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Opinión - 12.07.2019

¿Seremos mascotas de la IA?

Por si acaso, en la exposición de motivos de las leyes de la robótica de Asimov debería figurar un axioma: «Nunca construyas un artilugio que sea más listo que tú»

Hoy, cuando el futuro del orden económico y social parece depender de los robots y de la Inteligencia Artificial (IA), merece la pena recordar brevemente algunas advertencias de Stephen Hawking sobre los riesgos de la sumisión ciega a una tecnología deslumbrante. En aras de la brevedad, veamos lo que dijo en Brief answers to the big questions. Después de reconocer que “el éxito en la creación de inteligencia artificial sería el mayor acontecimiento en la historia” o de admitir que la IA haría posible la erradicación de las enfermedades y de la pobreza, Hawking llamó la atención sobre un problema crucial: la IA “se perfeccionaría y se rediseñaría a sí misma a un ritmo cada vez mayor. Los humanos, que estamos limitados por la lenta evolución biológica, no podríamos competir con ella y seríamos superados. En el futuro, la IA podría desarrollar una voluntad propia, en conflicto con la nuestra”.

Es la Pesadilla Skynet de Terminator. ¿Es esto posible? Desde que Alan Turing en 1950 (Computer Machinery and Intelligence) invirtiera la cuestión de si las máquinas pueden pensar para convertirla en la pregunta de si atribuiríamos inteligencia a un ingenio cuyo comportamiento fuese indistinguible del de un ser humano, este ha sido el dilema ante el robot o la IA. Hawking teme el diferencial entre la tasa de crecimiento de la IA y de la inteligencia biológica. Pero pensadores como John Searle o Roger Penrose entienden que el dominio de la IA sobre la inteligencia biológica no se producirá nunca. El argumento fuerte en favor de la inteligencia natural es que las máquinas carecen de estados mentales. Hay proposiciones que los hombres pueden entender, pero las máquinas no, en tanto que solo manipulan símbolos.

No obstante, conviene estar prevenidos. Exquisitos moralistas nos vienen advirtiendo de los graves fallos de la especie. “La masa del género humano —concluyó Jonathan Swift— es tan apta para pensar como para volar”. La utilización de redes neuronales en la IA permite que los computadores sean superiores hoy en tareas complejas como las demostraciones matemáticas, la detección de patrones ocultos en informaciones aleatorias o en el diagnóstico médico. Por si acaso, en la exposición de motivos de las leyes de la robótica de Asimov debería figurar un axioma: Nunca construyas un artilugio que sea más listo que tú.

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