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Opinión - 04.04.2020

El deber de Bolsonaro

La actitud temeraria e irresponsable del dirigente del mayor país de Sudamérica amenaza con provocar un sinnúmero de víctimas mortales

La principal obligación de cualquier gobernante en una democracia es proteger la vida y el bienestar de sus ciudadanos, pero lo que está haciendo con su gestión de la pandemia el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, es exactamente lo contrario. La actitud temeraria e irresponsable del dirigente del mayor país de Sudamérica amenaza con provocar un sinnúmero de víctimas mortales si no adopta de inmediato las medidas de contención respaldadas por la comunidad científica internacional y seguidas por la mayoría de los gobernantes del mundo, incluyendo aquellos que en un primer momento mostraron su escepticismo ante la verdadera gravedad de la situación.

Despreciando desde el principio a la ciencia y basando sus decisiones en opiniones personales sin fundamento empírico, a Bolsonaro le ha costado mucho reconocer que la población brasileña en su conjunto se enfrenta a la que puede ser su mayor amenaza en los 197 años de historia del país. Tras insistir al principio en que la enfermedad causada por el coronavirus era “una gripecilla” y decir cosas tan chocantes como que un brasileño no se contagia “porque es capaz de bucear en una alcantarilla y no le pasa nada”, desdeñó repetidamente la idea del confinamiento total de la población en sus hogares recomendada por la Organización Mundial de la Salud aduciendo además el daño que esto causaría a la economía. Se ha paseado por los mercados y animado a no parar la actividad económica. El resultado es que Brasil ha perdido un tiempo precioso.

Sus declaraciones y su uso de las redes sociales además no solo generan confusión en un país donde algunos gobernadores y alcaldes se están viendo forzados a adoptar medidas que el Gobierno federal desdeña, sino que pueden alentar a la convulsión social. Así, Bolsonaro se ha permitido poner en sus redes sociales —imposible saber con qué motivo— imágenes de desabastecimiento en algunas zonas del país de las que luego se ha tenido que retractar al resultar falsas. El presidente ha pedido disculpas, pero el daño ya está hecho. Incluso las redes sociales más importantes han llegado a borrar mensajes de Bolsonaro por violar los términos sobre noticias falsas. Un hecho inédito y revelador. Resulta también significativo que el Ejército haya contradicho desde el principio al mandatario y considerado a la Covid-19 como el principal desafío al que se ha enfrentado jamás.

Durante una crisis sanitaria mundial no tiene sentido detenerse en lo que pudo hacerse mejor o no se hizo. Ya habrá tiempo después. Lo urgente es detener la expansión del virus y su reguero de muertes. Bolsonaro tiene la obligación de adoptar inmediatamente todas las medidas necesarias para ello. Se lo debe, no a la ciencia a la que desprecia, sino al pueblo brasileño.

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