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Opinión - 19.02.2020

Olor a rico, olor a pobre

El pensamiento hegemónico que recorre el planeta rico se traduce en los mismos eslóganes con matices locales: ‘America first’, ‘los catalanes mejor solos’, y ‘España para los españoles’

Las dos fracturas más serias que ha vivido España desde la restauración de la democracia han propiciado la irrupción de los partidos que quebraron, parece que definitivamente, la cómoda y practicable alternancia bipartidista en nuestro país. En 2008 se rompió el contrato social que sustenta el Estado de bienestar en las democracias liberales: “Tú te enriqueces con mi trabajo pero yo, y los míos, vamos progresando”. En 2017 el independentismo catalán rompió el acuerdo constitucional: “Somos muchos y diferentes, nuestras relaciones son a veces tensas y a veces fluidas, pero estamos juntos en este viaje”. La primera fractura llevó en volandas a Podemos al Congreso; la segunda había alumbrado primero a Ciudadanos y, después del otoño separatista, le dio alas a Vox, por más que los ultras sumen algún otro tipo de voto. Las dos fracturas siguen abiertas y los dos partidos que lideran las dos maneras de cerrarlas siguen siendo PSOE y PP, cuarteados, encogidos, pero mayoritarios todavía en sus ámbitos ideológicos.

¿Pero hay realmente dos maneras de cerrar las brechas en el mundo ahora mismo? Porque las dos fracturas están relacionadas y las dos trascienden a España. El pensamiento hegemónico que recorre el planeta rico se traduce en los mismos eslóganes con matices locales: America first, take back control, los catalanes mejor solos, y España para los españoles. Todos sabemos que eso conduce al desastre, pero la formulación teórica y la práctica política en contra, se limita a poner parches a los desastres locales de una globalización económica sin gobernanza política. Por la mañana decimos que el nacionalismo condena al fracaso, y por la tarde cada país aprueba su tasa Google, porque no hay manera de que los organismos multilaterales establezcan un criterio común para hacer pagar impuestos a las grandes punto.com. Combatir el nacionalismo haciendo evidente que solo en el ámbito nacional te intentan dar soluciones no parece una gran idea.

Y qué decir de la lucha de clases versión siglo XXI, que, según los devotos de la película Parásitos, refleja como nadie el director surcoreano Bong Joon-ho. Recomendable la película, con hallazgos dramáticos como el olor a pobre que golpea, no en la nariz, sino en el estómago. Pero con una conclusión final —ojo, spoiler— a la altura de los tiempos: hazte rico y libera a tu padre de sus cadenas.

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