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Internacional/Mundo - 24.11.2018

La triste verdad de Sandra Parks

En 2016, a los 11 años, escribió un premiado ensayo sobre el sinsentido de la violencia de armas de fuego. Este lunes murió en su casa por una bala perdida

La violencia con armas de fuego en Estados Unidos es tan frecuente, tan conocida, tan frustrantemente imparable, que a menudo se siente que el país está anestesiado ante su lepra. A veces, no obstante, un tiroteo masivo, un escenario inusual, una estadística demoledora o un caso particular hace despertar y mirarse ante el espejo. El de Sandra Parks es uno de ellos.

El lunes Parks, un adolescente negra de 13 años, murió en su casa de Milwaukee. Recibió en el pecho el impacto de una bala perdida. No eran aún las ocho de la tarde y estaba viendo la tele con su hermana.

Parks podría haber sido una más de esas víctimas colaterales de la plaga que nadie parece demasiado interesado en estudiar, personas que pasan casi desapercibidas, ocupando solo espacio en las noticias locales, homenajeadas en vigilias de barrio, lloradas por la familia y la comunidad. Pero no lo es. Su muerte ha capturado la atención y el dolor nacional porque en 2016 había participado en un concurso de ensayos anual para celebrar la figura de Martin Luther King. Lo hizo con un texto que tituló “Nuestra verdad”. Y ganó el tercer premio con palabras que su trágica muerte hoy hacen aún más demoledoras.

«Estado de caos»

“A veces me siento y tengo que escapar de lo que veo y oigo cada día”, escribió a los 11 años. “Me pongo los cascos y dejo que la música me lleve. Me muevo al ritmo e intento pensar sobre la vida y qué significa todo. Cuando lo hago, llego a la misma conclusión. Estamos en un estado de caosNiños pequeños son víctimas de violencia de armas de fuego sin sentido. Hay demasiado crimen de negros sobre negros. Como afroamericana eso me hace sentir deprimida. Mucha gente ha perdido fe en América y en su capacidad de ser un ejemplo vivo del sueño del doctor King”.

Su muerte, sin duda, no contribuye a que vuelva esa fe. Han sido detenidos dos jóvenes negros de 26 y 27 años, ambos con antecedentes penales. Uno de ellos habría disparado. El otro, también armado, podría haber sido la diana de la bala que acabó matando a Parks y frustrando sus sueños, que había descrito en una entrevista con la radio pública tras ganar el premio con su ensayo. “Me gustaría detener toda la violencia y negatividad, y detener los crímenes de negros sobre negros, y los rumores y estereotipos que se propagan”, dijo la niña entonces.

La verdad de Sandra Parks, que en su ensayo llamaba preocuparse los unos por los otros”, hablaba de “la nueva generación” que debía usar “la educación para hacer del mundo un sitio mejor” y urgía a aceptar las propias responsabilidades y “no permitir que las mentiras del racismo, la violencia y el prejuicio se conviertan en nuestra verdad”, ha acabado siendo triste. Duele. Y, desgraciadamente, es habitual.

Una plaga no estudiada

En la vigilia que se celebró el martes frente a su casa su madre, Bernice Parks, recordó que su hija era la duodécima estudiante del sistema público escolar que moría en un homicidio este 2018. En los últimos cuatro años han sido al menos cinco niños, incluyendo Parks, los que han muerto en Milwaukee dentro de sus propias casas por disparos que se originaron en el exterior. Otros dos pequeños en ese tiempo fallecieron bajo fuego cruzado en un patio escolar y en un jardín.

Es un problema nacional, pero cuesta encontrar datos sobre el impacto de las balas perdidas. Y son esfuerzos como el que hizo hace unos años el doctor Garen Wintemute, un médico de emergencias en la Universidad de California en Davis, los que permiten intuir las dimensiones. En un estudio que publicó en 2011, el médico identificó 284 casos en 12 meses con 317 víctimas. Descubrió que más del 30% de las víctimas eran niños y niñas menores de 14 años. Wintemute también pudo determinar que cerca del 41% de los fallecidos por balas perdidas estaban en sus casas y que en el 60% de los incidentes los disparos eran intencionados, aunque su objetivo no fueran las vidas inocentes que acabaron segando. Vidas como la de Sandra Parks.

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