Home Opinión La Europa de los balcones
Opinión - 02.12.2018

La Europa de los balcones

En una República Europea, el conflicto entre el Estado español y la Generalitat no tendría cabida

¿Se imaginan a miles de ciudadanos de toda Europa proclamando al unísono la República Europea desde sus balcones? Cien años después de la proclamación de la República de Weimar desde el balcón del Reichstag o de la República Checoslovaca desde el del Ayuntamiento de Prešov, surge el Proyecto Balcones Europeos. A iniciativa de un pequeño grupo de académicos y artistas, el pasado sábado 10 de noviembre, víspera del centenario del armisticio, desde teatros, balcones y espacios públicos en toda Europa, artistas y ciudadanos proclamaron una República Europea. Leyeron un manifiesto para reivindicar que todos los ciudadanos que habitan el continente son iguales, más allá de los Estados-nación, porque, recuperando la frase de Jean Monnet, “Europa significa unir personas, no integrar Estados”.

Explica Ulrike Guérot, ideóloga del proyecto junto al escritor Robert Menasse, que el manifiesto bebe, en la forma y el tono, de las proclamaciones de repúblicas que se sucedieron en Europa en 1918. En el contenido, como señala Libération, no podría estar más lejos: reivindica un concepto de república que no exige la coincidencia entre nacionalidad y ciudadanía, declarando que “los elementos constitutivos de la República Europea son las ciudades y regiones europeas”. Plantea una visión igualitarista de Europa basada en la justicia social y reconoce la responsabilidad histórica y moral del continente europeo con el resto del mundo: “La riqueza de Europa se erige sobre la explotación de otros continentes”, por lo que “estamos dispuestos a compartir nuestro territorio con aquellos y aquellas a quienes hemos expulsado del suyo”.

Más allá de esta declaración de principios, cuestiones prácticas que supondrían hacer realidad la República Europea como “una ley de asociación, un registro electoral o un número de seguridad social o fiscal europeos… incluso un pasaporte europeo”, mantiene Guérot, no debieran constituir grandes escollos habiendo sido posible converger hacia un mercado y una moneda únicos.

La idea de realizar un acto de habla (speech act) multitudinario se inspira en la capacidad transformadora que Bertolt Brecht y otros atribuyen al teatro: un lugar para la enunciación de mundos nuevos con la complicidad del público. También evoca implícitamente el potencial político de los enunciados performativos. En su teoría de los actos de habla, el filósofo John Langshaw Austin describe aquéllos como expresiones que realizan o convierten en hecho lo que expresan (por ejemplo, una promesa). A diferencia de un enunciado descriptivo, no pueden juzgarse como verdaderos o falsos. Ciertos enunciados performativos exigen, eso sí, un determinado contexto o consenso previo, por ejemplo, sobre quién puede emitir el enunciado.

Guérot se refiere a la nación alemana que J. G. Fichte imaginó en 1806 para ilustrar cómo toda entidad política es, en sus orígenes, una idea compartida por unos pocos individuos. La idea se extiende y, llegado el momento, es enunciada por un colectivo en la forma de una declaración y, seguidamente, interiorizada y desarrollada en la práctica por aquél. Para que todo esto suceda de manera democrática, el colectivo que enuncia o atiende esa enunciación debe ser mayoritario. Mas, desde la perspectiva de los actos performativos, no debe subestimarse el efecto que la enunciación en sí misma posee, aun cuando no sea atendida por un colectivo mayoritario inicialmente.

En algunas localidades, la lectura del manifiesto del Proyecto Balcones Europeos se acompañó de discursos y pequeños conciertos; en otras fue un evento más improvisado con apenas un puñado de asistentes. La iniciativa ha calado, sobre todo, en localidades centroeuropeas y bastante menos en las del sur y el norte de Europa. Pero el Proyecto Balcones Europeos no es el único en este sentido ahora mismo. A pesar del aparente euroescepticismo que recorre el continente, existen cada vez más iniciativas que buscan realizar una Europa más integrada, justa y democrática. Actos, declaraciones, manifiestos, obras de teatro que van sumando, creando, poco a poco y no sin dificultad, una masa crítica de ciudadanos convencidos de que su futuro pasa por una democracia común europea.

En el contexto español, y tras la declaración simbólica de independencia catalana el otoño pasado, es posible que, para algunos, la idea de promover una república imaginada resulte provocadora o inconveniente. Sin embargo, puede servir para reflexionar sobre el juego entre imaginación política y voluntad democrática y el modo en que históricamente han tomado cuerpo las ideas políticas. También para pensar en otras soluciones al problema que no pasen por la independencia o el statu quo: en una República Europea, el conflicto entre el Estado español y la Generalitat no tendría cabida.

Olivia Muñoz-Rojas es doctora en Sociología por la London School of Economics e investigadora independiente. Su blog es www.oliviamunozrojasblog.com

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Check Also

Una narrativa visual para rastrear al virus

Los lectores se interesan más por las cifras y los gráficos porque les explican mejor la p…