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Opinión - 19.02.2020

Venezuela

En el asunto de Venezuela y el encaje de Juan Guaidó en la política exterior española me parece que debe hacerse una precisión. Una mayoría de ciudadanos deseamos que Nicolás Maduro sea desensillado lo más pronto posible: un dictador populista que tiene arruinado a su país y sobrevive a lomos del narcotráfico no merece ser presidente de la república. Dicho lo cual, no es razonable estar en la procesión y repicando. Si el Gobierno español prefiere a Guaidó y de hecho lo reconoce como presidente encargado, ¿cómo encaja esa figura institucional con la del presidente de Venezuela con el que España tiene relaciones diplomáticas plenas? El reconocimiento de Guaidó tiene que llevar aparejada la ruptura de relaciones con Maduro. Por eso es mucho más razonable que aquel figure como jefe de la oposición y no como un “encargado” sin más atribuciones reales que los buenos deseos de unos 60 países que no parecen atreverse a sacar las consecuencias lógicas de sus actos. El tema de si la vicepresidenta Delcy Rodríguez pisó o no pisó territorio Schengen y se entrevistó con el ministro Ábalos para que se evitara un conflicto diplomático roza lo ridículo.

Fernando Schwartz. Madrid

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