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Opinión - 10.07.2019

El cambio de Corbyn

Solo el desastre electoral ha provocado el giro en el criterio de los laboristas sobre el Brexit

Tres años después de que los británicos respaldaran por una exigua mayoría la salida del Reino Unido de la Unión Europea, el líder laborista Jeremy Corbyn ha reivindicado un segundo referéndum y anunciado que hará campaña a favor de la permanencia de Londres en el proyecto común de construcción europea.

Se trata de un drástico cambio de actitud respecto a Europa tras los vaivenes, falta de claridad y excesos de ambigüedad que han caracterizado al líder laborista respecto al Brexit durante todo este tiempo. Aunque haya sido en el último momento, Jeremy Corbyn ha rectificado cuando su país, su electorado y su partido están al borde de una dramática situación, fruto de la ineficacia demostrada —especialmente por parte de la primera ministra conservadora Theresa May— en la gestión del resultado de ese referéndum. En efecto, la probable elección del demagogo Boris Johnson como líder del Partido Conservador y sucesor de la dimitida May —cuenta con el 70% de los apoyos de las bases del partido tory— el próximo día 23 multiplica las probabilidades de un Brexit sin acuerdo. Una salida que, producida en esos términos, supondría una catástrofe, que ya se ha iniciado con el severo descenso de las inversiones internacionales. La falsa argumentación de que la normativa del Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT) y de la Organización Mundial del Comercio (OMC) permitirán a Londres no interrumpir su permanencia temporal en la Unión Europea mientras siga negociando es otro engaño a los ciudadanos británicos. Ignora que la fecha final acordada para el Brexit es el 31 de octubre y que cualquier otra alternativa exigiría el acuerdo de los 27, al que no están dispuestos.

De los perjuicios adicionales que un hipotético mandato de Boris Johnson pueda propiciar da una idea cabal que May le prohibiese —por falta de confianza en su discreción— el acceso a los expedientes más delicados del servicio secreto, a los que sin embargo en su calidad de Ministro de Exteriores tenía derecho.

El Partido Laborista, por su parte, sigue dividido en la cuestión del Brexit, entre otras razones porque su dirección no ha procurado cohesionarlo. El resultado es un hundimiento constante en los resultados electorales, algo achacable en buena parte a un mal liderazgo. En las últimas elecciones europeas el laborismo británico quedó cuarto —tras haber ostentado la segunda posición en los anteriores comicios— significativamente por detrás del mucho más modesto y europeísta partido liberal-demócrata.

Solo esas desgracias han provocado la tardía rectificación de Corbyn. Afortunadamente se ha producido, aunque haya sido en el límite.

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