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Opinión - 09.07.2019

Giro en Grecia

La victoria de la derecha castiga la política de Tsipras con la UE

La contundente victoria de los conservadores en las elecciones celebradas en Grecia el domingo es el resultado directo de la decepción del electorado con la gestión del primer ministro saliente, el izquierdista Alexis Tsipras. El líder de Syriza llegó al poder con una serie de promesas de reformas redistribuidoras de los sacrificios y la riqueza, pero terminó adoptando políticas ortodoxas que si bien han hecho que algunos de los indicadores macroeconómicos mejoren, siguen dejando en pie las grandes cuentas pendientes de la sociedad griega.

Los conservadores de Nueva Democracia, liderados por Kyriakos Mitsotakis, han obtenido un 39,9% de los votos, casi nueve puntos más que Syriza, lo que les ha proporcionado la mayoría absoluta, algo que ningún partido griego conseguía desde 2009 cuando el país heleno estaba sumido en una profunda crisis económica e institucional. Ha pasado una década caracterizada por una gran convulsión social, un durísimo enfrentamiento con Alemania en el seno de la Unión Europea, amenazas tanto de expulsión como de abandono voluntario de la zona euro y tres rescates de la economía griega con la intervención directa de las cuentas nacionales por parte de los hombres de negro.

Pero esta década también se ha distinguido por la gran esperanza, primero, y la gran decepción después que representó para la izquierda, no solo griega sino también europea, la llegada de Tsipras al poder en 2015 con un discurso de oposición tajante a las políticas económicas inflexibles, basadas en criterios técnicos más que en las repercusiones sociales. Su política inicial de oposición al fanatismo presupuestario de Bruselas abrió un camino en Europa que luego ha sido seguido, cada uno con sus especiales características, por gobiernos progresistas de otros países, como por ejemplo Portugal.

Los griegos acudieron el domingo a las urnas en unas circunstancias algo diferentes de las de años anteriores. Aunque poco, la economía crece, el tercer rescate ha terminado —no la supervisión técnica de la UE sobre las cuentas griegas— y la institucionalidad está recuperada. Pero la deuda pública, el corazón del problema con Europa, ha crecido hasta un impagable 180% de su PIB. Por otra parte, constituye una excelente y tranquilizadora noticia la desaparición total de los neonazis de Amanecer Dorado del Parlamento griego —tenían 18 diputados— al no superar el 3% de los votos.

Sin embargo, los durísimos efectos de los rescates aceptados por el Gobierno griego perdurarán en la sociedad griega por generaciones. Paradójicamente la derecha de Nueva Democracia ha hecho suyo un caballo de batalla muy similar al que llevó a la victoria a Tsipras. Misotakis ha prometido luchar contra los ajustes provocados por los rescates de Bruselas, ante un electorado que había esperado precisamente eso mismo de la izquierda de Tsipras. Por ello tampoco es de extrañar que en la izquierda la sorpresa haya sido la entrada de DiEM25, la formación del exministro de Finanzas Yannis Varoufakis, quien terminó dimitiendo del primer Gobierno de Tsipras por su negativa a aceptar las políticas restrictivas de la UE. El electorado griego ha elegido el original a la copia y el resultado ha sido la derrota de Tsipras.

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