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Opinión - 20.05.2019

Los Siete Reinos cruzan al otro lado del espejo

El final de ‘Juego de tronos’ crea un vacío que va más allá del ocio y la ficción (este artículo no contiene ‘spoilers’)

Al principio de La orgía perpetua, su ensayo sobre Flaubert, Mario Vargas Llosa resume la influencia que la ficción puede tener sobre la realidad a través de una frase sobre un personaje de Balzac que se atribuye a Oscar Wilde: “La muerte de Lucien de Rubempré es el mayor drama de mi vida”. Se trata de una sentencia que difícilmente se puede aplicar a Juego de tronos, porque demostró desde su primera temporada que no era prudente tomarle demasiado cariño a un personaje porque podía ser decapitado, torturado o apuñalado en el capítulo siguiente. Sin embargo, la frase con la que prosigue el escritor peruano su texto sí tiene todo el sentido: “Un puñado de personajes literarios han marcado mi vida de manera más durable que buena parte de los seres de carne y hueso que he conocido”.

Después de ocho años, la serie basada en las novelas de George R. R. Martin llega a su fin, e incluso aquellos espectadores que tienden a confundir a la mayoría de los personajes —ocurre algo parecido en una reunión de antiguos alumnos: te suenan las caras, pero eres incapaz de ponerles un nombre— sentirán algún tipo de vacío que va mucho más allá de su ocio. Juego de tronos ha irrumpido de forma tan rotunda en la realidad que algunos lectores amenazaron a Martin para que terminase sus novelas de una vez, mientras que una petición popular para que los guionistas cambien la última temporada ha alcanzado el millón de firmas.

Los lectores americanos de Charles Dickens esperaban en los puertos a que llegasen los barcos de Inglaterra para poder leer las nuevas entregas de sus grandes novelas. Las cosas no han cambiado mucho: semana tras semana se esperan los nuevos capítulos, un vacío que se convierte en meses o años entre una temporada y otra. Unas generaciones han crecido con una parte de su imaginación capturada por una galaxia muy lejana, otras, por dos pisos de amigos en Manhattan o por los barrios bajos de Baltimore. Ahora que los Siete Reinos se han desvanecido y sus personajes continúan su existencia al otro lado del espejo, lejos de nuestra mirada, seguiremos yendo al puerto a esperar a que aparezca en el horizonte un buque capaz de cumplir con las exigencias de nuestra imaginación, que son también las de la vida.

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