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Opinión - 11.07.2019

Tal vez no sea tan bueno estar como antes de la crisis

Las cosas nunca vuelven a ser lo mismo aunque los números sí que lo sean

Decía Benjamin Franklin que “la cerveza es la prueba de que Dios nos ama y quiere que seamos felices”. En realidad, parece que lo dijo sobre la lluvia, las viñas, las uvas y su transformación en vino, pero en la batalla entre los amantes de la cerveza y los del vino —eso es una verdadera diferencia—, los primeros se han apropiado del padre de la patria de EE UU. En cualquier caso, si el consumo de cerveza es un indicador de felicidad, parece que los ibéricos hemos vuelto a niveles de felicidad pasados.

Se contaba en la sección de Economía que “los españoles ya consumen en los bares tanta cerveza como antes de la crisis”. En 2018 se bebieron en España —nos bebimos— más de 40,16 millones de hectolitros, 26,91 de ellos en los bares. Este periodista ha tratado de traducir estas cifras en piscinas olímpicas, pero ha constatado una vez más que entre las matemáticas y él hay algo personal. En resumen: mucha cerveza. Pero el quid de la cuestión no es la cantidad de néctar de cebada que se trasiega, sino el uso de la expresión “como antes de la crisis” para indicar que las aguas —y las espumas— han vuelto a su cauce. La vemos a menudo, como si ese “antes de la crisis” significara que se ha restañado una herida, que se ha superado un desnivel y que las cosas vuelven a ser como siempre debieron de ser. Y esto es un grave error.

En primer lugar, porque las cosas nunca vuelven a ser lo mismo aunque los números sí que lo sean. Es como la vida misma tras los disgustos que inevitablemente llegan algún día y posteriormente esa situación evoluciona o se supera. Una cosa es que las cosas vuelvan a estar bien, pero de ninguna manera vuelven a ser lo de antes. Está bien que así sea, porque lo contrario —esa tentadora sensación de que se ha vuelto al momento anterior al daño como si este no hubiera existido— significaría que la experiencia no ha servido de nada.

La mayoría —esperemos que sea así— sabe lo que significa “los felices años veinte”. Una década de frenesí y despreocupación en la que el mundo se tomaba una merecida revancha tras una horrible guerra y pretendía actuar como si esta nunca hubiera existido. Aquello acabó como acabó.

Volver a los números de antes de la crisis no significa nada en sí mismo. Lo importante es cómo se llega a esos números y qué se hace a partir de ahora para no repetir errores. Y con una caña en la mano.

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