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Opinión - 10.08.2019

Precampaña para el 10 de noviembre

El presidente cuenta con dos efectos de las urnas: Podemos roto y Ciudadanos muy debilitado

La investidura se aplaza a septiembre. Se trata de asfixiar tácticamente los plazos. De momento, se tachan del calendario los próximos veinte días, y se pospone todo a los veinte que siguen al lunes 2, puesto que Podemos, el socio determinante, será el último convocado por Moncloa. Al declarar inhábil el periodo de agosto, el Gobierno logra dos objetivos: primero, mantener el goteo de citas con colectivos sociales, como ha hecho estos días, de modo que transmite una imagen de estar ahí, trabajando para lograr el objetivo mientras los demás sestean bajo el sol, y sin que la oposición pueda sorprender con algún contragolpe puesto que se trata de reuniones programáticas fuera del tablero político; y de otra, presentarse ante Podemos con un documento que limite su capacidad de maniobra. Iglesias no tendrá más que dos opciones, y ninguna deseable: o aceptar sin la contrapartida de compartir el poder o bajar el pulgar para ir a una repetición electoral.

Podemos, de momento, da pocas señales de ceder. El TL de Echenique en Twitter va destilando un cabreo cada vez menos sordo: “seguimos esperando una negociación seria”. Saben que una vez con ese programa delante que recoja un catálogo amplio de medias sugestivas para la izquierda, con más detalles vistosos que el catálogo de IKEA, no será sencillo. El Gobierno va a asfixiarlos con ese documento bienpensante que han denominado «propuesta abierta de programa común progresista», o sea, mostrándose flexibles, de ahí que sea “abierta”; generosos, de ahí que sea “común”; y de izquierda, de ahí que sea “progresista”. La denominación está bien medida, como casi todo en lo que parece una estrategia escrupulosamente calculada de aquí al 23 de septiembre. Y cada viernes, un Consejo servirá para que la ministra portavoz ejerza la función F5: actualizar titulares para los telediarios y portadas caniculares.

Sánchez, que ya ante la primera investidura dejó correr cien días con tacticismo y empleó apenas cuatro para negociar, vuelve a la idea de estrechar el calendario. Se trata de rodear al enemigo en el punto más favorable, aunque Iglesias no sea Custer en Litle Big Horn. En pocas semanas ha pasado de bendecir a éste como socio preferente a certificar que es un aliado imposible, expresando descarnadamente una desconfianza que comenzó con la condición misma de que se excluyera del Gabinete. Si Iglesias no claudicase, Sánchez evitaría ir al choque y optaría por bajar cínicamente los brazos para ir al terreno favorable de las elecciones del 10 de noviembre. El presidente cuenta con dos efectos de las urnas: Podemos roto y Ciudadanos muy debilitado. Eso abre nuevas posibilidades desde la certeza de que ninguno, como sucedió en 2016, soportaría terceras elecciones. La Operación Rajoy estaría consumada. Así avanza, paralelamente, la precampaña del 10 de noviembre.

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