous de Vidreres (Girona): 19 personas resultaron heridas después de que un toro saltara la barrera del coso y se paseara por las gradas, pobladas de menores, desatando el terror. El suceso ha desencadenado agrias peleas entre los dos bandos enfrentados: aquellos que arremeten contra un evento “anacrónico” y quienes se muestran quejosos porque la autoridad competente, que abatió finalmente al astado, había vulnerado los derechos del animal.

Invocar la tradición para mantener vivos estos ritos no reduce la barbarie que entrañan unos festejos crueles que, además, perviven con dinero público. Campañas publicitarias agresivas como las de Tráfico —que invitan a los conductores a veranear en soleados cementerios— y un endurecimiento de las sanciones, han contribuido a reducir los muertos en carretera. Los Ayuntamientos debieran promover medidas similares para evitar el goteo de fallecidos por asta de toro. Y de paso, evitar la tortura a morlacos obligados a correr con antorchas en los cuernos o atados a sogas por mera diversión.

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