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Opinión - 15.01.2020

Concentrar, guerrear y comunicar

El Gobierno debuta con dos medidas que anticipan una legislatura sin miedo al cuerpo a cuerpo

Una de las impresiones más repetidas al constituirse las Cortes tras las elecciones generales del 20 de diciembre del año 2015 era que aquel Congreso se parecía más a España, que lo que era normal en la calle había empezado a ser normal en las instituciones. PSOE, Podemos y aquel Ciudadanos parecían llamados a inaugurar un nuevo tiempo político por mandato de las urnas. La histeria de los poderes tradicionales, la inmadurez política, la tentación del sorpasso y el pánico al sorpasso, inauguraron, en realidad, el ciclo de inestabilidad, por todos conocido, que ha llegado hasta hoy. Buena parte de los protagonistas de aquel momento se dispone ahora a gobernar este país. Y buena parte es una buena parte, porque el equipo configurado por Pedro Sánchez es un Gobierno de coalición y casi de concentración. Dentro hay un origen territorial e ideológico tan amplio que incluye técnicos que podrían haber estado en Gobiernos de la derecha, además de perfiles políticos nítidos a la izquierda del PSOE y el grueso socialista. Digamos que, menos los ultras de Vox, Sánchez presenta una alineación que no deja flancos sueltos. Cuatro años después se puede afirmar que este Gobierno se parece más a España, solo que cuatro años en el mundo —y un procés en España— no pasan en balde, y en este tiempo a la foto española se ha incorporado, con sigla propia, la ultraderecha.

Y el Gabinete debuta con dos medidas que anticipan una legislatura sin miedo al cuerpo a cuerpo. La propuesta de Dolores Delgado como fiscal general del Estado es una declaración de aceptar la guerra en los tribunales con la que Pablo Casado lo amenazó en la misma sesión de investidura. Con su capacidad demostrada para argumentar una cosa y la contraria, Sánchez se olvida de las formas de la regeneración democrática y prioriza dar señales de que entra en el campo de batalla que propone la derecha. Más un mensaje que una realidad, porque el sistema judicial español tiene herramientas para sortear cualquier injerencia, si se quiere. La segunda medida, cambiar el Consejo de Ministros de los viernes a los martes, le permite intentar marcar la agenda mediática. Las medidas políticas aprobadas un viernes se las traga el fin de semana. Aprobadas el martes, centran la atención toda la semana informativa. El Gobierno de la comunicación. @PepaBueno

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