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Opinión - 17.09.2019

No dejes que la realidad te estropee una buena teoría

Trump se negó a admitir un error en las predicciones sobre el trayecto del huracán Dorian

Se atribuye erróneamente a Primera plana la frase “no dejes que la verdad te estropee un buen reportaje”. En la obra maestra de Billy Wilder se pronuncian axiomas indiscutibles —por ejemplo, “¿quién diablos va a leer el segundo párrafo?”—, pero la famosa sentencia que encarna el cinismo periodístico pertenece a un filme menos conocido, traducido en castellano como La pícara soltera,dirigido por Richard Quine en 1964. Se trata de una divertida comedia sobre la prensa sensacionalista, con actuaciones memorables de Tony Curtis y Natalie Wood. La negación de la realidad no es solo patrimonio de periodistas sino también de científicos, historiadores y, sin duda, políticos. El presidente Donald Trump es un profesional del asunto como acaba de demostrar con su enfrentamiento con el servicio meteorológico de Estados Unidos, la NOAA (Administración Nacional Oceánica y Atmosférica).

Cuando el huracán Dorian se estaba convirtiendo en un monstruo implacable, Trump lanzó un tuit en el que advertía que, entre otros Estados, Alabama debía prepararse para un impacto más fuerte y más rápido de lo que se pensaba. Era un domingo y los meteorólogos de guardia en la oficina de Birmingham comenzaron a recibir llamadas de ciudadanos preocupados. La llegada de una tormenta así, de fuerza cinco, provoca evacuaciones masivas y es una situación que puede deslizarse hacia el caos. Rápidamente los técnicos emitieron, también a través de Twitter, una información que reflejaba la realidad: que ninguna previsión indicaba que Dorian fuese a pasar por Alabama y que podían estar tranquilos.

Pese a que la realidad demostró que la ruta del huracán estaba muy lejos de Alabama y que sus conocimientos de meteorología son nulos, el presidente, un negacionista del cambio climático cuyo principal alimento intelectual es la cadena ultraderechista Fox, ha pretendido castigar a los profesionales de la NOAA que se atrevieron a desafiarle con la ciencia y obligó, entre otras cosas, a falsificar de manera muy cutre un mapa del huracán.

El ejemplo de Trump es el más grotesco, pero ni de lejos el único, de la dificultad para reconocer un error y actuar en consecuencia. Ojalá el magnate de la construcción fuese el único que no deja que la realidad le estropee una buena teoría.

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