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Opinión - 12.02.2020

Elecciones en sesión continua

Políticos sensatos, pongan orden en estos alocados calendarios y echen el freno para no perjudicar a nuestro sistema constitucional

¿Recuerdan, los que estén en edad de recordarlo, las sesiones de cine en sesión continua? Quizás aún exista alguna, no lo sé, pero creo que han pasado a la historia o bien todas las sesiones lo son. En todo caso, para quien no lo sepa, eran las sesiones de aquellas salas de cine que proyectaban dos películas ininterrumpidamente o sólo, entre una y otra, sin abrir las luces, se podía ver algún documental, películas de dibujos o el No-Do. Total, que por un duro te tirabas toda la tarde. Pues a mí la profusión de tantas elecciones me recuerda a las antiguas sesiones continuas. Es un no parar.

En menos de un año, se han celebrado dos elecciones generales, unas europeas, unas locales, 12 autonómicas, y, ahora, el 5 de abril se han anunciado por sorpresa las del País Vasco y Galicia. Y después vendrán, nadie lo duda, las catalanas. Un atracón de elecciones que puede llegar a indigestar a los ciudadanos y deteriorar el funcionamiento regular de las instituciones, de todas las instituciones, sea del tipo y ámbito que sean.

Cualquier elección, como sabemos, supone movilizaciones y parálisis, todo a la vez aunque parezca paradójico. Moviliza a los partidos, medios de comunicación y opinión pública, pero paraliza Gobiernos, Parlamentos, Administraciones, otros organismos públicos y hasta asociaciones o empresas privadas. Tantas veces hemos oído la consabida frase de “esto lo dejamos para después de las elecciones…”, bien sea un acuerdo, una subvención, un permiso, un acto público o una inversión. Un país pendiente, en más o en menos, de unos determinados resultados electorales. Eso no es bueno.

Es obvio que en una democracia debe haber elecciones pero quizás podríamos ordenar un poco el día que deben celebrarse. Ya sé que no es fácil. Pero también soy consciente de las interferencias que producen en las instituciones públicas y la fatiga que causan a los ciudadanos. Si a ello le juntamos el desprestigio creciente y peligroso de la política y de los políticos, los efectos pueden contribuir al deterioro de la democracia.

Para solucionar un problema se debe ser primero consciente del mismo. Quizás hemos tocado techo, en las elecciones generales de noviembre la participación ha sido bastante menor que en las de abril, debemos extraer consecuencias. Incluso, cuando se comprueba que se disuelven las Cámaras anticipadamente por tácticas y estrategias que interesan a los partidos en el poder —como es el caso de los comicios vascos, gallegos y catalanes— y no por motivos de interés público. Todo ello contribuye al desprestigio de las instituciones democráticas.

Piénsenlo los políticos sensatos, pongan orden en estos alocados calendarios y echen el freno para no perjudicar a nuestro sistema constitucional.

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