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Opinión - 22.03.2019

En busca de la felicidad

Los países nórdicos son los países más felices según Naciones Unidas, pero sus ciudadanos no son los que se sienten más satisfechos de la vida

Hay un día internacional dedicado a la felicidad y un ranking de países más felices. En este mundo tan dado a poner días, etiquetas y estadísticas a la vida, la felicidad no podía ser menos. Naciones Unidas decidió que el 20 de marzo fuera el Día Internacional de la Felicidad y la Red de Soluciones para un Desarrollo Sostenible, dependiente de ella, ha establecido una serie de criterios objetivos que permiten medir si un país ofrece condiciones de felicidad a sus ciudadanos. En el informe de 2019 los países nórdicos —Noruega, Dinamarca, Islandia y Suiza— se sitúan de nuevo en lo alto de la clasificación. A la vista de los parámetros que se valoran, no es difícil determinar las razones: un Estado de bienestar potente, altas cotas de justicia social, menores índices de desigualdad y una considerable calidad ambiental. Esos son los ingredientes del éxito. España se sitúa en el puesto número 30.

Pero una cosa son las condiciones objetivas y otra muy distinta la percepción subjetiva. Aquí las estadísticas se complican. La sensación de felicidad no siempre depende de la riqueza o las condiciones materiales, aunque estas son importantes para no sentirse infeliz. Por eso resulta chocante la enorme distancia que hay entre la clasificación de Naciones Unidas y el resultado de la encuesta WIN World Survey, realizada a más de 30.000 personas en más de 40 países, que mide la satisfacción vital. Ahí España ocupa el puesto número 13, por encima de Alemania (21), Reino Unido (27) o Francia (35). Los países que encabezan esta clasificación son Filipinas y Ghana, donde más del 80% de los habitantes se declaran felices. A pesar de su pobreza, el 82% de los ciudadanos de Ghana se declara satisfecho con su vida, mientras que en Suecia, a pesar de su riqueza, solo lo está el 57%.

Todo depende de las expectativas. En la hedonista cultura occidental conseguir la felicidad es un anhelo prioritario y tiende a confundirse con la satisfacción inmediata de los deseos. Ser feliz es un imperativo, no importa la forma de conseguirlo. La búsqueda de la felicidad se ha convertido en una especie de nueva tiranía, como la positividad lo es para los enfermos del cáncer. En esta concepción de la vida, conseguir la felicidad no depende de las condiciones objetivas sino de uno mismo. La contrariedad se hace insoportable. Por eso abundan los libros de autoayuda. Y los adictos a los libros de autoayuda.

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