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Opinión - 10.02.2019

Ensayo confuso

La renta básica en Finlandia ofrece un balance poco concluyente

Los resultados del ensayo social de una Renta Básica en Finlandia, por el cual 2.000 desempleados recibieron durante dos años un ingreso garantizado de 560 euros mensuales, no son terminantes y, si se piensa en ello, tampoco podrían serlo. El informe oficial sobre el experimento concluye que los beneficiarios de esa renta mínima no consiguieron mejorar los resultados en su búsqueda de empleo respecto de otros grupos de parados sin ayuda; pero, a cambio, el subsidio básico mejoró su nivel de bienestar, su salud y su organización familiar. Las mismas conclusiones genéricas podrán extraerse sin duda del proyecto de Renta Garantizada de Ciudadanía que tiene en marcha Barcelona, con recursos de Fondos Europeos en un 80%, que favorecerá a 1.000 familias de los barrios más pobres.

El debate sobre la Renta Básica, muy vivo en varias ciudades europeas que están haciendo pruebas para aplicarla, no puede enfocarse solamente desde la perspectiva de los incentivos para buscar empleo. Para incentivar al parado en dicha búsqueda hay métodos más eficaces; y tampoco se puede decir que el hecho de contar con un ingreso mensual garantizado incite a la pereza negligente, como se ha puesto de manifiesto en Finlandia. Para un desempleado, la búsqueda de un puesto de trabajo, en Helsinki o en Barcelona, depende de un complejo de factores que van desde la tranquilidad emocional para organizar el futuro inmediato o la formación profesional hasta la disposición a cambiar de profesión. La idea de una renta básica responde a dos criterios sociales y económicos concretos. El primero es que la pobreza provoca desmoralización social y es causa potencial de conflictos difíciles de encauzar. La Renta Básica debe entenderse como una válvula de compensación social.

Además, diez años de recesión económica profunda han distorsionado el mercado laboral: a los parados les cuesta cada vez más tiempo acceder a un puesto de trabajo. Permanecen más tiempo sin ocupación e ingresos. Como los parados no son responsables de esta distorsión del mercado de trabajo, que amenaza con eternizarse, no es descabellado pensar en una renta garantizada como solución inmediata, aunque revisable.

El debate sobre la Renta Básica estaría incompleto sin reconocer sus costes. En cualquiera de las modalidades de Renta Básica —ayuda continuada e incondicional a los parados, garantizar ingresos mínimos a las personas o las familias más pobres de la comunidad o a los ciudadanos—, exige ampliar los ingresos fiscales del Estado mediante una reforma fiscal progresiva. Y este es hoy el principal obstáculo.

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