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Opinión - 14.02.2019

Gestión de la desilusión

Los únicos culpables de la pérdida de prestigio del Govern son quienes gobiernan la Generalitat

Un exconseller de la Generalitat en los años en los que la Generalitat del convergente Pujol aprobaba sus presupuestos me define al hoy presidente Torra “como chico de los recados recibiendo órdenes desde Waterloo, que por cierto remite a recordar una derrota”. El exconseller ha añadido: “A Torra no le hace caso ni el Tato”. Hacía años que no escuchaba citar al Tato, personaje imaginario sinónimo de negación. Negación de gestión es que la Generalitat no haya aprobado los presupuestos del 2017 porque con tantos viajes y tantos mítines el Govern no tiene tiempo de legislar, de hacer planes a largo plazo. Ander Gurrutxaga, catedrático de Sociología en la Universidad del País Vasco, me envía un mensaje: “A los ciudadanos hay que gobernarles, preocuparse de sus problemas, pero en el caso catalán la política se ha transformado en un problema más, algo que debe resolverse antes de caminar”.

Es cierto que el Gobierno de España ha cometido errores con su política en Cataluña, pero de la pérdida de prestigio del Govern los únicos culpables son los que gobiernan desde la Generalitat. La sociedad catalana no está de momento fracturada pero sí hay sectores de la sociedad con miedo a que desde el independentismo radical les definan como fascistas o traidores. Personas que en su mayoría opinan que los procesados deberían estar en libertad provisional, gente sumida en un cóctel de sentimientos que van del cabreo a la tristeza y la nostalgia por el perdido sentido común de unos y otros. Escribe el amigo Ander al final de su mensaje: “No es el desencuentro-encuentro; es la emboscadura (Jünger) pero sin emboscados. No sé qué pasará en el juicio, lo que sí puede aventurarse es que aquello que sirvió para movilizar a una parte de la sociedad catalana está cada vez más alejado de sus objetivos iniciales”.

Leyendo eso he recordado una larga conversación con Ander cuando se empezaba a gestar el fin de la violencia etarra. Me dijo: “Tras la ruptura de ciertas ilusiones habrá que refundar la sociedad sobre otros mimbres y esos mimbres son más frágiles que lo fueron en otros momentos”. Reflexionaba Ander sobre Euskadi pero vale para reflexionar sobre el futuro de Cataluña: ¿cómo y quién gestionará la desilusión, con qué mimbres?

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