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Opinión - 14.12.2018

Menos hijos

Este año se ha alcanzado el menor número de nacimientos desde que hay registro. Para cambiar la tendencia es preciso intervenir sobre las causas

España sigue precipitándose hacia una grave crisis demográfica. Desde 2015 hay más defunciones que nacimientos y este año se ha batido un nuevo récord histórico a la baja: en el primer semestre de 2018 nacieron 179.795 niños, un 5,8% menos que en el mismo periodo del año anterior. Es la cifra más baja desde que se creó el registro en 1941 y queda muy lejos de los 519.779 nacimientos de todo 2008, cuando se alcanzó la cifra máxima. El impacto de la crisis económica y sus secuelas laborales sobre la natalidad es indiscutible, según han puesto de manifiesto diferentes trabajos.

En esta tormenta demográfica concurren dos circunstancias: la llegada a la edad fértil de una generación menos numerosa en la que por tanto había menos mujeres por la crisis de natalidad de finales de los setenta, y el hecho de que cada vez son más las que aplazan la maternidad por razones socioeconómicas. Algunas esperan a tener una situación laboral y económica más segura para tener hijos y otras renuncian directamente a la maternidad por considerarla incompatible con la carrera profesional. En 2017, la edad promedio del nacimiento del primer hijo fue de 32,1 años, y sigue aumentando en una tendencia cada vez más acusada, hasta el punto de que ahora el 30% de las madres españolas tienen su primer hijo después de los 35 años y el 7% después de los 40.

Posponer la maternidad implica reducir las posibilidades de embarazo, pues la fertilidad declina con la edad y de forma más acusada a partir de los 35 años. El retraso en la edad de la primera gestación suele tener como efecto asociado un menor número de hijos. Esto ha conducido a que un número significativo de mujeres españolas declaran tener menos hijos de los que desearían. A una de cada cuatro mujeres, según el INI, le gustaría tener al menos dos hijos, pero la tasa de fecundidad está en 1,3 por mujer, una de las más bajas del mundo.

Solo la llegada de inmigrantes permite por ahora mantener estable la población total en torno a los 46,6 millones de habitantes, lo que obliga a contemplar el fenómeno migratorio desde otra perspectiva. Si España quiere mantener el vigor demográfico, tendrá que recurrir a contingentes de población extranjera. De hecho, uno de cada cinco bebés nacido en España durante el primer semestre era hijo de madre extranjera. Pero además es necesario incidir sobre las condiciones que provocan la caída de la natalidad. Durante mucho tiempo se pensó que era consecuencia del aumento del nivel de vida, del mayor nivel educativo y de la incorporación de la mujer al trabajo. Esos factores influyeron en un primer momento, pero ahora sabemos que la acusada caída de los últimos años se debe a la creciente precarización laboral de los jóvenes y a la falta de políticas de conciliación y de apoyo a la crianza.

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