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Opinión - 22.03.2019

Un gesto tibio

Los populares ha preferido sacrificar los principios en los que se supone que se fundamenta un gran grupo democrático europeo, a cambio de un miserable cálculo electoral

El apaño al que ha llegado el Partido Popular Europeo sobre el líder autoritario Viktor Orbán para no expulsarlo de sus filas es un error que tendrá consecuencias tanto para el Eurogrupo como para el propio proyecto de la Unión. A dos meses de uno de los comicios más decisivos a los que se enfrenta Europa —definidos por su carácter existencial— es preocupante que los populares hayan optado por el puro tacticismo electoralista.

El gesto tibio de aplicar una suspensión parcial al partido del primer ministro húngaro, Fidesz, privándole de sus derechos de voto y de asistencia a los congresos del PPE, en lugar de la rotunda exclusión que una docena de partidos de 10 países había pedido —entre los que no se encuentra el Partido Popular de Pablo Casado—, revela una preocupante falta de convicción de la familia europea conservadora en sus propios valores.

Los ataques sistemáticos a la Comisión llevados a cabo por Orbán, junto a un manual de actuación caracterizado por minar progresivamente la independencia de las instituciones de su país, además de sus conocidas técnicas para anular a la oposición o su actuación para destruir la libertad de los medios de comunicación húngaros, muestran una deriva autoritaria lo suficientemente grave como para que el grupo popular hubiera emitido un rotundo gesto de repulsa y un mensaje de autoafirmación europeísta cuando más lo necesita la UE.

Pero la familia de los populares ha preferido sacrificar los principios en los que se supone que se fundamenta un gran grupo democrático europeo, a cambio de un miserable cálculo electoral al más puro estilo populista. El miedo a que pueda surgir una fuerza de ultraderecha en torno a Mateo Salvini que le reste apoyos, y al que pudiera incorporarse el autoritario Orbán, ha hecho que el Partido Popular Europeo traicione los valores que proclama, confirmando así su derrota y su desprestigio. La permanencia de Orbán en las filas populares no solo hace más difíciles los acuerdos con otras familias políticas europeas como la de los liberales y socialdemócratas, imprescindibles para avanzar en la integración, sino que desdibuja las señas de identidad de un proyecto que está siendo contestado desde fuera por un orden internacional cada vez más parecido a lo que Orbán representa.

El PP ha perdido una extraordinaria oportunidad de demostrar su compromiso con los valores fundacionales de la UE, haciendo buenas con su errada decisión las críticas de quienes acusan a las personas destinadas en Bruselas de haber perdido el contacto con la realidad. Los populares han jugado a no ver el evidente avance del autoritarismo en Hungría y la amenaza que esto supone para Europa, siendo el único responsable de ello Viktor Orbán.

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