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Internacional/Mundo - 27.02.2019

Kim Jong-un y Trump lo intentan de nuevo

Corea del Norte y EEUU retoman las conversaciones sobre la desnuclearización de Piongyang ante la inconcreción del anterior pacto

A los 10 meses del encuentro de Singapur los coreanos posen todas sus armas nucleares y Washington mantienen sus sanciones

Desnuclearización de Corea del Norte. Toma dos. Rodando… Hanói medirá el compromiso de Pionyang, las concesiones de Washington y la capacidad de Trump para aprender de sus errores. Aquel triunfalismo tras la firma del acuerdo en Singapur pronto chocó contra su falta de concreciones. De la capital vietnamita se esperan menos declaraciones grandilocuentes y más clausulado.  

El fracaso se resume en que, 10 meses después, Corea del Norte posee todas su armas nucleares y Estados Unidos no ha levantado ni una de sus sanciones económicas. De Singapur apenas se puede rescatar la afinidad personal entre Trump y Kim que evitó el desastre cuando el proceso atravesaba por turbulencias. Pero la faena va a requerir más que sonrisas. Pionyang y Washington ni siquiera se han puesto de acuerdo en qué entienden por desnuclearización. Para la segunda, es la destrucción de todo el arsenal norcoreano; para la primera, la ausencia de armas nucleares en toda la península. Es decir: el final de décadas de paraguas militar estadounidense sobre Seúl.

Expectativas

Las expectativas son necesariamente más bajas en Hanói. Trump había prometido en las vísperas de Singapur que se levantaría de la mesa si Kim le negaba la desnuclearización completa, inmediata e irrevocable (CIVD, por sus siglas inglesas). Solo la insistencia de expertos en que el desarme de un país no se completa en una mañana sino que requiere muchos años le forzó a rebajar los objetivos. El realismo se ha impuesto. La prensa surcoreana ha desvelado que Trump contempla un plan gradual y este admitía recientemente que «no hay prisa». «La CIVD es un mito. Es imposible sacrificar incluso hasta la más ínfima posibilidad de regresar al programa nuclear. Se repitió simplemente por motivos electoralistas pero no es creíble», señala Kim Joon Hyung, profesor de la Universidad Handong.

Las partes han escondido las cartas pero el consenso de los académicos apunta a Yongbyon, el icónico centro donde Corea del Norte ha fabricado sus seis bombas estalladas hasta la fecha. Será la principal exigencia de Washington, seguida del listado íntegro de sus instalaciones nucleares, el libre acceso a inspectores internacionales y un calendario de cierres. Estados Unidos, a cambio, podría aflojar la asfixia económica del régimen levantando sanciones o con ayuda humanitaria, proponiendo la apertura de una oficina en Pionyang o incluso el fin de la guerra de Corea. La firma del tratado de paz que releve al armisticio de 1953 se enfrenta a impedimentos legales pero una declaración de paz sería viable.

Queda, sin embargo, el escollo eterno: cómo convencer a Corea del Norte de que entregue la carta que ha permitido su supervivencia física durante décadas mientras veía desfilar otros cadáveres. Son suficientes razones para que los observadores teman otro espectáculo mediático que colme el ego de ambos líderes y la misma vacuidad sustancial. «Trump quiere usar el asunto para promocionare como un pacificador, el hombre que resolvió una crisis en la que fracasaron sus predecesores, especialmente Obama. Solo hay narcisismo maligno y patológico. Su objetivo final es el Premio Nobel de la Paz», opina Peter Kuznick, historiador de la American University y experto en Asia.

El falso líder norcoreano, expulsado de Vietnam

Las cumbres Trump-Kim Jong-un van camino de convertirse en un género en sí mismo cuando apenas han alcanzado su segunda edición. También en Hanói se han visto las camisetas con los rostros de ambos, los cócteles bautizados para la ocasión y los imitadores, por hacer la lista corta. Los falsos Trump y Kim habían amenizado a las masas esta semana frente a la céntrica Ópera House hasta que el Gobierno vietnamita mandó parar. Ha expulsado al hongkonés Howard X por un supuesto visado irregular. Él lo ha visto de otra forma: «La razón es que nací con una cara que se parece mucho a la de Kim Jong-un, ese es mi único crimen». A la injusticia se le une la discriminación porque el sosías de Trump aún anda por Hanoi. «La medida es absurda y despreciable», sostiene la organización Human Rights Watch.

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