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Opinión - 13.02.2019

Sesión destituyente… ¡a las urnas!

El fracaso del diálogo, que es el fracaso de los Presupuestos y de la legislatura, hay que imputarlo no tanto al Congreso como al independentismo

Por un momento, parecía que Casado o Rivera, no ya citando a Churchill como de costumbre, sino parafraseando su célebre discurso tras el pacto de los Sudetes de 1938, iba a levantarse señalando a Pedro Sánchez para decirle gravemente:

–Os dieron a elegir entre elecciones y el deshonor. Elegisteis el deshonor y ahora tendréis elecciones…

Pero la retórica de los últimos meses ni siquiera deja margen a la ironía, o una paráfrasis más o menos inteligente. Todo es Goma-2 verbal. El tono en la Carrera de San Jerónimo ha sido, más que nunca desde la moción, de trincheras. La competencia nada virtuosa de PP y Ciudadanos, acentuada entonces por la amenaza de un sorpasso demoscópico de Rivera –Rajoy prefirió la moción perdida antes que ir a elecciones persuadido de que en las urnas se hundiría el PP– ha propiciado una dinámica de bloques en la que al final PP y C´s se han convertido en aliados en una ola conservadora. Desde primer momento estigmatizaron el diálogo sin dar la menor oportunidad a explorar su viabilidad. Todo ha sido rendición, traición, humillación, fomentando un clima imposible. Y en la sesión de Presupuestos se ha repetido todo el catálogo semántico hasta acusar al Gobierno de “quitar la espada a la Justicia para clavársela por la espalda a la Constitución”. Vox tiene el Tribunal Supremo para completar allí la estrategia.

Claro que el fracaso del diálogo, que es el fracaso de los Presupuestos y de la legislatura, hay que imputarlo no tanto al Congreso, por volcánica que fuera la estrategia de la derecha, como al independentismo. Reclaman audacia, pero sin la menor audacia, salvo, claro está, desafiar el ordenamiento legal. Piden flexibilidad en el marco del diálogo desde un marco extraconstitucional inflexible. Las consignas bloquean cualquier argumento; y sobre todo antes de la celebración del juicio del procés. El calendario judicial al final ha marcado el calendario político, y detrás de eso no hay un gran fracaso de la justicia, como se empecinan en sostener, sino un gran fracaso de la política. Y suyo más que de nadie. El independentismo ha tumbado los Presupuestos en el escenario nº1, el Congreso, aunque eran discursos dirigidos al escenario nº2, el Tribunal Supremo. Su enmienda no es a los Presupuestos sino al marco constitucional.

Con todo esto, la legislatura estaba kaputt más allá del descubrimiento tardío de la ministra Montero, que dio algún que otro repaso a quienes la habían despreciado como Chiquiministra confundiendo el seseo con las neuronas como tanto mesetario bobo. Fin de partida. En la Mesa, el PSOE ni siquiera dio la batalla sobre la iniciativa de Compromís de votar por separado las enmiendas. Solo Podemos ha peleado, saliendo por unos instantes de su aire funeral ante un horizonte muy oscuro: la derrota de los Presupuestos, que sienten también como suyos, supone la pérdida de su gran oportunidad para ir a las urnas con encuestas que apuntan a un fracaso mayúsculo. Lo de Andalucía elevado a más potencia. Los socialistas parecían haber asumido la sesión destituyente pasando a otra pantalla, bajo la lógica preelectoral, con el mensaje de que la espiral nacionalpopulista del independentismo y la derecha han abortado las esperanzas. Sánchez, que no votaba, estaba allí poniéndole rostro al nuevo relato de la pinza.

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