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Opinión - 16.10.2019

De Frankenstein a la Gran Coalición

Todo apunta a una salida electoral con tendencia a retornar hacia el bipartidismo imperfecto

¿Y si Sánchez acertó? Esta pregunta retórica se repite estos días entre los dirigentes socialistas, aparentemente aliviados, dando por supuesto que sí acertó. Les basta la hipótesis de la sentencia del TS con Podemos en el Gobierno, en particular los comunes con sus irreprimibles coqueteos sentimentales hacia el independentismo, y además ERC en el ticket. Tal vez necesitados de alicientes ante unas encuestas más inciertas e inquietantes de lo deseable, se impone la lectura de la ética de la responsabilidad: el PSOE no podía ni debía haber actuado de otro modo. Pero… ¿y si realmente acertó?

Sánchez va a tener que disputar la precampaña en terreno ajeno; quizá no exactamente hostil pero sí ajeno. Parafraseando a Lakoff, va a tener que pensar en el elefante. La cuestión de la unidad territorial de España, las tensiones independentistas y la seguridad ciudadana es un pack completo del marco de la derecha. Y ese es el contexto en el que tiene que desenvolverse su hoja de ruta de aquí al 10-N. De momento ya ha optado por el eslogan “Ahora España” replicando el “¿Izquierda o derecha? España” del PP, “España en marcha” de Cs y “España siempre” de Vox. Su mensaje del cumplimiento íntegro de las penas apelando a la legalidad es inequívoco. Los mensajes a Europa tampoco se prestan a ambigüedades.

Sánchez, tras la sentencia con la que sin duda contaba en la ecuación para ir a una repetición electoral, acaso tiene una oportunidad. La política española arrastra una década de fracaso, entre el aventurerismo delirante del independentismo descarrilado de los cauces democráticos y la falta de reacción del PP con el marianismo en el túnel del procés. La oportunidad de Sánchez es aparecer como el único cauce para el desbloqueo. Frente al independentismo cerril bajo la lógica puigdemoniaca pero también frente al discurso de la derecha en el que prevalecen ecos del viejo nacionalismo central, trata de ofrecer un mensaje firme pero también posibilista, de ahí que sus mantras ya sean «firmeza democrática, serenidad, proporcionalidad y unidad». La idea es que esto se perciba, desde la ciudadanía, como un planteamiento racional entre el exceso de irracionalidad. Claro que eso requiere confiar en él, y es su punto más débil tras mudar demasiadas veces de táctica.

Con Cataluña abocada a un desorden revolucionario en manos de los CDR y de un oscuro tsunami callejero sin poderes públicos dispuestos a ejercer su función, es necesario que aparezca el Estado. Sánchez sabe que tiene que liderar la respuesta, con una imagen clara de liderazgo, de ahí las citas de hoy, enviadas antes a la prensa que a los destinatarios. Asumiendo el previsible desmarcaje de Iglesias, él va a situarse al frente del constitucionalismo, por más que Cs y PP cuestionaran eso durante el curso anterior a partir de la moción de censura. Claro que Sánchez marcará distancia con el 155, al que se aferra Cs con la desesperación de naufragar en las encuestas incluso sorpasado por Vox. El PP ha moderado el tono aunque esgrime la Ley de Seguridad Nacional y actuar contra Torra, y así lo ha mantenido Casado en Moncloa. Todo apunta, en fin, a una salida electoral con tendencia a retornar hacia el bipartidismo imperfecto, y ese es el flanco de la solución en una situación delicada para España que requiere estabilidad. El tránsito de Frankenstein a la Gran Coalición.

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