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Opinión - 23.03.2020

Mantener el poder a cualquier precio

Andrzej Duda rechaza aplazar las elecciones en Polonia pese a la crisis del coronavirus

Polonia está en guerra, no solo con el coronavirus. Es una guerra civil que discurre en paralelo desde hace años. Se trata de una Cold Warentre el Gobierno antidemocrático y euroescéptico del partido Ley y Justicia (PiS), y la sociedad civil, que exige el cumplimiento de la Constitución, la independencia del Poder Judicial, la libertad de prensa y el respeto para todas las minorías.

Por desgracia, la pandemia de la Covid-19 —si bien afecta a todos independientemente de su ideología— no ha sido motivo suficiente para deponer las armas. Y ello a pesar de los infaustos pronósticos de los microbiólogos.

El Gobierno en Varsovia declama eslóganes sobre la fraternidad en Polonia, cuando verdaderamente lo que está haciendo es destruir a la sociedad polaca. El presidente, como si nada hubiera ocurrido, dirige una agresiva campaña electoral. Ello a pesar de que todos sus oponentes la han interrumpido. Y lo que es peor, a pesar de la insistencia de la oposición, no tienen intención de posponer las elecciones. Nuevos infectados acuden a los hospitales, el país está paralizado… ¡y desde la cúpula del poder nos anuncian alegremente que el presidente Duda —“el liquidador del coronavirus”— vence ya en la primera vuelta!

Mientras, su homólogo francés, Emmanuel Macron, ha cancelado la segunda vuelta de las elecciones municipales. También las elecciones italianas y británicas, previstas para mayo, han sido canceladas. Pero Andrzej Duda tiene prisa. Al igual que otros países europeos, Polonia se enfrenta hoy a una crisis de gobierno, social y económica de una escala inédita hasta la fecha. Nadie sabe qué va a ocurrir. Las autoridades tampoco. ¿Cuántas personas hay infectadas? ¿Cuántas morirán? ¿Aguantará el sistema de salud? ¿Cuál será la escala de la recesión y la dimensión del rescate? Nadie tiene ni idea sobre el impacto social de la pandemia.

Por eso el PiS quiere mantener el poder a cualquier precio y prolongarlo hoy mismo. Los medios afines al poder —al igual que antaño, en tiempos del comunismo— se encargan por un lado de hacer propaganda de su éxito, y por otro le escupen a la oposición, a la prensa libre y a la Unión Europea. Según el No-Do en que se ha convertido la televisión pública, que de buena gana imita el relato ruso, los únicos eficaces en la lucha contra el coronavirus son los Estados nacionales. La Unión Europea, en cambio, “nos ha fallado”. Y es que en los medios presidencialistas se silencia que la UE donó rápidamente 7.500 millones de euros para la lucha contra el coronavirus, única y exclusivamente en Polonia.

Hace cinco años la ultraderecha populista que gobierna hoy Polonia llegó al poder en pleno apogeo de la crisis migratoria, amenazando con una invasión islámica. Después asustó a la ciudadanía con la “plaga del feminismo, la ideología LGBT y el multiculturalismo”, y ahora la propaganda nos martillea contra “una Bruselas pusilánime ante el coronavirus”.

Si en Europa la sociedad necesita defenderse ante una nueva escalada del populismo y los egoísmos nacionalistas, debe contraatacar de forma activa a la propaganda redactada por las fábricas de trolls y bots rusos, que campan a sus anchas por el ciberespacio. No faltan en todo el continente los tontos necesarios que sostienen dicha propaganda, especialmente en Hungría y en Polonia. Así como las heridas profundas favorecen la infección, la polarización de la sociedad expone a los países miembros, y por lo tanto a toda nuestra Unión Europea, a los ataques de ideologías abiertamente hostiles. Es justamente en una coyuntura así cuando los Gobiernos populistas muestran lo endeble de sus planteamientos.

El Gobierno polaco en funciones ha recibido, en virtud de un decreto ley del coronavirus —aprobado con los votos de la oposición—, poderes y competencias extraordinarios.

En un Estado democrático —aunque parcialmente, Polonia sigue siéndolo— las decisiones que contravengan el orden constitucional deberían adoptarse por consenso de todas las fuerzas políticas. Es algo que está en el propio interés del partido en el poder. El primer lugar, porque un Gobierno enfrentado a medio país no puede ser eficaz. En segundo, porque la sociedad solo confiere un poder ilimitado a aquellos en quienes confíe. No es el caso de este Gobierno, y la confianza no se conquista de golpe y porrazo.

El partido Ley y Justicia ha de elevarse por encima de sus deficiencias, sentarse a la mesa y, en estas circunstancias extraordinarias, dialogar con la oposición. La cuestión no es ya si el PiS se mantendrá aferrado al poder. A todo Gobierno le llega su hora. Se trata de la salud y la vida de sus ciudadanos. De si el poder va a afrontar este reto. Aquí y ahora.

Jaroslaw Kurski es adjunto a la dirección del diario Gazeta Wyborcza.

Traducción del polaco de Amelia Serraller Calvo.

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