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Opinión - 14.02.2020

Sin razones

La suspensión del Mobile obedece a una reacción histérica no justificada

La cancelación del Mobile World Congress que debía celebrarse entre el 24 y 27 de febrero ha convertido a Barcelona en una de las principales víctimas, fuera de China, de la epidemia del coronavirus Covid-2019. Pero no por la amenaza directa del mismo, sino por la reacción histérica que ha provocado. El miedo ha demostrado ser más contagioso que el propio virus y ha alcanzado a Barcelona, donde no existen motivos de alarma. Los organizadores de la feria de telefonía más importante del mundo, a la que se esperaban 110.000 asistentes, decidieron el miércoles cancelar el encuentro ante el goteo de deserciones. Una treintena de empresas habían anunciado que no acudirían para evitar riesgos, pero el número total de expositores y empresas inscritos superaba los 2.800.

Como han reiterado las autoridades sanitarias, la decisión se ha tomado sin que existan razones de salud pública que la justifiquen. Se ha actuado como si hubiera un alto riesgo de epidemia, cuando solo hay miedo a esta. Las explicaciones que ayer dieron los responsables del Mobile — “dar prioridad a la salud y la seguridad”— no son convincentes. Los organizadores de eventos tan relevantes deberían tener el temple de tomar decisiones ajustadas a la realidad, y no dejarse arrastrar por meras hipótesis amparadas en puras conjeturas.

Habrá que analizar también si las medidas de seguridad adicionales a las recomendadas por la Organización Mundial de la Salud (OMS), que adoptaron ante las primeras cancelaciones, no produjeron el efecto contrario del que pretendían y alimentaron la alarma que condujo a la cadena de bajas. Con el ánimo de tranquilizar y dar la impresión de control, anunciaron que se prohibiría la entrada de viajeros procedentes de Hubei, una medida superflua, pues los habitantes de esa región ya están confinados y no pueden viajar. Luego se dijo que tampoco se permitiría la entrada de personas que no pudieran acreditar haber estado fuera de China los 14 días anteriores. Ninguna de estas prevenciones era exigida por las autoridades sanitarias y pudo tener un efecto bumerán, como suele ocurrir con las reacciones compulsivas que no responden a criterios racionales.

La OMS hace un seguimiento estricto de la epidemia. Las medidas adoptadas por China han logrado contenerla dentro del perímetro acotado por las restricciones de cuarentena. Hasta ayer se contabilizaban 1.369 muertes entre casi 60.000 infectados, de las cuales al menos 1.310 se han producido en la región de Hubei y solo dos fuera de China. El cambio de criterio en el registro de casos acordado ayer puede llevar a confusión. Hasta ahora solo se tenían en cuenta las muertes confirmadas mediante análisis de ácido nucleico, una prueba que precisa tiempo. Ya no se espera a esa confirmación; se incluyen todos los casos con diagnóstico clínico, lo que ha llevado a notificar 242 muertes en un solo día.

El protocolo es evitar la sobreactuación y estar preparados para actuar en cuanto sea necesario, algo que en nuestro país está garantizado. Los dos casos que se han detectado de personas infectadas en otros países se han controlado sin dar lugar a situaciones de riesgo o alarma. Lo mismo cabía esperar en la celebración del Mobile. La suspensión sienta un nefasto precedente que causa graves daños económicos y éticos, siendo el más importante la erosión de la confianza en las autoridades sanitarias.

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