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Opinión - 11.01.2019

Pacto mefistofélico

El compromiso que contempla el acuerdo se extiende a toda la legislatura

El Partido Popular cerró ayer la negociación con Ciudadanos para investir a su candidato a la presidencia a la Junta de Andalucía, Juan Manuel Moreno. Al mismo tiempo, dio a conocer el documento por el que el partido ultraderechista Vox se compromete a prestar los votos necesarios para que la coalición conservadora llegue al palacio de San Telmo. El problema no reside en que los votos de Vox permitan al PP/Cs formar gobierno, algo legítimo, sino en las concesiones efectivas que se han producido por parte del líder popular, Pablo Casado. La combinación que acabará con más de tres décadas de Gobierno socialista en Andalucía ha sido posible gracias a la adopción de una calculada ambigüedad por parte de todas las fuerzas implicadas, los populares aviniéndose a negociar un acuerdo que no excluya las exigencias de Vox, Vox aceptando expresarlas mediante un discurso aparentemente correcto, y Ciudadanos, por su parte, escudándose en la añagaza de fingir que rechaza con una mano aquello de lo que extrae evidentes beneficios con la otra.

El documento suscrito con Vox no deja de lado los requerimientos más conflictivos del programa de una fuerza de ultraderecha, sino que los formula a través de circunloquios y eufemismos dirigidos a ocultar su implícita aceptación por parte del Partido Popular. Para hacerse con la presidencia de la Junta, este ha pretendido resolver en el terreno de la retórica la cuadratura de un círculo en el que lo que está en juego es el compromiso con los valores constitucionales. Bajo la invocación de la libertad de los padres a escoger el tipo de educación que desean para sus hijos, el texto no solo constata la existencia de centros concertados como alternativa a los públicos, sino que coloca a la misma altura la posibilidad de separar en las aulas a los niños y las niñas, reclamada por Vox. De igual manera, la redacción escogida se vale de expresiones suficientemente sonoras y, a la vez, suficientemente indefinidas, para amparar políticas xenófobas sin necesidad de hacer alardes de xenofobia. El texto tampoco habla del “drama del aborto” al que se refiere el programa de Vox, sino que se detiene en la pudorosa frontera de sugerir que las mujeres que recurren a él es por falta de información, asistencia y “alternativas socioeconómicas”. Por último, disolver en una defensa de las raíces culturales de Andalucía la preocupación de Vox por el flamenco, así como incluir la tauromaquia y la caza como prioridades de la gestión de gobierno, parecen concesiones menores a Vox cuando, en realidad, son el pintoresco señuelo que oculta las mayores.

El Partido Popular ha limitado el documento suscrito con Vox a la investidura de su candidato, si bien los compromisos que contempla se extienden a la totalidad de la legislatura. O bien los firmantes se han precipitado inadvertidamente en esta aparente incongruencia, o bien el acuerdo de fondo ha sido otro. En concreto, el acuerdo por el que el Partido Popular se compromete a desarrollar desde el Ejecutivo andaluz puntos esenciales del programa de Vox a cambio de que este se avenga a reconocer que, a fin de hacerse con el poder, un discurso acomplejado es más eficaz que uno sin complejos. Como principal protagonista de este acuerdo, el Partido Popular ha cedido a la tentación de un pacto mefistofélico con capítulos muy concretos que comprometen su alma. Ahora solo falta por saber si Ciudadanos también lo suscribe, puesto que el papel que le han reservado los firmantes no es solo el de compañero de viaje durante el tiempo que dure la legislatura andaluza, sino el de cooperador necesario en las políticas de ultraderecha asumidas por su socio de Gobierno.

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