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Opinión - 12.03.2019

Lunes negro para Ciudadanos

La formación naranja cada vez provoca más descontento por sus dos flancos, sin que el efecto Arrimadas haya suturado el flujo

El escándalo del pucherazo de Silvia Clemente, fichada con la bendición del líder, coloca a Ciudadanos ante el espejo de su lunes negro. El asunto ensombrece las credenciales de un partido con tendencia al verticalismo, donde la retórica de la democracia interna no neutraliza la sombra de los dedazos bien maquinados; y compromete, sobre todo, la credibilidad del discurso de regeneración, una de las últimas banderas con que Ciudadanos se diferenciaba de sus competidores. Ahora, una vez más, ha faltado agilidad para anunciar una investigación del origen del pucherazo hasta las últimas consecuencias.

El plan de Ciudadanos de aprovechar nombres desmarcados del viejo bipartidismo para demostrar su potencialidad como nuevo catch-all party de amplios caladeros ideológicos, ha tendido a lo que se denomina, con sarcasmo taurino, ‘desecho de tienta’. Silvia Clemente, que arrastraba un expediente bajo sospecha, ya es un símbolo de ese efecto boomerang: fichar estrellas y salir estrellados.

La cotización de Ciudadanos empeora con perspectiva negativa. Mucho de lo que sucede obedece a sus errores desde la moción de censura, con una deriva a la derecha irreconducible a corto. Las últimas encuestas le dan una caída de diez puntos desde la primavera anterior; y esto no sucede solo por la fatalidad del azar. Han fallado en muchas decisiones, aunque al final, como en tantas ocasiones, todo se sintetice en una etiqueta: la foto de Colón. A la polémica de los manteros reaccionaron con el eslogan de «orden y seguridad» que evocaba tiempos oscuros. Hoy GAD3 para Abc le da una caída de 53 a 38 en un mes, 15 escaños de una tacada. Por más que se intuya un sesgo de cocina, la realidad es que Ciudadanos cada vez provoca más descontento por sus dos flancos, sin que el efecto Arrimadas haya suturado el flujo.

Ya se verá si Ciudadanos puede remontar en las próximas seis semanas, pero pinta feo. Parte de su voto conservador considera más genuina la marca Vox, y parte de su voto centrista, que veía con ilusión un partido de raíces socialdemócratas y hechuras liberales, no oculta la decepción tras el veto al PSOE vaciando la opción central. Sacar al PSOE del constitucionalismo ha provocado reacciones entre la perplejidad y el sarcasmo, no solo por apropiarse absurdamente de la Constitución, sino por escamotear su naturaleza integradora para convertirla en un bando electoral. “¿Hasta dónde llegarán?” se ha preguntado The Economist, viendo cuál de las dos almas de Ciudadanos –una centrista, otra nacionalista– se ha impuesto.

De tanto combatir la lógica puigdemoníaca, han terminado bajo la misma lógica. Mal modelo. Martínez-Bascuñán apuntaba aquí algo muy serio: “Cuando se levanta un muro en nombre de la nación, se rompe la sociedad por dentro”. Rivera no entendió la lección de Marco Aurelio: no hay mayor venganza sobre el enemigo que evitar parecerte a él. Rivera ha perdido mucho de su toque de distinción. De momento parece cada vez más lejos de Macron y más cerca de Sarkozy.

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