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Opinión - 19.06.2019

Bailemos un Valls

Está por ver a dónde conduce todo esto, pero el ex primer ministro francés ha abierto opciones con su mensaje decidido contra los populismos, de izquierdas o de derechas, y los nacionalpopulismos

En su campaña de fichajes estelares, Albert Rivera se hizo un Florentino al anunciar un galáctico para la estrategia en Barcelona: Manuel Valls. Ex primer ministro francés, exministro del Interior, exalcalde, ex casi todo, Valls es un barcelonés no afrancesado sino realmente francés que regresaba con un discurso antinacionalista y antipopulista para actuar ante el procesismo. Claro que Rivera quizá ignoró una regla elemental: si fichas un Neymar, fichas toda la complejidad de un Neymar. Y si fichas a Valls, integras a alguien con criterio propio ajeno a estrategias coyunturales. La hipótesis de que el ex primer ministro francés se plegara a ejercer de sumiso militante era absurda. Ayer Ciudadanos rompió con Valls; y hoy Valls ha expresado públicamente que Ciudadanos está en una deriva inquietante: “Se ha convertido en el partido que ahora pacta de hecho con una formación iliberal, reaccionaria y antieuropea. No vale esconderse detrás del PP. Cada uno es responsable de sus actos”. En toda la línea de flotación.

Valls ha sentenciado que en Ciudadanos no hay futuro para él, aunque haya quien le anime incluso a pelear por liderarlo. A corto plazo, parece prematuro pensar en una Liga o algún otro proyecto personal nuevo, pero a los animales políticos les sucede como a la cabra con el monte: tienden siempre a volver. “Hay espacio político para una fuerza de tolerancia y moderación; no son contradictorios con principios claros: la democracia y principios constitucionalistas» ha advertido este miércoles, con referencias a la orfandad que la deriva de Ciudadanos provoca en una parte significativa de Cataluña. ¿Aviso a navegantes?

De momento los argumentos de Ciudadanos en sus recriminaciones a Valls tienen un problema: colisionan con la lógica elemental. En Barcelona, solo había dos opciones, Maragall o Colau, o lo que es lo mismo, una Barcelona capital de la República virtual indepe hermanada con Waterloo, o una alcaldesa populista. Rivera estaba dispuesto a un alcalde indepe antes que pisar un charco; y Valls, un político más maduro y sin las ataduras tacticistas de otros pactos por cerrar, sabía que era necesario pisar el charco: «La política es escoger y en situaciones como estas hace falta tomar decisiones arriesgadas. Y comprometidas. Y evitar lo peor. No se ha de huir de la responsabilidad. Es sí o no. No hay blanco ni abstención. Es sí o no». Rivera trató de ignorar la realidad, pero esta, como decía Philip K. Dick, es aquello que sigue estando ahí aunque tú quieras cerrar los ojos y no aceptarlo. Valls fue quien evitó que Barcelona se convirtiera en capital indepe, aunque no se le vayan a agradecer los servicios prestados.

Tal vez lo más incómodo para Rivera, por más que deje la réplica a Arrimadas, es algo que Valls se ha ocupado de que resultara muy notorio en su comparecencia: el líder de C’s es quien se ha desplazado desde la moción uniendo su suerte a las derechas hasta pactar con una fuerza reaccionaria… El discurso del sábado de Valls, que ha defendido la “coherencia” y a la vez “ser útil” bajo la «ética de la responsabilidad», podría ser casi fundacional, y además con una talla desacostumbrada: ofreció un gran mensaje europeísta contra el secesionismo, fijó criterios claros repitiendo que «no hay presos políticos y no hay exiliados»; defendió el “diálogo” y las “soluciones políticas” porque «solo las soluciones políticas permiten salir de la crisis política», pero a la vez marcó la necesidad de respetar a la justicia en su espacio: “La justicia tiene que actuar como la política mañana tendrá que actuar”. En su partitura está la melodía del viejo Ciudadanos. Claro que está por ver a dónde conduce todo esto, si conduce a algún sitio, pero Valls ha abierto opciones con su mensaje decidido contra los populismos de izquierdas o de derechas, y por supuesto los nacionalpopulismos. Ya no hay sitio en la pista para ver juntos a la pareja Rivera-Valls… pero en el baile de la política sin duda hay lugar para alguien con la solidez de Valls.

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