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Opinión - 21.02.2020

Voto en Irán

La participación en las legislativas de hoy dará una buena muestra del descontento con el régimen de los ayatolás

La importancia de las elecciones legislativas que hoy se celebran en Irán no versa, como sucedería en cualquier democracia, sobre el resultado. Se trata de unos comicios donde los candidatos han sido debidamente filtrados por el régimen y en los que prácticamente se ha eliminado la opción reformista, de modo que la victoria conservadora está asegurada. Por ello, la batalla se ha trasladado a la participación del electorado, ya que el acto de abstenerse se ha convertido en un resquicio dentro del sistema con el cual la población puede mostrar su descontento.

Desde el destronamiento del Sha en 1979, Irán ha mantenido un peculiar sistema que oficialmente combina las formas republicanas con un principio de Gobierno islámico por el que existe una autoridad suprema en el ámbito religioso como en el político. El ayatolá Alí Jamenei ocupa este cargo desde 1989. El régimen siempre ha obviado las fricciones y contradicciones de esta doble naturaleza sistemática apelando a la legitimidad que otorgan las urnas. De ahí que la participación se ha convertido en un importante indicador de adhesión o desafección hacia el sistema islámico. Aunque el Parlamento electo puede en teoría censurar a los miembros del Ejecutivo, en la práctica actúa normalmente como correa de transmisión. Para las elecciones de hoy el ala más conservadora del régimen ha impuesto a la mayoría de los candidatos, pero todavía debe esperar el respaldo, o no, de una población donde la desafección crece.

En los últimos años el descontento en la sociedad iraní ha ido en aumento por diversos motivos entre los que no es menor el deseo de modernización de una sociedad con una pirámide poblacional muy joven con 83 millones de habitantes y una quinta parte en el área metropolitana de Teherán. Este malestar ha cristalizado de tanto en tanto en importantes protestas populares como la Marea Verde que en 2009 exigía reformas políticas y mayores libertades o, más recientemente, el pasado noviembre cuando una subida del combustible generó una oleada de manifestaciones contra la situación económica, pero también contra el sistema teocrático.

Las elecciones se producen además en un contexto de debilitamiento de los sectores socialmente menos rígidos, cuya estrategia de mayor apertura a Occidente se ha visto torpedeada por la decisión de Donald Trump de abandonar unilateralmente hace dos años el Acuerdo Nuclear de 2015 y de reinstaurar duras sanciones económicas contra Irán. El asesinato por drones de EE UU del general Qasem Soleimani también ha servido para que los sectores ultraconservadores afiancen su discurso inmovilista. No es por tanto la elección de los 290 escaños del Parlamento, sino el respaldo en las urnas que estos reciban el termómetro más fiable de la situación en Irán.

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