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Opinión - 25.03.2019

Sector en reconversión

La caída de la demanda y el coche eléctrico impactan en la industria del automóvil

El sector del automóvil en Europa afronta una profunda transformación, determinada básicamente por dos hechos: el descenso de la demanda y el imperativo de la transición al vehículo eléctrico. Sus consecuencias a corto plazo sobre el empleo y las exportaciones ya son explícitas, y es de esperar que las ganancias de eficiencia asociadas a la extensión de la electrificación compensen, aunque solo será a medio y largo plazo, parte de esos costes.

De la primera línea de influencia ya se disponen evidencias. El estancamiento de la economía alemana en la segunda mitad de 2018 tuvo como uno de los principales responsables al sector del automóvil. No solo por las especificaciones medioambientales, sino también por la caída en la demanda internacional. Al margen de algunos factores coyunturales, la demanda seguirá moderándose en la medida en que sigan cambiando las preferencias en los usos, incluido el desplazamiento por medios de transporte alternativos, sobre todo en las ciudades. Todo ello, en el contexto de una severa competencia entre las empresas del sector: en precios y en un estrechamiento de los márgenes.

Las otras presiones que actúan sobre ese sector son las vinculadas a las exigencias de transición al vehículo eléctrico. Los procesos de producción tradicionales de las compañías, incluidas las de componentes, habrán de adecuarse a tecnologías y ofertas distintas. La necesaria adaptación hacia una industria limpia de emisiones contaminantes es un imperativo categórico que generará beneficios indudables, incluidos los relacionados con la inversión y con el despliegue de nuevas tecnologías y nuevos empleos, en promedio más cualificados. Pero en esa transición habrá ajustes de capacidad, muchos de ellos derivados de la menor carga de trabajo por unidad producida, lo que de forma ya visible se está traduciendo en reducciones netas de plantillas en algunas compañías.

No ha de extrañar que se empiecen a considerar operaciones de integración entre empresas. Cuestión distinta es que las hipotéticas fusiones consigan garantizar la viabilidad. Especialmente si a las dos tendencias citadas se añade la imposición de medidas proteccionistas por parte de los EE UU de Donald Trump o un desenlace del Brexit que comprometa las exportaciones de automóviles al Reino Unido de países como Alemania o España.

La precariedad de Europa vuelve a manifestarse en un sector esencial. Con independencia de actuaciones estimuladoras puntuales de la demanda en algunos países con posibilidades para hacerlo, desde las instancias europeas debería facilitarse esa transición mediante la intensificación de la inversión y coinversiones con el sector privado, entre otros destinos en aquellos que favorezcan la adopción de energías limpias.

 

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