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Opinión - 20.10.2019

Esperanza húngara

La pérdida del Ayuntamiento de Budapest representa un serio revés para Orbán

La victoria de un candidato opositor en el Ayuntamiento de Budapest representa sin duda un serio revés para el primer ministro húngaro Viktor Orbán, cuyo modelo de “democracia iliberal” esconde en realidad un intento de desmontar las instituciones. El desafío es tan grave que llevó al Parlamento Europeo a recomendar a los socios de la UE la aplicación del artículo 7 del Tratado de Lisboa, destinado a imponer sanciones contra aquellos países que no respeten el Estado de derecho. Sin embargo, pese a perder la capital donde viven una quinta parte de los diez millones de húngaros y una de las grandes ciudades cosmopolitas y universales de Europa, Orbán sigue controlando casi todos los resortes del poder y goza de una sólida mayoría parlamentaria hasta las próximas legislativas, previstas dentro de tres años.

La victoria hace una semana del ecologista de izquierdas Gérgely Karácsony, que ganó por el 50,6% de los votos al representante del partido gubernamental Fidesz, ha logrado demostrar en cualquier caso que el poder de Orbán tiene un límite, algo que hasta ahora parecía imposible, y, sobre todo, representa una esperanza de futuro porque este avance electoral se ha producido gracias a una insólita unión de las fuerzas opositoras. Su objetivo es mantener este frente hasta las elecciones de 2022 y demostrar que se puede gestionar de otra manera, para presentar a los votantes no solo un programa sino hechos concretos. La oposición ha ganado, además, en 10 de las 23 principales ciudades del país.

Los atropellos de Orban contra el Estado de derecho, vaciando las instituciones para ponerlas a su servicio, y su retórica xenófoba y antidemocrática son incompatibles con los principios de la UE. Con la victoria en Budapest los ciudadanos húngaros han comenzado a ponerle freno. Se trata de una buena noticia que va mucho más allá de Hungría porque el desafío de Orbán, que cuenta con aliados en el Gobierno polaco y en muchos partidos ultras, representa una amenaza contra todas las democracias.

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