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Opinión - 14.11.2019

En La Habana

Con su visita a Cuba, el Rey confirma el vínculo profundo de España con la isla

La visita de don Felipe y doña Letizia a Cuba es la primera de unos reyes españoles desde la independencia de la antigua colonia. El viaje se enmarca en la conmemoración de los 500 años de la fundación de La Habana, y las fechas han sido escogidas de tal modo que España no dejase de tener representación al más alto nivel en esta efeméride. Al mismo tiempo, se ha querido evitar el encuentro entre los Reyes y algunos dirigentes iberoamericanos con los que existen unas profundas diferencias diplomáticas.

La visita de los Reyes era obligada por la difícil situación que atraviesa Cuba, debido, entre otras razones de índole interior, a la política hacia la isla del presidente norteamericano, Donald Trump. La muerte de Fidel Castro dio paso a una situación ambigua en la cúspide del régimen cubano, en la medida en que nadie parece dudar de la urgente necesidad de un cambio político, pero tampoco de la influencia retardatoria de Raúl Castro y del núcleo revolucionario. Tarde o temprano, el país deberá afrontar una transición pospuesta, al menos, desde el final de los sistemas comunistas en el este europeo. Cuba no está condenada a ser una persistente herencia de la Guerra Fría, por más que algunos Gobiernos del continente americano, hoy también en crisis, hayan ofrecido a su régimen una inesperada prórroga a medio camino entre la ayuda que se espera del aliado y el ejemplo que se va a buscar en el mito. La Habana no ejerce el mismo liderazgo continental que bajo el Gobierno de los Castro, sin que tampoco haya abandonado por completo la acción de inspiración ideológica más allá de sus fronteras.La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca ha supuesto un retorno a las posiciones más duras de la política norteamericana hacia la isla. Trump ha puesto fin al deshielo iniciado por su antecesor, Barack Obama, quien intentó señalar el comienzo de una nueva época en las relaciones entre Cuba y Estados Unidos con una decisiva visita a la isla. Nada de aquel espíritu ha sobrevivido al giro diplomático adoptado por la actual Administración norteamericana, si bien existe una conciencia generalizada de que el regreso a las antiguas posiciones está estrictamente ligado a la permanencia en la Casa Blanca de su actual inquilino. Los cubanos están siendo las primeras víctimas del embargo. Pero no son ni serán las únicas: también los intereses norteamericanos se están viendo afectados por esta innecesaria exhibición de fuerza. Y, por descontado, también los españoles.

La visita de don Felipe y doña Letizia resultaba oportuna y, además, necesaria. No solo como muestra de apoyo a la amplia representación empresarial española en la isla, sino también como señal inequívoca de que las relaciones de España con Cuba responden a un vínculo profundo. El ministro de Asuntos Exteriores en funciones, Josep Borrell, ha señalado que el viaje ha servido para abordar todos los asuntos pendientes con el Ejecutivo cubano, incluidos los relacionados con los derechos humanos. Esta aclaración debería ser suficiente para respetar el consenso exterior imprescindible para que España pueda desempeñar adecuadamente su papel en el mundo. Especialmente, cuando afecta a la agenda del jefe del Estado.

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