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Opinión - 11.12.2019

Coacción aérea

El acuerdo de Ryanair en Girona debe ser investigado por la autoridad laboral

La compañía aérea Ryanair ha llegado a un acuerdo con sus empleados del centro de Girona cuyo contenido despierta graves recelos y sospechas fundadas de abuso. Los trabajadores fueron obligados a dar su consentimiento en el plazo de una semana a una reducción drástica de sus derechos salariales y contractuales a cambio de salvar las instalaciones del centro de la compañía en Girona y sostener el empleo. Las nuevas condiciones de trabajo son onerosas y ventajistas: los 160 trabajadores han tenido que renunciar a su antigüedad, en algunos casos de hasta 15 años; sus puestos de trabajo estables se han convertido en fijos discontinuos; los salarios se han recortado en hasta el 25% y la categoría laboral, hasta ahora de “tripulantes de cabina”, se ha rebajado a “agentes al servicio del cliente”.

Este cambio drástico en las condiciones laborales se ha negociado sin que la compañía pague indemnización alguna por las pérdidas contractuales de los trabajadores; y se ha comunicado a los damnificados de forma coactiva, amenazando con despidos a los que no firmen. El centro de Girona, a pesar de la inmolación laboral de los empleados, dejará de ser una base permanente para convertirse en una meramente estacional.

La conducta de Ryanair tiene que ser examinada con todo detalle por las autoridades aéreas y por la Generalitat. El primer paso es que una autoridad laboral competente dictamine si el proceso de negociación ha sido correcto y los nuevos contratos son legales. Porque si bien las modificaciones contractuales son de carácter individual, un cambio en la contratación de una mayoría de la plantilla debería estar sometido a una negociación colectiva. Así pues, el acuerdo podría ser ilegal, en cuyo caso tendría que ser anulado y sancionada la compañía.

Ryanair ha recibido ayudas públicas de la Generalitat, que ahora deberían revisarse. Cabría por lo tanto exigirle un cierto grado de compromiso en sus actividades en España y un respeto a la obligación de dialogar con los poderes públicos, con los sindicatos y con los trabajadores antes de cambiar las reglas del juego; respeto que, a tenor de las informaciones conocidas, ha brillado por su ausencia. En cuanto a la respuesta de la Generalitat ante este trágala laboral, ha sido pusilánime y dañina para sus intereses políticos. Sostener que es un gran logro “la continuidad del centro” equivale a dar por hecho que en el futuro se permitirá cualquier tipo de pérdidas de calidad contractual, del empleo y de la inversión a cambio de una presencia reconocida de una empresa en el territorio, aunque sea testimonial.

Las líneas de bajo coste atraviesan por una dura transformación del negocio. Empresas como Ryanair se ven empujadas a reducir sus costes como único recurso para mantener la rentabilidad. Pero llega un punto en que los recortes superan los límites de sensatez. Buena muestra del desorden en el que pueden incurrir las líneas low cost es el caso del vuelo Barcelona-Santander, operado por Ryanair; el aparato que sirve el trayecto llega entre 20 minutos y media hora antes de que abran las instalaciones cántabras y tiene que volar en círculos durante ese periodo de tiempo antes de aterrizar. El episodio revela una descoordinación absurda entre la aerolínea y el aeropuerto. Si la lucha contra el cambio climático va en serio, la línea debería suspenderse de inmediato, y los increíbles responsables del desaguisado, investigados.

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