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Opinión - 18.02.2020

‘Cat.Exit’

¿Qué pasa con Barcelona, que parece generar más rechazo a los expositores foráneos?

Qué casualidad. El mismo día en que se canceló el abortado Mobile de Barcelona, la alcaldesa independentista de Vic reclamó en el Parlament que no se hablara en su idioma a los foráneos. ¿Cabría relacionar ambos hechos como sendas muestras del reciente ensimismamiento de Cataluña, que la lleva a refugiarse en su caparazón rehuyendo contagios externos? La versión oficial sostiene que el cierre del Mobile se debe a una epidemia de miedo, pero al mismo tiempo se ha celebrado en Ámsterdam la mayor feria audiovisual del mundo (el ISE) sin que haya habido deserciones, y lo mismo va a pasar en Madrid con la feria de arte Arco. ¿Qué pasa con Barcelona, que parece generar más rechazo a los expositores foráneos? Técnicamente, la estampida se debió a un fenómeno de umbral (Granovetter) o masa crítica (Schelling), cuando el incremento del ritmo de las deserciones llega a un punto en el que ya no tiene sentido participar y todos se suman a la fuga colectiva. Pero si bien se mira, algo análogo sucedió en 2017, cuando la proclamación unilateral de independencia provocó una estampida de las grandes empresas que cerraron su sede catalana para deslocalizarse fuera. Cat.Exit: fugarse de Cataluña.

Se diría, pues, que algo sucede con el principado, que de ser un polo de atracción universal con gran capacidad de acogida, como se demostró en Barcelona 92, ha pasado a ser un lugar inhóspito donde a veces no puedes sentirte bienvenido, si queman las calles, las pintan de amarillo o se niegan a hablarte en tu mismo idioma. Y esta percepción hipotética podría relacionarse con la reciente evolución del ranking regional español, en el que Cataluña ha perdido la posición de cabeza que ocupaba no hace tanto para descender al cuarto lugar (con el 110% del PIB europeo per cápita), tras Madrid (125%), País Vasco (121%) y Navarra (114%). Eso ha debilitado la confianza en sí mismos de los catalanes, que han renunciado a seguir siendo la locomotora del sistema autonómico, es decir, la Alemania de la Unión Española, que no quería independizarse de la península sino dirigirla y dominarla, para pasar a conformarse con ser la Gran Bretaña que reclama “¡qué hay de lo mío!”, optando por querer fugarse fuera de España con sus contribuciones y sus impuestos. Cat.Exit: la fuga de Cataluña.

Si esta pérdida de confianza en sí mismos prosigue, y se incrementa por tanto la decadencia relativa de Cataluña respecto al conjunto de España, más pronto o más tarde también se reducirá hasta desaparecer la ventaja comparativa de la que ha disfrutado, pasando a tener un nivel de renta per cápita equiparable al promedio español. Así le ha ocurrido a Gran Bretaña, que ahora tiene la mitad de renta per cápita que Irlanda. Pero en ese momento, en cuanto Cataluña pierda su menguante ventaja relativa, dejará de ser rentable independizarse de España. Entonces el secesionismo perderá su razón de ser.

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