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Opinión - 05.04.2020

Niños sin banda ancha

La educación virtual nos muestra también una realidad que no debemos ignorar: hay familias que no tienen ordenador y padres que no disponen de tiempo o capacitación para ayudar a los hijos en la tarea

Los padres de Jorgito han decidido que no retirarán el chupete al niño hasta que el encierro acabe. Si no puede desfogarse en el parque esta criatura de tres años, al menos que masque el chupete con fuerza. Cómo no entenderlo: yo misma me había hecho propósitos de reservar el vino nocturno solo para las ocasiones especiales y veo que no es el momento. De alguna manera hay que premiarse al final del día. Los niños muy pequeños, los que aún no se deben a un temario académico, se amoldan a las novedades con una extraordinaria flexibilidad. Son los primeros que a las ocho de la tarde salen al balcón y gritan ¡Bravo!, una palabra que han aprendido en estos tiempos de coronavirus, y al igual que las abuelas, a las menos cuarto ya están esperando a que llegue el momento celebratorio en que aplauden sin saber muy bien a quién, al aire, disfrutando a tope del encuentro de agradecimiento colectivo. Enfrente tengo una niña que echa mano de la pandereta y grita con una voz agudísima que resuena en toda la calle: “¡Viva el Gregorio Marañón!”. Y las sanitarias de la Maternidad parece que la oyen porque devuelven el aplauso a nuestras fachadas. Si en el hogar hay armonía, una temporada de excepción dedicada al juego casero no tiene por qué dejar una herida, aunque no estaría de más que se permitiera a los críos pasear un rato, igual que se nos permite sacar al perro.

Sin embargo, todo cambia para esos niños que ya tienen un programa que cumplir. No se sabe quién ha impuesto esta dinámica, pero los maestros, adaptándose como pueden a la situación, andan con la lengua fuera tratando de cumplir el temario: la jornada entera frente al ordenador, usando medios que hasta ahora eran complementarios y convirtiéndolos en esenciales. Ellos viven abrumados rellenando formularios, generando ejercicios, corrigiendo, atendiendo a cada alumno, y a su vez, los niños se agobian por no poder acabar la tarea. ¿A quién se le ocurrió que era una buena idea que el ritmo se mantuviera tal cual cuando el momento es excepcional? No son pocos los amigos que me confiesan que esto del teletrabajo es una trampa. No hay horarios, se ha de estar permanentemente disponible, y este ambiente laboral coronahistérico se ha llevado al extremo al mundo escolar. Da la impresión de que para demostrar a la sociedad que estos días no serán en absoluto vacaciones encubiertas para los profes (como así dejó caer el sensible presidente de Castilla-La Mancha) han de mantener una actividad estresante.

Si bien es cierto que la nueva generación de docentes estará más adaptada a la realidad tecnológica, hay profesores que ganan con la presencia, como hay músicos que mejoran en directo. Esta educación virtual nos muestra también una realidad que no debemos ignorar: hay hogares sin banda ancha, familias que no tienen ordenador o solo hay uno para el trabajo del padre o de la madre. Hay progenitores que no disponen de tiempo o capacitación para ayudar a los hijos en la tarea. Tenemos la certeza de que los que más sufrirán este parón serán los niños de nivel económico más bajo. Y yo me pregunto si esta desigualdad no se podría tener en cuenta al calibrar cuánto se puede exigir en una situación insólita. Es lamentable que haya familias que se las apañen con una tablet cedida por Save the Children. No logro entender por qué no simplificar estos días, por qué no dedicar el encierro a crear, jugar, escuchar música, escribir, leer, dibujar, reflexionar. Recordemos nuestra infancia, nuestro sagrado tiempo para fantasear y jugar en solitario. Me escribe Emma Cabal, poeta y profesora: “¿Para qué les sirve en estos momentos hacer un comentario morfosintáctico? Estoy en contacto por correo con los que puedo y nos recomendamos libros, poemas, me escriben sus reflexiones, les pregunto por esos compañeros de los que no sé nada y me cuentan. Importa que estén bien. Importa que todos estén bien”. Es una profesora entregada, excelente.

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