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Opinión - 08.12.2018

‘Fake Spain Great Again’

Vox recuerda a otros partidos nacionalpopulistas europeos: sensacionalismo xenófobo, rechazo al ‘establishment’ y confusión entre incorrección política y pensamiento crítico

La irrupción de Vox en las elecciones andaluzas ha supuesto el fin de la excepción española: ya tenemos extrema derecha parlamentaria. Recuerda a otros partidos nacionalpopulistas europeos: sensacionalismo xenófobo, rechazo al establishment (aunque algunos de sus dirigentes vengan de la élite), y confusión entre incorrección política y pensamiento crítico. Pero la neocarcundia se adapta a la forma tradicional local. En España asume características del nacionalcatolicismo, con una visión centralista y uniforme: el primer problema de los líderes de Vox es que hay un montón de españoles que no les gustan. No defiende el chovinismo de bienestar, sino menos Estado: es otra característica de nuestra derecha. Como todos los imaginarios nacionalistas, el suyo se basa en un relato pseudohistórico y kitsch. Lo que para los expertos es falaz para ellos es hablar sin complejos: Fake Spain Great Again.

Ignacio Jurado ha analizado las razones del ascenso: factores culturales como la reacción a cambios sociales, la crisis catalana, la inmigración; factores económicos como la inseguridad; elementos de competición política como la fragmentación de la derecha; la combinación de un Gobierno muy duradero y corrupción que facilitaba un discurso antiélite. Se ha explicado también según criterios de partido: hacen pensar que seguiremos más o menos igual, centrados en el beneficio inmediato. El PSOE ha tratado el asunto con cinismo: quienes llegaron al poder con apoyos de Bildu, el independentismo catalán y Podemos señalaban la inmoralidad de alcanzar acuerdos con fuerzas contrarias a la Constitución. Iglesias, al hablar de alerta antifascista, se mostraba tan partidario del recreacionismo histórico como de la irresponsabilidad democrática; Errejón era más astuto cuando decía que en vez de demonizar a los votantes de Vox había que atender a las causas de su elección. Ciudadanos, que se define como un partido liberal y racionalista, no debería acercarse a una formación esencialmente antiliberal, construida de metafísica nacionalista y nostalgia de la hombría. Si cuando surgió Podemos parte del PSOE lo trataba como el partido de sus hijos, el PP trata a Vox como su hermano pequeño: quizá podamos cenar todos juntos en Navidad. Unos parecen resignados a racionalizar de antemano el apoyo a la ultraderecha; para otros, la situación, convenientemente exagerada, es una oportunidad de desgastar al contrario. Y entre todos lo acabaremos normalizando. @gascondaniel

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