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Opinión - 25.06.2019

Estambul contra Erdogan

Con la victoria ahora incontestable de Imamoglu las cinco principales de Turquía serán gobernadas por laicos

Con la repetición el domingo de las elecciones al Ayuntamiento Metropolitano de Estambul el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, ha sufrido una doble derrota. Por un lado, la oposición ha salido muy reforzada en las urnas aun habiendo sido víctima de una irregular jugada política del gobernante. Por otra parte, es Erdogan —y su deriva autoritaria—, y no el candidato de su partido a la alcaldía, el claro perdedor de una arriesgada jugada política que consistía en exigir la repetición de los comicios celebrados el 31 de marzo y en los que el Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) ya había sufrido un severo correctivo.

Estambul es clave para gobernar Turquía y ningún político que aspire a la presidencia puede lograrlo sin contar con el respaldo de la histórica ciudad y su área metropolitana. El candidato opositor, Ekrem Imamoglu, no solo ha repetido la victoria que le fue negada por el tribunal electoral, sino que ha ampliado su ventaja sobre el candidato oficialista, Binali Yildirim, al que ha sacado una diferencia de nueve puntos. Es muchísimo más de los pocos miles de votos de diferencia emitidos en los comicios anulados y que en todo caso hubieran justificado un nuevo recuento —una práctica legítima y relativamente frecuente en las democracias—, pero nunca una anulación completa de las elecciones y una nueva convocatoria.

Con la victoria ahora incontestable de Imamoglu, las cinco principales ciudades de Turquía serán gobernadas por laicos. Un claro mensaje al sistemático —y en ocasiones autoritario— programa de islamización del país emprendido por Erdogan y su partido. Tras unos años en los que parecía que el mandatario turco iba a poder llevar sus planes sin cortapisa alguna, la Turquía urbana y laica se ha alzado contra un proyecto que amenaza con alterar la misma naturaleza del Estado moderno fundado por Mustafá Kemal Atatürk. La prueba ha sido de nuevo una participación masiva unida a la circunstancia de que miles de votantes interrumpieron sus vacaciones de verano para regresar a Estambul y votar. Un símbolo de compromiso con el cambio que Erdogan no puede desdeñar.

La derrota, y las circunstancias en las que se ha producido, pueden además provocar fisuras en el otrora monolítico AKP. De hecho, importantes figuras del partido han reconocido en público que las elecciones se perdieron no ya el domingo pasado, sino el mismo día en que la Comisión Electoral ordenó la cuestionada repetición.

El presidente turco puede ahora tomar nota del inequívoco mensaje que le ha lanzado una parte significativa del electorado o seguir encastillado en argucias como la de amenazar con consecuencias legales al vencedor de las elecciones por insultos a un alto funcionario de su Administración. Las ciudades turcas esperan lo primero.

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